La verdadera historia
Fósil y Reproducción facial del Hombre de Piltdown
Un niño inquieto
El pequeño Martin vivía con su padre en las inmediaciones o suburbios del Londres. Su padre, que tenía una pequeña industria, solía aconsejarlo respecto de la importancia del estudio para lograr ser algo en la vida y además de la importancia de generar una capacidad de observación en la Naturaleza. Al cabo de la semana de trabajo, su padre lo invitaba a salir a dar paseos por la campiña y desde muy pequeño, Martin se fue aficionando a la Entomología. Su padre le confeccionó primero una red para cazar mariposas y otros insectos alados, y lo dotó de un frasco de boca ancha con una mota de algodón empapado con cianuro para que las mariposas murieran instantáneamente y no tuvieran tiempo de aletear después de ser introducidas en el frasco. Así, Martin aprendió, no se destruirían las delicadas escamas que cubren las alas de las mariposas y tampoco se perderían los colores.
Salir a la campiña cada fin de semana con su padre, fue una costumbre tan férrea que no importaba si había sol, o nublado, o lluvia o temporal, pero él y su padre salían al campo, a las playas, a los roqueríos, a los acantilados, en busca de “bichos” de la más variada naturaleza, a la orilla del mar, donde daban vuelta las rocas y buscaban y encontraban todo tipo de animalitos crustáceos, larvas, pececillos en la zona intermareal. Su padre solía llevar una mochila con diversos elementos: fósforos para encender una fogata y calentar agua para preparar un café, anzuelos y una lienza para la captura de algún pez; un puñal para abrir y preparar el pez para el almuerzo. Ya en una playa, el niño fue aprendiendo a encontrar un manojo de hierba seca para encender el fuego, a juntar trozos de madera que el mar siempre devuelve a la playa y a preparar una vara larga y firme donde clavar un trozo de salame o de carne o el mismo pez extendido para asar sobre las llamas. En fin…esa vida al aire libre Martin la fue aprendiendo desde pequeño y llegó a ser una forma de vida, una necesidad…estar en contacto con la Naturaleza y experimentar el infinito de los cielos, del horizonte … del aire marino, diáfano y puro…de la libertad.
La muerte de su padre
Martin vivía solo con su padre. La historia de su madre no se ha sabido nunca, pues en su biografía nunca apareció, como tampoco en el ulterior desarrollo de su vida. Desgraciadamente cuando Martin tenía 12 años, perdió a su padre. Una enfermedad súbita lo erradicó de este mundo y el niño quedó solo y desvalido sin el apoyo paterno. En ese momento la vida le dio un vuelco cruel y duro. Para vivir debió empezar a ganarse la vida de los modos más variados y diversos. A pesar de sus notables exigencias y esfuerzos para sobrevivir en esas circunstancias, no abandonó sus excursiones de fines de semana a los campos y a los afloramientos rocosos. Su padre había sembrado en él el espíritu de búsqueda y le había enseñado algo muy sencillo: “hay dos tipos generales de rocas: las rocas intrusivas y las rocas sedimentarias. Las rocas sedimentarias son las únicas que pueden contener fósiles”. A los pocos años, Martin fue ordenando una interesante colección de insectos, crustáceos, rocas de diversa índole y algunos fósiles que extraía de algunos yacimientos que él identificaba en algún corte de camino o en los roqueríos de las orillas del mar siempre en los alrededores de Londres.
