El volumen ofrece la documentada trastienda del viaje a Chile emprendido por el fotógrafo estadounidense Milton Rogovin con el objeto de retratar la vida en pueblos pequeños en el archipiélago de Chiloé, a principios del año 1967. Se incluyen las traducciones profusamente anotadas del diario de viaje, las memorias inéditas de Rogovin y la correspondencia pertinente, junto con una precisa cronología del itinerario y del proyecto en su conjunto. Una muestra de veinticuatro fotografías completan el libro. El viaje se realiza bajo el alero protector de Pablo Neruda, que acoge y orienta un plan todavía en ciernes, según se constata en la correspondencia que se inicia en junio de 1966. Un desconocido Rogovin le escribe al poeta pidiendo una colaboración, y éste le ofrece no solo sugerencias e ideas, sino también alojamiento en su casa de Isla Negra, contactos y hospedaje entre una amplia red de amigos en Chiloé y un texto de presentación para la serie fotográfica que resultaría del proyecto, oferta que finalmente se concreta en 1968.
Milton Rogovin se había iniciado como fotógrafo documentalista social retratando la experiencia de poblaciones marginadas de los EU a fines de los años cincuenta. Sus primeros trabajos incluyen imágenes de indígenas habitantes de reducciones del estado de Nueva York, de devotos afroamericanos en las iglesias de barrios pobres en la ciudad de Búfalo, donde el fotógrafo residía, y de trabajadores de la minería en la región empobrecida de los Apalaches. Cuando en julio de 1966 contacta por primera vez a Neruda con la propuesta de realizar un proyecto común aún bastante indefinido, Rogovin es un fotógrafo en el comienzo de una carrera promisoria, sin experiencia en América Latina, con la excepción de estadías breves en México, y sin dominio del español, pero con una identificación vital con el poeta chileno producto de la sensibilidad común y la cercanía ideológica. No por nada la prensa local lo había apodado “el rojo número uno de Búfalo” [“Buffalo’s number one red”1] cuando fue llamado a testificar ante el Comité de Actividades Antiestadounidenses del congreso de ese país, durante la persecución anticomunista del comienzo de la Guerra Fría. Uno de los méritos de Si no fuera por la lluvia es que permite reconstruir en todo su detalle un episodio particular que ilustra la influencia transnacional de Neruda, una figura tenida como propia y cercana por el fotógrafo documental. A pesar de no conocer demasiado su poesía (condición que, como informa la correspondencia, se encuentra subsanando en vistas al próximo encuentro), Rogovin creyó que el nexo con el poeta chileno le brindaba una plataforma suficiente de definición, legitimidad y potencial difusión a una incipiente tarea artística. El prestigio y el aura de Neruda lo avalan para lanzarse a una empresa cuyos contornos no visualizaba aún con claridad. Además, el episodio completo, rescatado en este notable libro, habla del sitial definitivo de Neruda en la cultura del mundo en la segunda mitad del siglo pasado.
