Con mucho agrado y agradecimiento hemos recibido esta hermosa nota-comentario sobre el libro “NADA QUEDA ATRÁS”, de Rogovin y Trujillo, y hemos querido compartirlo con nuestros seguidores y amantes de Chiloé, por el agrado que nos ha provocado su amable lectura. Agradecemos al Dr. Rodolfo Urbina Burgos, Historiador, que se haya dado el tiempo para enviarnos esta hermosa colaboración.
COMENTARIO SOBRE “ROGOVIN Y TRUJILLO RE-MIRAN CHILOÉ” escrito por el Dr. Rodolfo Urbina Burgos, Historiador, Académico de la Universidad Católica de Valparaíso
He quedado gratamente sorprendido por el comentario del libro Nada queda atrás, de Milton Rogovin y Carlos Trujillo. Las reflexiones acertadas, precisas, estéticas, enriquecen y adornan la secuencia de fotos de vidas grises y tristes que el vate Trujillo poetisa y da sentido a las imágenes del fotógrafo. Las reflexiones valoran el contenido humilde de aquellos rostros taciturnos y anónimos e iluminan con esa pluma esas existencias de aquella gente sencilla.
Al contextualizar las fotos y poemas aparecen los lugares de los alrededores del pequeño pueblo chilote de Quemchi; se perciben los olores de la pobreza en las viejas prendas colgadas del cordel esperando la caricia de un mezquino sol; artefactos grises como los habitantes de aquellas tierras perdidas, envejecidos, humildes como la sencillez de las casas de tablas, descuadernadas. La mirada del autor de este comentario y la valoración del libro aporta una visión intensa de las personas y de los enseres rústicos que conforman aquel pequeño universo, que con la sensibilidad del escritor y su exquisita pluma, llena de humanidad y color un cuadro hasta entonces no pintado de Chiloé.
“La Madonna”, hermosa como princesa de los cuentos antiguos, con mirada serena y digna ante la lente del fotógrafo, ilustra la portada de este libro que ha motivado llevar a cabo el comentario con buena prosa y con caballeroso respeto por aquel Chiloé rural en los años aciagos post terremoto de 1960.
Creo que en este comentario se ha recogido con esa escritura elegante y precisa la pequeña y desconocida vida rural que los autores hicieron visibles. Este libro recobra con el comentario analizado, una dimensión más humana y profunda al punto que complementa y enriquece la obra misma. De la fotografía inerte el poeta logra extraer vida y el comentarista aporta el aroma, los colores y las circunstancias que transforman el contenido en un precioso cuadro de galería.
Pies descalzos, rostros apagados, sin una ligera sonrisa, junto a garrafas, sacos de papas, enormes ajos, casas pobres, cementerios de casitas con cruces rudimentarias de maderas ya podridas por la lluvia y el paso del tiempo, caídas y olvidadas…borradas ya las letras que recordaban el nombre de los difuntos, un todo rusticano como era el imaginario de Chiloé y los chilotes en los años 60. Todo parecía representar lo que Rogovin quería perpetuar y Trujillo describir en verso poético.
Pero estas reflexiones me han motivado a hojear nuevamente este libro. Hasta quiero pensar que el libro se alegró de tenerlo en mis manos y emanciparlo de la prisión del anaquel donde tal vez, se hallaba encerrado entre tantos otros, ceñidos en la estantería. Y, yo también agradezco la oportunidad de revisarlo después de leer tus comentarios de medido equilibrio para apreciar, cómo lo haces, desde una perspectiva novedosa y agradable de leer.
Creo también que Carlos Trujillo tuvo en este libro la primera ocasión de hacerse poeta lárico pues, parece que desde entonces no se ha apartado de sus raíces en esta encantada isla.