Su vínculo con el Museo Británico
Poco a poco el niño se fue acercando al Museo Británico de Londres donde podía identificar algunos de los insectos que él mantenía en su propia colección. Más tarde fue adquiriendo gran entusiasmo por las excavaciones y se sintió vivamente estimulado por el hallazgo de diversos fósiles que fue acumulando en su colección personal. Gradualmente fue acercándose cada vez más al Museo llevando muestras de rocas y de fósiles que enseñaba a alguno de los maestros para conocer algo más sobre esas especies. En 1905 Martin tenía 22 años y ya era un conocido visitante de los pasillos del museo. De tanto ir y veni, se hizo una persona conocida de los especialistas y fue desarrollando una especial habilidad para el estudio de las especies determinada por la inteligencia innata y por la práctica en sus excursiones de campo. El 15 de Julio de 1910, Arthur Smith Woodward Directos del Museo de Geología del Museo Británico visitó un trabajo de excavación que tenían Martin y su amigo Kennard en Grays, Essex yacimiento correspondiente al Pleistoceno de Londres. En la ocasión Martin planteó a Woodward la posibilidad de publicar juntos un trabajo sobre unos dientes de mamífero encontrados allí (1910). En una carta posterior, Martin propuso a Woodward su deseo de trabajar en la sección de exhibiciones del Museo en el área de Mamíferos del Pleistoceno donde le habían invitado a participar. Woodward le respondió afirmativamente y le sugirió que podría continuar desarrollando el Catálogo de Roedores que había dejado inconcluso el Dr. Forsyth Major. En el Museo Británico había un grupo de personas autodidactas que se identificaban como “colaboradores”, que no recibían remuneración alguna por sus aportes y a los cuales ocasionalmente se les encargaba alguna labor escasamente remunerada. Todos los colaboradores hacían mérito para conseguir algún día un trabajo remunerado en el Museo. Martin, tenía habilidad, inteligencia, talento y conocimientos suficientes para participar en alguna investigación en el área de Historia Natural y a poco andar demostró su valía desarrollando algunos trabajos que le fueron encargados por el Director del Museo, Arthur Smith Woodward y que desarrolló con extraordinaria eficiencia a partir de los años 1910 adelante. El 31 de Septiembre de 1911 Martin escribió a Woodward una carta de 5 páginas en la que propone las condiciones de pago por el trabajo de Catálogo de Roedores que debe desarrollar y le sugiere una cancelación de & 2,10 ( 2 Libras esterlinas, 10 peniques) semanales por el lapso de 1 año, que es el tiempo estimado para concluir el Catálogo, que debería iniciarse con los Logomorpha y debería concluir con los Sciuromorpha. Él escribe: “…ahora estoy inclinado a pensar que el desarrollo del Catálogo de Roedores, me ofrece una valiosa oportunidad para aspirar en el futuro a un trabajo remunerado en el Museo”.
Arthur Smith Woodward
Martin esperó y esperó una respuesta de Woorward pero esa respuesta nunca llegó. Sin embargo Martin continuó trabajando intensamente en el Catálogo y en otra serie de trabajos durante el período 1910-1916, que es el período del hallazgo del Hombre de Piltdown. El joven colaborador se esmeraba en la calidad y rigurosidad de sus trabajos que incluían perfectos dibujos científicos y esperaba que sus superiores le dieran la oportunidad de conseguir un cargo remunerado en la Institución. Woodward recibía con satisfacción los estudios encargados y se los cancelaba con algunos dineros de menor monto, pero nunca lo consideró para un cargo de planta. Al mismo tiempo el nombre del joven colaborador no era considerado entre los autores de la publicación que él mismo había desarrollado o por último –cuando era mencionado - aparecía como el último de los autores, pero como el autor principal aparecía Arthur Smith Woodward. Esta situación provocaba un gran malestar en Martin por la injusticia que conllevaba el hecho que él consideraba una grave falta de honestidad científica. Martin consideró que había que hacer algo, algún ardid o una trampa para que los pedantes de arriba -ignorantes y abusadores- mordieran el anzuelo.
El posible origen de la idea
Martin era un asiduo lector especialmente del diario de la mañana motivo por el que estaba al tanto del quehacer de Londres y de sus principales noticias. Sabía del gran apetito noticioso de Woodward y se su interés en “aparecer” en las revistas y diarios locales, apetito que compartía además con Charles Dawson, un coleccionista aficionado a la paleontología, de profesión Abogado, que era muy cercano a Woodward. Conocía además la “relativa ignorancia” de Woodward en diversas materias y la poca rigurosidad científica que demostraba en sus publicaciones, trabajos que generalmente se los hacían otros, entre los cuales estaba Martin.
Así supo por medio de las noticias del diario que en el sector de Piltdown se iba a realizar la reparación de un camino, y se indicaba el lugar desde el que se extraería el material para tal trabajo. Al mismo tiempo, se supo que en el Zoológico de Londres había muerto un orangután (Pongo sp.) del cual podría tal vez conseguir alguna pieza que podría ser de gran utilidad para “confeccionar” una especie nueva de homínido que medie entre el Homo sapiens y un simio, siempre bajo el difundido concepto de la búsqueda del “eslabón perdido” que estaba muy de moda entre los evolucionistas después de los trabajos de Charles Darwin. La loca idea comenzó a germinar en su mente y gradualmente pasó de ser una ilusión a convertirse en una realidad hilarante: una trampa científica en la que él creía que podrían involucrarse fácilmente los pedantes y fanfarrones de siempre (Dawson y Woodward), movidos por su ambición y sus ansias de figuración. Por otra parte, se sabía del hallazgo del Hombre de Heidelberg, de la “mandíbula de Mauer” en Alemania en 1907 (Trabajo publicado por Otto Schoetenseck en 1908 sobre la base de una mandíbula evidentemente humanoide encontrada por Daniel Hartman, un trabajador arenero, en la localidad de Mauer en las proximidades de Heidelberg, por lo que se le otorgó el nombre de Homo heidelbergensis al que se le atribuyó una antigüedad de 600.000 años aprox.) y los ingleses estaban molestos porque el orgullo inglés se veía menoscabado pues –de acuerdo a estos antecedentes- “la especie humana habría nacido en Alemania y no en Inglaterra”.
