Padre, el de la mirada clara,
El de la palabra exacta,
El que callaba, mirando
El devenir de las olas
Con la frente apoyada en
El marco de la ventana
Frente al fiordo de Castro.
Padre, el del consejo sabio
El del cariño amable,
El que contaba cuentos
Antes de dormirme
En las noches de invierno
Padre, el que cuidaba mis sueños
Cuando la enfermedad caía
Sobre nuestras camas, de niños
Pobres, allá en esas riberas
Donde el sol no calienta
Donde la lluvia se ha quedado
Para siempre…
Colgando de los ojos de los hombres.
Padre, el que madrugaba,
Lluvia sobre el techo,
Repiqueteante, furiosa.
Encendías el fuego de la estufa a leña
Y calentabas esas lentejas al fuego
Directo, sobre la sartén negra
De fierro grueso, con ajos y cebollas fritas
Mucho aceite y mucho ají.
¡Asi te gustaba!, junto a un tazón de café.
¡Padre! ¡Sí padre¡ ¡Sí lo recuerdo!
Recuerdo cuando te ibas,
Aún de noche, hacia la lluvia
Y te perdías tras el negocio
De la esquina, sí, aquel
De Don Panchito Subiabre
Allí te perdías, tragado por la lluvia
Y por la oscuridad de la noche.
¡A la Obra, ibas!, montado en tu caballo
Era Blanco el Pin Pin?. ¿O era blanco “El Blanco”?.
“En la noche todos los caballos son negros”
Verte desaparecer tras esa esquina
Era empezar a mirar cuando llegaras
¿Cuando llegará el papito mamá?
Preguntaba desde aquella ventana
La misma que lo había visto perderse
Tragado por la noche ¿Cuándo vendrá mamá?
Y un día no vino más…
Se fue un mal día,
Tragado por las sombras
Se lo llevó un infarto al corazón.
Y desde ese día… sí era Marzo.
Desde ese Marzo, el Pin-Pin, le seguirá…¡Cabalgando!
Hacia la obra, como todos los días
Hacia Piruquina, hacia Alcaldeo
Hacia Tarahuín y Tepuhueico.
Cabalgando siempre, desde entonces
Buscándolo, entre el ramaje de los bosques
Sin encontrarlo nunca, ¡Nunca! ¡Padre!.