“Encuentros y desencuentros de un viaje apresurado”, el minucioso estudio de más de 60 páginas que hace de introducción al volumen, documenta y explica tanto las alegrías y recompensas como los escollos y dificultades del fotógrafo durante su estadía en Chile. El acceso que Carlos Trujillo logró obtener a los archivos personales de Rogovin permite recobrar lo que pudo haber sido la experiencia del fotográfo viajero en entornos por completo ajenos: brevemente en el círculo de Neruda y sus cercanos en Santiago, Isla Negra y Valparaíso y, a continuación, durante las casi dos semanas que pasa en ciudades y caseríos de Chiloé, recogiendo imágenes. La temprana acogida del poeta a una empresa que no tenía más definición que el deseo de “fotografiar la vida de un pueblo pequeño” (177), acaso lo eximieran de una preparación más exhaustiva o, quizás, nos encontramos frente a una modalidad—la del viaje “en blanco”—que hoy en día resulta impensable, dada la (sobre)abundancia de información para ir a cualquier sitio, incluso a los que la perspectiva del viajero catalogara como “los más remotos”. El caso es que, como se desprende del acucioso estudio de fuentes del volumen, Rogovin parte a Chiloé con escasa idea de qué esperar y encuentra dificultades para negociar un entorno que se le torna a ratos chocante y hostil. Aquí radica otro de los méritos del libro, por cuanto permite adentrarse sin parcialidades en la mirada de quien, a pesar de solidarizarse profundamente con su objeto, activa de modo ineludible modelos imperiales, paternalistas y/o de autopromoción. Podemos reconocer en las descripciones del fotógrafo algunos de los gestos característicos de los primeros cronistas coloniales en el Nuevo Mundo cuando subrayan la abundancia, la diferencia, el contraste entre lo que esperaban encontrar en sus recorridos y lo que efectivamente hay, la “maravilla y la novedad” (38) que se apuntan en la introducción. La muestra fotográfica del volumen, por su parte, da testimonio de una capacidad de captar la dimensión social de realidades íntimas y cotidianas en un rincón del continente. Los retratos de hombres, mujeres y niños de Puerto Montt, Ancud, Caucahué, Quemchi y Choen hablan de una mirada externa pero sensible y respetuosa frente a una realidad que se desconoce2.
En contraste, según revela el análisis de Trujillo, la trastienda escrita establece el desencuentro e, incluso, la alienación del viajero con respecto a los sitios de Chiloé que recorre. Rogovin menciona las incomodidades del clima y medios de transporte, las diferencias de hábitos y costumbres, su incomunicación y la pobreza relativa de sus anfitriones y del entorno inmediato. Sin embargo, hay relatos y observaciones que indican que el fotógrafo tenía en sí el potencial de calar y contactarse con una realidad otra, como cuando observa, por ejemplo, un incidente en un destartalado microbús rural, la extraordinaria cultura política de los ciudadanos de un caserío perdido, el oficio de un zapatero en su taller, las peculiaridades del trabajo en una oficina de correos, o una noche de luna como “una astilla muy fina” (147). Pero “un agobiante sentimiento de frustración” (82) es lo que se instala pronto en él y lo hace abandonar intempestivamente Chiloé después de dos semanas de recorridos, sin concretar una cita de trabajo prevista con Pablo Neruda. Rogovin parte de Ancud, sin esperar la llegada del poeta, eludiendo la oportunidad de formalizar la colaboración entre ambos. Su progresiva alienación está capturada en su dimensión personal y sicológica en la bitácora del viajero de 58 años quien, de pronto, no puede hacer otra cosa más que marcharse: “El problema conmigo es que siempre estoy listo para seguir adelante, sin darme cuenta de que mi trabajo en un lugar recién ha comenzado” (148).