Mandibula de Mauer
Las sales de Fierro y Manganeso
Martin había estado manipulando ciertos compuestos químicos que en solución acuosa permitían otorgarle a los huesos recientes, un cierto aspecto de antigüedad. Había hecho varias pruebas sometiendo a los huesos a la acción de sales de Fierro y sales de Manganeso, que bajo la acción preliminar de ciertos ácidos, permitían descalcificar en cierto porcentaje los huesos y luego éstos podrían ser teñidos de un modo bastante simple, lográndose que los huesos adquirieran un color y un aspecto de fósiles antiguos.
Fue así como logró conseguir la mandíbula del orangután y luego obtuvo por parte de un amigo, un cráneo humano extraído desde el cementerio, de una tumba que se suponía bastante antigua. La idea era hacer calzar la mandíbula del orangután con la arcada dentaria superior del cráneo humano, proeza muy difícil porque es imposible hacer calzar el cóndilo del simio sobre la articulación temporomandibular del Homo. Para resolver ese problema, Martin decidió eliminar el extremo posterior de la rama mandibular del simio. Seguidamente debió eliminar los caninos del orangután y los molares restantes debió limarlos de modo que parecieran muy gastados, como así también los molares de la arcada superior del Homo. El cráneo fue fragmentado y preparado con las tinturas de modo que los fragmentos terminaran dispersos al azar en el yacimiento. Martin había visto que Teilhard de Chardin tenía en su oficina en el Museo Británico un saco con diversos objetos de gran antigüedad como dientes de rinocerontes, de elefantes, de mamuts, chopping-tools, cuchillos de piedras, puntas de flecha y dientes de diversos animales extraídos en yacimientos arqueológicos en los que él había participado en Argelia y otros sitios de África. Pierre Teilhard de Chardin tenía todo eso como dejado al descuido en un saco tirado en el suelo. No se sabe si Martin sacó de allí algunos objetos en forma subrepticia al pasar, o si se los solicitó expresamente al padre, ni tampoco se sabe si Chardin estaba o no al tanto de la trama de Martin. Lo que si se sabe es que parte de esos objetos se encontraron posteriormente asociados al cráneo y a la mandíbula atribuibles al Hombre de Piltdown.
El padre jesuita Teilhard de Chardin, a la edad de 25 años mientras estudiaba Teología de Hustings, cerca de Londres, época en la que se vinculó tangencialmente al hallazgo del Hombre de Piltdown
Así las cosas, Martin habría viajado a Piltdown solo o con Kennard, su amigo y compañero de excavaciones, y él o ambos habrían elegido cuidadosamente el lugar donde habrían de enterrar los huesos durante una noche sin luna y en el sitio donde los trabajadores deberían cavar para extraer material para reparar el camino de Piltdown y –entonces- encontrar casualmente los huesos. Los obreros deberían reparar en que se trataba de algo raro y avisarían espontáneamente al Museo Británico. Así la noticia llegaría al objetivo de la trampa científica: Arthur Smith Woodward.
El hallazgo
Charles Dawson
Brian Gardiner, considerado –a mi modesto juicio- como el científico más versado sobre el caso del Fraude de Piltdown- publica una obra muy acuciosa y completa referido alt ema, en el Nº 139 del Zoology Journal (2003) y en él da a conocer varias cartas escritas por Teilhard de Chardin, que dan luces sobre el hallazgo de los huesos en Piltdown. Una carta de Chardin escrita el 31 de Mayo de 1909 dice haber conocido a Dawson cuando fue a buscar fósiles a Fairlight Cliffs, cerca de Hastings. Posteriormente Dawson visitó a Teilhard de Chardin y a otros jesuitas como a Felix Peletier en Ore Place el 04 de Diciembre de 1909.
En Abril de 1912 Theilhand de Chardin escribe que “Dawson llevó el primer hueso del “hombre de Piltdown para mostrármelo, junto a otras herramientas de piedra choping-tools, dientes de elefantes e hipopótamos, agregando en su carta que el cráneo es muy curioso porque es muy grueso y tiene un profundo color chocolate. Desgraciadamente las partes correspondientes a las órbitas, a la mandíbula y otras, se perdieron. Creo que tendré que trabajar durante una hora o más para poder ordenar las piezas”.
