Alarma de Guerra

Comentario de Medardo Urbina Burgos sobre un escrito
antiguo de Mario Uribe Velásquez.

pto coronel

El escrito de Mario Uribe nos traslada a una época que no viví. Nací apenas en 1948 cuando la Segunda Guerra Mundial ya había terminado. No fue así para uno de mis hermanos mayores –el mismo que entraba al estadio de Castro acompañado de su amigo mudito- pues él vivió ese período bélico a través de la radio –por una parte- y a través de una revista llamada “El Mundial”, que mi padre recibía con cierto atraso en el “vapor”, pero que contenía impresionantes y enormes fotografías tomadas directamente en los frentes de combate en la convulsionada Europa de esos años.

Good HopeEn cuanto a la radio, dice él que todos los mayores de la familia “se pegaban” a la radio RCA Víctor que existía en nuestra casa de Piloto Pardo, cuando moría la tarde, pues a esa hora lograba escucharse mejor las noticias de la Radio Cooperativa Vitalicia, en la que daban a conocer los pormenores de la guerra. Mi hermano tenía a mano un viejo mapa de Europa a través del cual iba siguiendo los avances o retrocesos de los ejércitos. Se acostumbró a pinchar sobre ellos pequeños alfileres con banderitas de colores para señalar las novedades del momento. Y así se convirtió casi en un experto en la Segunda Guerra Mundial.

Nos hablaba también –al igual que Mario- de las pretensiones que los norteamericanos tenían de instalar un gran aeropuerto en las “Pampas de Pechaco” , espectacular y extensa planicie situada en la península de Rilán, más al Este de Tongoy, frente a Castro, sobre todo por los rumores que circulaban en ese tiempo –susurrados al oído- de la presencia de submarinos alemanes que navegaban entre los canales australes amenazando a las naves aliadas que pretendieran alcanzar ya sea el Océano Atlántico o el Pacífico por la vía del Cabo de Hornos o el Estrecho de Magallanes, submarinos que se habrían abastecido de combustible en Tenaún, donde residía una familia de ascendencia germánica que -se rumoreaba- habría sido “ayudista” de los nazis.

En medio de ese ambiente de incertidumbre y de misterio, en un territorio como Chiloé llamado al mito, a la magia y a lo sobrenatural, no es extraño lo que cuenta Mario, sobre la aparentemente extraña reacción de algunos habitantes de Quilquico, que habrían corrido a ocultarse en las pesebreras a la vista de cinco naves de la Armada chilena, cuando ingresaban al Estero de Castro. Resulta simpático saber que ¡no era guerra! , sino se trataba sólo de la inocente instalación de un busto del héroe nacional Almirante Galvarino Riveros, quien había nacido en Nalhuitad, lugarejo situado en las inmediaciones de Curaco de Vélez en la isla de Quinchao.

Christopher CradockQuizá, tampoco estaba tan lejana la historia del Dresden, buque de la Armada alemana que durante la Primera Guerra Mundial se habría ocultado en los canales australes, uno de los cuales habría sido el Fíordo Quintupeu en Chiloé continental. En el libro “La estela del Dresden” se euenta que este enorme buque habría permanecido oculto en ese fíordo durante más de un mes, tiempo que demoró en repararse una importante pieza de los motores, dañada durante la huída de esta nave después de la Batalla de las Malvinas librada el 08 de diciembre de 1914, en la que la Armada Británica, instalada allí, dio buena cuenta de la mayoría de los buques de la Armada alemana, incluyendo el buque de Maximilian Graf Von Spee, quien comandaba el buque madre de la Escuadra. Los británicos vengaron así el espantoso desastre de los ingleses en la Batalla de Coronel ocurrida un par de semanas antes, frente a la isla Santa María, batalla en la que murieron 1600 hombres, incluyendo al General Cradock comandante de la Armada británica en el Pacífico.

En efecto, los alemanes del Dresden, se dieron maña para trasladar a Puerto Montt la pieza averiada del buque hasta su completa reparación en una maestranza –en el más absoluto secreto- y su posterior retorno hasta la instalación y la inmediata reanudación de la huída durante la noche, pues los buques y submarinos ingleses andaban tras sus huellas. Sabido es que la huída de los alemanes del Dresden, llegó sólo hasta la Bahía de Cumberland en el archipiélago de Juan Fernández, donde su capitán decidió hundir la nave ante la proximidad de los buques ingleses.

Esta parte de la historia del Dresden en Chiloé Continental no es muy conocida, aunque debe haber en Puerto Montt descendientes de alemanes que guardan los pormenores de la epopeya. Tampoco está tan exenta de misterio, pues nunca pudo ser descubierto en “Tesoro del Dresden”, consistente en joyas y valores que el capitán del buque aceptó cautelar ante las súplicas de los alemanes residentes en Mexico durante la revolución zapatista. Algunos postulan que este impresionante tesoro podría estar aún enterrado bajo las raíces de un frondoso coigüe chilote en algún lugar del Fiordo Quintupeu …¡Vaya uno a saber!

von spee

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