Hay, por lo tanto, un aspecto frustrado en todo el episodio del viaje de Rogovin a Chile que Si no fuera por la lluvia tiene la entereza intelectual de no escatimar ni adornar. El exponerlo hace más interesante y compleja la exploración del vínculo entre fotógrafo, lugar y poeta que se ofrece en este cuidado libro. Para muestra, un botón. El volumen contiene una reflexión de Rogovin que lo devela atento a un problema central de la representación, como es la dificultad ética de representar artísticamente el dolor ajeno: “El tipo de fotografía que yo hago presenta ciertos problemas sicológicos. Me perturba muchísimo entrar en algunas casas miserables (mejor diría casuchas). Sin embargo, algunos de esos lugares son visualmente apasionantes.” (149)
Las palabras que Neruda finalmente escribe en 1968 para presentar las fotografías chilotas de Rogovin apuntan a temas centrales de nuestra cultura que el volumen que reseñamos contribuye con total propiedad a desmontar. Escribe el poeta, celebrando la capacidad misteriosa del fotógrafo de capturar una realidad que le es distante y ajena, que
la tierra es perdidamente infiel: se entrega a las miradas forasteras y engaña nuestros ojos, nuestra indiferencia, nuestra costumbre. Tiene que venir Rogovin, fotógrafo de [...] los hijos humillados del Norte, para que él nos descubra el Sur, y se vaya con la verdad del Sur, con los ojos oscuros que nos miraron y no vimos, con la pureza pobre, patética y poética de la patria que amamos y no conocemos. (243-44)
Con una formulación congruente, lo señala el estudio introductorio de Trujillo, cuando se pregunta, “¿cómo fue posible que un extranjero que se sentía completamente alienado en el lugar donde estaba pudo enfocar el ojo tan bien y tan atinadamente para conseguir un trabajo fotográfico de esa zona que medio siglo después aún no ha podido ser superado?” (83). Es una interrogante que queda abierta a la reflexión del lector, pero la dialéctica entre desconocimiento y observación, indiferencia y revelación es la que se descubre en un capítulo olvidado de la historia de la poesía y fotografía chilenas, la cual podemos revisar ahora gracias a la labor de rescate y documentación de este importante libro.
1 Milton Rogovin. Social Documentary Photographer. “Chronology”. Consultado 2 de junio 2014. Web.
2 Una muestra más extensa se puede consultar en Nada queda atrás. Fotografías de Milton Rogovin. Poemas de Carlos Trujillo, Castro: MAM Chiloé;
EDITORIAL OKELDAN, ha encontrado en la red esta importante reseña del último título publicado hasta la fecha por nuestra editorial: Si no fuera por la lluvia. Milton Rogovin en Chile, cuyo autor es el poeta y académico chilote, Dr. Carlos Trujillo. Al mismo tiempo hemos considerado necesario dar a conocer a los seguidores de nuestra página los antecedentes bibliográficos (muy resumidos) tanto de la autora de este comentario, como de la prestigiosa revista que lo publica (A contracorriente, editada por la North Carolina State University, EE.UU.) en la convicción de que nuestros visitantes sabrán valorar la calidad de este escrito, el alto nivel académico de la revista aludida y los méritos del Dr. Carlos Trujillo (Universidad de Villanova, Pensilvania, EE.UU.), cuyo enjundioso trabajo ha generado la dedicación y el entusiasmo de tan brillante estudiosa de la literatura Hispanoamericana.
El trabajo que reproducimos, escrito por la Dra. María Luisa Fischer, docente del Hunter College de Nueva York EE.UU., fue publicado por la revista A contracorriente, revista de historia social y literatura de América Latina, editada por la North Carolina State University (Universidad Estatal de Carolina del Norte), EE.UU. Vol 12, Nº 1, Otoño de 2014, páginas 365-369, y se publica en nuestro sitio con los debidos créditos y autorizaciones.
María Luisa Fischer, Licenciada en Literatura por la Universidad de Chile y Doctora en Lengua y Literatura Hispánicas por Boston University, es Profesora Asociada en el Departamento de Lenguas Romances de Hunter College, Nueva York. Sus publicaciones mayores son: Neruda: Construcción y legados de una figura cultural. Santiago, Chile: Editorial Universitaria, 2008, e Historia y texto poético: la poesía de Antonio Cisneros, José Emilio Pacheco y Enrique Lihn. Concepción, Chile: Latinoamericana Reunida, 1998. Igualmente, ha publicado numerosos artículos sobre narrativa y poesía hispanoamericanas, principalmente sobre Pablo Neruda, José Emilio Pacheco, Antonio Cisneros, Enrique Lihn, Raúl Zurita y Roberto Bolaño.
A Contracorriente es una prestigiosa revista académica dedicada a los estudios de América Latina que tiene como objetivo fomentar el debate intelectual sobre la política de América Latina, la historia, la economía, la literatura y la cultura. Se publica gracias al auspicio de la Universidad Estatal de Carolina del Norte.