Gardiner nos informa de otra carta que Teilhard de Chardin escribió a sus padres donde les explica que “Dawson había venido a visitarlo para invitarlo a una excursión al sitio arqueológico, pero yo difícilmente tengo tiempo para algo así”. Y agrega: “las bicicletas no son un objeto adecuado para un Jesuita que profese de pobreza”. Sin embargo al término de sus estudios de Teología, él consiguió autorización para ir a Piltdown.
De Chardin estuvo en la estación de Uckfield a las 10.00 del 31 de Mayo de 1912, junto a Woodward y a Dawson. Los tres fueron al sitio y cavaron durante unas horas. En esa excursión Teilhard encontró un fragmento del molar de un Stegodon y una herramienta de trabajo paleolítica. Dawson por su parte encontró otro fragmento del cráneo. Teilhard dice: “ tuve que dejar el lugar debido a mi viaje y dejarlos a ellos solos para que continuaran desarrollando su pesquisa”. La impresión de Teilhard de Chardin es ambigua: por una parte dice que si no hubiera sido porque tenía que tomar el tren a Hustings, habría continuado excavando allí, pero por otra, si hubiera sido tan importante para él la excavación, ¿qué más habría dado perder el tren? Esta pregunta está vinculada a otras que se formularán en el futuro en las que Teilhard de Chardin parece no querer tocar el tema del Hombre de Piltdown, ¿tal vez porque él participó tangencialmente o indirectamente en el fraude y/ o porque él reconoció que los dientes de elefante y de Stegodon que encontró en el sitio, eran los que él tenía en su saco en su oficina?
Lugar de excavación en Piltdown
Posteriormente Dawson encontró la mandíbula en presencia de Samuel Woodhead, un químico analista. Por su parte Teilhard de Chardin dejó Bramber, cerca de Lewes el 17 de Junio de 1912, para regresar a Ore Place donde él debió permanecer hasta el término de su curso de Teología para luego regresar a Paris el 16 de Julio de 1912 y nunca más él expresó su interés de regresar a excavar a esas gravas del Pleistoceno de Piltdown. Teilhard de Chardin regresó una vez más a Ore Place al año siguiente el 25 de Septiembre de 1914 para un mes de contemplación y fue en ese tiempo que Dawson lo invitó a conocer el yacimiento de Piltdown II situado en Sheffield Park. Cuarenta años más tarde, en una carta enviada a Kenneth Oakley fechada el 28 Noviembre de 1953, de Chardin dice que Dawson le había explicado que él había encontrado las pequeñas partes del cráneo esparcidas por la superficie del suelo y que fueron recogidas con una brocha y pasadas por un cernidor. (¿)
La presentación del Hombre de Piltdown
El 18 de Diciembre de 1912 en una Asamblea de la Sociedad de Geología de Burlington House, Dawson y Woodward dieron a conocer los hallazgos del Hombre de Piltdown otorgándoles una antigüedad de 500.000 (Quinientos mil años). Se hacen fotografiar y se elabora un óleo en el que se encuentran todos los involucrados en el hallazgo. Hay gran revuelo en la prensa local y mundial porque ahora puede decirse que la especie humana no nació en Alemania sino en Inglaterra. Es curioso que el acceso de los arqueólogos extranjeros a los restos de esta nueva especie fue prohibida y este hecho creó un manto de dudas sobre la autenticidad del fósil. La nueva especie de homínido fue denominada como Eoanthropus dawsoni en honor a Charles Dawson, su descubridor. Pero los expositores no pudieron explicar el método a través del cual fechaban al fósil en 500.000 años de antigüedad. Varias preguntas formuladas en la ocasión por los arqueólogos especialistas tampoco tuvieron respuestas adecuadas, motivos por los que los expertos mantuvieron sus dudas sobre la seriedad y veracidad del hallazgo, dudas a las cuales Woodward no les dio la más mínima importancia.(
Observando el cráneo el Dr. Arthur Keith. De pie a la derecha Arthur Woodward junto a Charles Dawson
En 1914 se encontraron diversas piezas óseas entre las cuales se encontraba un “bate de cricket” que había sido tallado utilizando un largo hueso del esqueleto de un elefante que a todas luces era una broma ridícula pero los descubridores del Hombre de Piltdown estaban tan absortos en la gloria con su hallazgo que lo interpretaron como otra evidencia más de que el fósil era “indudablemente inglés”.
En 1916 Charles Dawson falleció, a causa de una septicemia. Curiosamente después de la muerte de Dawson no se encontró nada más sobre el Hombre de Piltdown, a pesar de que Woodward continuó excavando en el área y de hecho trasladó su residencia definitiva a Piltdown para continuar buscando fósiles asociados a lo que él llamaba “el primer inglés”.
Dr. Arthur Keith
En 1916 Sir Arthur Keith anatomista y furibundo nacionalista, defendió la autenticidad del Hombre de Piltdown (Eoanthropus dawsoni), considerándolo como un genuino eslabón perdido y otorgándole el orgulloso título de ser el origen de la especie humana con una datación de 5 millones de años de antigüedad. Estas declaraciones demostraron finalmente carecer de todo fundamento y cayeron definitivamente en el más absoluto ridículo por carecer de toda base científica.
Para dar a conocer la desazón de Martin, vale la pena rescatar una carta que él envió a Gerrit Miller y le menciona en una de sus partes que está decepcionado de la “superioridad” y que abrigar la posibilidad de un trabajo remunerado en el Museo “sólo fue un mal sueño”…”y por ahora no creo poder conseguir algún apoyo de mi amigo Arthur Smith Woodward del Departamento de Geología”. Consecuentemente en Octubre de 1917 Martin dejó de visitar el Departamento de Geología al que era tan asiduo, y fue a trabajar al Departamento de Zoología donde al parecer era mejor recibido. Menciona en su carta además que Woodward nunca fue capaz de redactar una carta de apoyo para que Martin fuera aceptado como miembro de la Linnean Society, documento que tácitamente pareciera haberle solicitado.
En 1923 Teilhard de Chardin llega a China y participará en las excavaciones del Hombre de Pekín.
En 1924 Arthur Smith Woodward recibió el título nobiliario de caballero y se retiró a vivir en una casa en Piltdown para seguir excavando, lo que habría hecho hasta el fin de sus días sin lograr encontrar un solo hueso más de su Hombre de Pìltdown.
En 1925 Edmonds publica un trabajo en el que cuestiona la edad asignada al Hombre de Piltdown y destaca que existe un error geológico en la concepción del fósil. El informe de Edmonds es ignorado.
En 1929 se descubre el primer cráneo del Hombre de Pekin. En 1935 se descubre como auténtico el Hombre de Swanscombe descubierto por el dentista Marston y en 1937, Marston ataca la edad atribuida al Hombre de Piltdown y cita el informe de Edmonds publicado en 1925. Comienza a caer una lluvia de dudas sobre Piltdown.
En 1938 Arthur Smith Woodward fallece sin encontrar un hueso más después de la muerte de Dawson y sin saber que su descubrimiento había sido un fraude.
En 1943 se propone estudiar los restos de Piltdown a través del método de datación por Flúor descubierto y propuesto por Kenneth Oackley. Oackley había descubierto que los huesos en contacto con el medio van adquiriendo una concentración de Flúor proporcional al número de años de antigüedad.
En 1948 los familiares de Woodward publican su libro póstumo “The Earliest english man” ( “El primer ingles”).
En 1949 cuando el Dr. Kenneth Oackley se aprestaba a subir al pódium para dar a conocer los resultados de sus estudios de datación de fósiles a partir de la absorción de Flúor que los huesos hacían desde el medio ambiente, se acercó a él Dina Portway Dobson, esposa de Martin Hinton y le indicó en forma firme y perentoria:
---¡Deje las cosas como están!.
Y se sentó en medio del público asistente a la exposición. ¿Por qué hizo eso la Sra. Hinton? Brian Gardiner supo de este diálogo muchos años más tarde cuando tuvo la oportunidad de conversar con Oackley sobre el tema. ¿Tendría algo que ver Hinton en el fraude?
El padre Jesuita Teilhard de Chardin, Arqueólogo y Geólogo brillante, participó en las excavaciones del Hombre de Pekín (Homo erectus pekinensis) y como filósofo y científico sus ideas no estaban de acuerdo con los dogmas de Roma. Por lo anterior sus libros fueron prohibidos por el clero.
En 1949 se publicaron los resultados de los estudios de datación de los restos de Piltdown de acuerdo al método de datación por Flúor elaborado por Kenneth Oackley y se demostró que los huesos del Hombre de Piltdown son recientes. El cráneo es humano y tiene una antigüedad máxima del siglo XIII de nuestra era y la mandíbula es de un orangután actual.
En 1953 el antropólogo de la universidad de Oxford Joseph Weiner junto a Le Gros Clark y Kenneth Oackley demostraron que El Hombre de Piltdown era un fraude. El raspado de los dientes fue hecho con una lima. La mandíbula es de un orangután actual. La concentración de flúor en el cráneo era de 1,5 % y en la mandíbula de 0,1 %. Mientras en el Hombre de Swanscombe la concentración de Flúor era de 2 % demostrando mucho más antigüedad que el de Piltdown. Al perforar la mandíbula y los huesos del cráneo se demostró que habían sido teñidas con una solución de Fierro y Manganeso, lo cual otorgó a los huesos un aspecto antiguo y un color achocolatado. Oackley dijo:” Los distinguidos arqueólogos y paleontólogos que tomaron parte en este “descubrimiento” del Hombre de Piltdown fueron víctimas de un cuidadoso y bien elaborado fraude como no tiene paralelo en la historia de la Ciencia de la Paleontología”.
A raíz de la divulgación de los análisis ventilados a la prensa por el equipo del Dr. Kenneth Oackley, el Times de Londres escribió: “El hombre de Piltdown fue el primer ser humano en usar dientes postizos”·
El informe del equipo de estudiosos dirigidos por Oackley señaló que muchos de los fósiles encontrados junto a los restos del Hombre de Piltdown eran huesos de animales prehistóricos pertenecientes a yacimientos del Mediterráneo, desde Malta a Túnez que habían sido agregados exprofeso para intentar dar más autenticidad al hallazgo. Los artefactos de piedra eran del norte de África. Los dientes habían sido limados con una lima metálica común. Los huesos del cráneo pertenecieron a un hombre actual que vivió como máximo en el siglo XIII de nuestra era y la mandíbula perteneció a un orangután que había muerto hacía poco tiempo. El fraude fue algo tan burdo que los investigadores encontraron entre los dientes del fósil un pedazo de “chicle” que el bromista usó para pegar un fragmento de diente que se le había desprendido mientras limaba las piezas dentarias.
Pero ¿Quién hizo el fraude?
Durante los años que median entre 1912 y 1953, e incluso hasta la fecha actual, se sospechó, se implicó y hasta se culpó a Charles Dawson como el principal responsable del fraude de Piltdown, debido a su natural interés en figurar en las esferas públicas y a su desmedido interés en “aparecer” en los diarios locales, además de haber sido el único que encontraba los huesos y la sospechoso hecho de que después de su muerte en 1916 nunca más se encontró hueso alguno del fósil.
Sumado a lo anterior, el arqueólogo de la universidad de Oxford, Joseph Weiner fue a hacer las pesquisas a Lewes en East Sussex, pueblo natal de Dawson y descubrió varias novedades inquietantes. Por ejemplo, supo que Dawson no había sido en su vida civil un caballero como aparentaba, sino que había sido expulsado del Club de Arqueólogos del pueblo debido a los serios escándalos en los que se había visto involucrado. En efecto, Weiner descubrió que en 1903, Dawson había despojado a la Sociedad de Arqueología de Sussex, de la cual era miembro, del edificio en el que sesionaban, y se valió de los timbres y membretes de la Sociedad para hacer un negocio que lo beneficiaba sólo a él y que perjudicó al grupo de arqueólogos de la ciudad. Weiner descubrió también que un crítico literario de Lewes afirmó que el libro “History of Hastings Castle” publicado por Dawson había sido confeccionado copiando párrafos textuales de otros autores, es decir era en su mayor parte un plagio. El comentarista literario le mencionó a Weiner, además, que Dawson había saboteado la solicitud del literato de ingresar a la Sociedad de Anticuarios de Lewes.
Weiner supo también que un paleontólogo aficionado tenían en su colección un pedernal de Piltdown y siempre había sospechado de Dawson como el autor del fraude porque él tenía en su colección un hueso que colgaba de una etiqueta que decía: “Teñido por C. Dawson con la intención de engañar a todo el mundo”.
En Diciembre de 1917 Hinton escribió una carta a Le Gros Clark y en ella le dice: …” por supuesto que no existe en mi la intención de desacreditar la imagen de Smith Woodward. Él habló con el viejo Thomas y también conmigo y yo le dije que no creía que el Eoanthropus haya sido inventado, con excepción de la mandíbula y el canino. Yo no sé quién sería pero sospecho que fue alguien de aquí muy gracioso que como una broma, puso el fósil en el saco de Dawson. Kenneth, que murió poco después, siempre dijo que él sabía quién lo había hecho, pero nunca mencionó el nombre. Si se sospechara de uno o de otro, yo tengo la certeza que ni Dawson ni Kenneth fueron culpables. Ninguno de ellos tenía la inclinación para hacerlo ni el necesario conocimiento”-
Al año siguiente, en 1918, Hinton dijo a John Inving, reportero de la BBC, que “el perpetrador de la broma había estado trabajando en el Museo Británico pero que no podía decir su nombre porque aún estaba vivo”.
Posteriormente en 1955 Hinton escribió sobre esta materia y dijo…”Yo creo que el hallazgo del cráneo por los trabajadores era totalmente genuino, pero que la mandíbula fue una broma de alguien que no esperaba que su éxito fuera tan rotundo”. Es decir que el bromista no pensaba que los “expertos” (Woodward y Dawson) se iban a “tragar” tan fácilmente el engaño...(la mandíbula del orangután).
Phyllip Tobias (1992) dio a conocer una comunicación personal de Louis Leakey después de que Weiner mencionó que él sospechaba que el responsable del fraude de Piltdown era Dawson. Teilhard de Chardin habría replicado: “Yo sé quién fue el responsable del fraude de Piltdown pero no fue Dawson”.
Más tarde Chardin escribió a Kenneth Oackley felicitándolo por haber descubierto el fraude a través de la datación por Flúor, pero que “no creía que el Sr. Woodward haya participado en el fraude, ni tampoco Dawson, pero ambos resultaron implicados casi por igual porque tenían una vinculación desde hacía muchos años”.
En 1972 Millars exime a Charles Dawson e implica a Grafton Elliot Smith, quien fuera Profesor de Anatomía de Manchester.
En 1978 Beverly Halsted (Nature Nº 276) propuso a William Sollas quien fuera Profesor de Geología de Oxford (1897-1936) como el culpable del fraude.
En 1979, Halsted cambió de opinión y postuló que podría haber sido Hinton el autor del fraude, que calificó como una broma muy bien elaborada.
En 1980 Stephen Gold consideró que Teilhard de Chardin podría haber sido el culpable del fraude.
En 1981 Harrison Mathews consideró que tanto Hinton como Teilhard de Chardin juntos hicieron el fraude.
En 1986 John Winslow y Alfred Meyer propusieron la participación de Conan Doyle en el fraude, quien vivió en Crown Borrough a 7 millas de distancia de Piltdown.
La historia del baúl arrumbado
Robert Knowles era en ese tiempo un joven zoólogo que estaba empezando a familiarizarse con el Museo Británico y en 1978 aceptó –a regañadientes- la sucia tarea de limpiar y ordenar una cantidad interminable de “cachivaches” presentes en el entretecho del ala suroeste debido a la necesidad de cambiar el tejado de ese sector del museo. Desde 1881 , año en que se inauguró el Museo, se habían ido acumulando una gran cantidad de materiales en desuso, animales embalsamados, tubos, tarros con fósiles y objetos diversos, papeles, muebles, libros llenos de polvo y una interminable cantidad de otros objetos. La tarea que le esperaba era ardua y pesada. Premunido de una buena linterna –porque en el entretecho no había luz- alumbró un enorme baúl con las iniciales M.A.C.H. casi imperceptibles por el paso del tiempo y el polvo. Pero esas iniciales no le decían nada. Al abrir el baúl encontró una gran cantidad de huesos de diversos animales, de un color café oscuro, junto a tubos, frascos, tarros y papeles con anotaciones. El joven Knowles pidió ayuda al investigador del museo Dr. Andy Currant para bajar ese baúl a la planta baja y estudiar mejor su contenido en busca de algo importante. A la luz natural ambos fueron encontrando una gran cantidad de huesos fósiles y actuales cubiertos con la misma tintura…teñidos con una solución de color café oscuro (achocolatado).
En 1953 Brian Gardiner estudiante del Imperial College de Londres había conseguido un empleo para un trabajo durante el verano en el Museo Británico y desde ese tiempo se interesó vivamente por el caso del Hombre de Piltdown, motivo por el que tuvo acceso a los trabajos e informes de Weiner, Le Gros Clarck y Kenneth Oackley que descubrieron definitivamente y destaparon el fraude. Gardiner llegó a ser profesor del King”s College pero no fue sino sólo hasta 1986 cuando un leve comentario de su amigo Andy Currant -.hecho al pasar- le llamó poderosamente la atención. En efecto, Andy Currant mencionó el hallazgo de aquel baúl descubierto por el joven Knowles y el extraño color de los huesos hallados en su interior además de la increíble similitud del color de tales huesos con los del fósil del Hombre de Piltdown. El interés mayor radicaba en que Gardiner sabía a quién pertenecían esas iniciales M.A.C. H. inscritas en el baúl y de quién había sido ese baúl. Y si todo coincidía con sus presunciones, podría decirse con cierta seguridad quién habría sido el culpable del fraude del Hombre de Piltdown. El análisis más detallado a través de modernos métodos llevó a la conclusión de que las sustancias y los huesos presentes en el baúl eran exactamente iguales a los presentes en el fósil y las tinturas utilizadas para “envejecerlas” consistían en las mismas sustancias químicas. No quedaba ya duda alguna: las iniciales M.A.C.H. correspondían a Martin Alister Campbell Hinton.
Martin Hinton despues de jubilar
Hinton, que había sido colaborador del museo desde 1910 en el Departamento de Geología del Museo de Historia Natural de Londres, fue un aspirante frustrado a un cargo definitivo remunerado hasta que sólo en 1921 logró su objetivo y desde ese momento ascendió a otros niveles dada su eficiencia y su capacidad de trabajo a su inteligencia y a su talento. Entre 1936 y 1945 fue Curator del Departamento de Zoología del Museo Británico de Historia Natural, el cargo más alto al que podría haber llegado cualquier investigador. Se concluye que el fraude de Piltdown fue ejecutado fríamente no con el fin de engañar a la Ciencia misma, sino con el fin de dejar al descubierto la arrogancia y la pedantería que él observaba en su superior de lo cual era víctima día a día especialmente al inicio de los “años del Piltdown”, fraude que se habría empezado a fraguar alrededor de 1911.
En mayo de 1996 Brian Gardiner dio a conocer los resultados de sus descubrimientos en Burlington House. (Hinton había fallecido en 1961) El mundo científico quedó atónito, tanto por lo grotesco de la simulación descubierta, como por la facilidad con la que los científicos de la época creyeron en el engaño, demostrando de paso la nula rigurosidad de Woodward y sus colaboradores que quedaron para siempre catalogados de tales y ridiculizados “ad-aeternum” para las futuras generaciones de científicos en la pintura al óleo que el grupo de pseudocientíficos se hizo elaborar en la época y que aún se mantiene expuesta al público al ingreso de las salas de Arqueología en el Museo de Historia Natural de Londres. Clara y elocuente advertencia de lo que no debe hacerse en Ciencia.
El profesor Bob Savage Geólogo y docente de la universidad de Bristol, fue en vida muy amigo de Martin Hinton y dice de él que aún después de jubilado poseía una extraordinaria capacidad mental. Era un conversador muy fino y elocuente, además de buen fotógrafo y excelente acuarelista. Además de ser un excelente jugador de ajedrez y podía jugar simultáneamente con tres o cuatro competidores por correo. Hablaba con profundo conocimiento de variados temas especialmente de literatura y música, pues era un habitual y excelente lector de autores en francés y alemán.
El profesor Savage cree que fue Hinton el autor del fraude, pero lo defiende señalando que su objetivo no fue engañar a la Ciencia propiamente tal, sino más bien “dar una lección a los pedantes de arriba” especialmente a Woodward, “pues al descubrirse que los restos eran falsos, que la antigüedad atribuida al fósil era falsa, el gran Woodward, que había proclamado su hallazgo con bombos y platillos quedaría en ridículo”- objetivo que finalmente Hinton logró y no solamente para Gran Bretaña, sino para todo el mundo.
Savage defiende a Hinton cuando dice: “una vez que consiguió el puesto que tanto quería y que se lo merecía –puesto que logró en 1921- se rodeó de una buena reputación hasta el día de su muerte y como tal no pudo revelar nunca su secreto.
Tal vez más que “sancionar” al creador del fraude del Hombre de Piltdown, haya que “felicitarlo” por la enorme lección que con su broma. ardid, engaño o fraude (como se quisiera llamar) ha dado al mundo científico de muchas universidades museos y centros de estudio de las más diversas materias en todo el mundo, en las que suelen existir no pocos Woodwards que se valen del trabajo de sus alumnos, ayudantes, magisters, doctorantes para hacer aparecer sus nombres en primer lugar como autores, cuando en realidad el esfuerzo y el talento investigador ha sido sólo de los alumnos y no de ellos, que sólo han supervisado lejanamente los estudios.
Es decir el fraude de Hinton y su Hombre de Piltdown y lo sucedido con Woodward y sus seguidores nos trae al recuerdo la palabra honestidad en la Ciencia, palabra sagrada pero muchas veces olvidada.