Feria del Libro de Castro, o, Cómo Mejorar Nuestras Condiciones Informativas De Vida

Creo que era Jorge Luis Borges el que afirmó que de los diversos instrumentos creados por el hombre, sin lugar a dudas el más asombroso era el libro. Los demás eran solamente extensiones de su cuerpo, mientras el libro era la verdadera extensión de su memoria y su imaginación.

Y si bien es extraordinario lo que dijo el escritor argentino respecto del libro, es más extraordinario que algunos locos crean en ello, y además, en un verdadero atentado contra el aburrimiento, la comodidad y la ignorancia, lo lleven a la práctica, de tal manera que el libro, sobreviviente épico en una sociedad que opta por lo visual y otras yerbas, durante algunos días se convierte en el protagonista y comunicador principal de la ciudad, a pesar de los pesares. Como para pensar que aún es posible “doblarle el cuello al jote”, como diría Nelson Antonio Torres.

En Castro, Chiloé desde el martes 16 hasta el sábado 20 de noviembre se reunieron libreros de editoriales y librerías locales y nacionales. Desde “Le Monde Diplomatique”, con sus libelos centrados en la actualidad política y sociológica del mundo, hasta “Animita Cartonera”, una réplica feliz de un proyecto social y literario, de los cartoneros argentinos. Tampoco faltó a la cita “Furia del libro” que aglutina a una serie de editoriales independientes (Cuneta, Multitudes), “El Bazar del libro”, “Ril”, “Zig zag”, “Ocholibros”, “Gnechen”, “Anay Libros”, “Libro Sur”, “Gran Pez”, “Autores Chilotes”.

Posiblemente esta Feria del Libro de Castro, no sea diferente a las otras Ferias de Libros que con mayor o menor cantidad de expositores y programa de actividades, se efectúan en el mundo contemporáneo. Posiblemente no acudieron las grandes editoriales del país. Sin embargo asistieron las no menos dignas y alternativas. Que se entienda que quiero recalcar el concepto de “Alternativo” en tanto condición que no puede ya obviarse de las prácticas creativas y de edición, pues se trata de una zona cada vez más vigorosa de la cultura, que instala sus banderas y entra a plantar sus árboles en medio del bosque de la cultura oficialmente establecida. Parecido destino tienen estas editoriales alternativas, sobre todo “Furia de Libro” y “Animita cartonera”, propuestas nada de desdeñables desde el momento que se atreven a efectuar una práctica de buena salud en torno al libro, una práctica que además eleva la creatividad a un espacio que va más allá de la simple edición y la muestra, pues hay en ello una evidente preocupación por lo social (o lo sociológico de la literatura). Además suman los bajos costos (para el lector, se entiende). Y ello se agradece doblemente.

El Departamento de Cultura de la Municipalidad de Castro, a través de la Directora Soledad Guarda Andrade, junto a Nelson Antonio Torres y Andrea Teiguel Alarcón, conformaron esta apuesta aparentemente más “humilde”, en términos de llevar al pasillo a los stand, a las grandes editoriales que operan en Chile (Solamente estaba presente la decana y legendaria zigzag). Sin embargo, dentro de esa aparente “humildad escenográfica”, es el libro (esa palabra humana escrita que acontece y no tiene término) el que termina actuando como el relacionador público, en un medio donde la palabra escrita justamente no suscita una esquizofrenia de seguidores. Pero algo hay y eso es significativo.

Por cinco días, en la capital de Chiloé, la Feria se convierte en un extraño fenómeno que incluso conmociona a la ciudad y en donde se puede vender textos, manuales, revistas, como si se tratara de la calle, esa librería al aire libre donde se comercializa el 23% (pirateados) de los libros en nuestro país. Nada de que asombrarse, como diría Parra, pues la calle es el segundo canal de comercialización de libros y por ello no podemos culparla. No olvidemos que nuestro país es uno de los que aplica un mayor impuesto sobre los libros (el 19% del IVA) en tanto países como Canadá y Estados Unidos, aplican un 7%, Bélgica un 6% , Portugal y Japón, un 5%, España un 4%, en fin, podríamos seguir la lista, pero además podríamos incrementarla con el nombre de Argentina, Colombia, Perú, Uruguay, Brasil, entre otros países, donde el libro goza de muy buena salud y tiene un 0% de impuesto.

Como digo, pese a ello, el libro se tomó la Feria y dejó de ser por algunos días el maltratado por el IVA, por el hábito masivo de la reprografía (fotocopia en las universidades), por la cultura que dictamina que comprar un libro es un gasto y no una inversión, etc., etc., Sin embargo no nos sigamos quejando. La apuesta contemplaba la presencia de Schwenke y Nilo, en un recital impecable y con la presencia del libro “Leyenda del Sur” que Rodrigo Pincheira escribió acerca del dúo valdiviano que han plantado un himno que está mucho más allá del Canto Nuevo, y mucho más acá, por suerte, para los seguidores que pasamos hace un buen rato la barrera de los cincuenta años. Mauricio Redolés trae música y poesía, porque es rockero y posee letras inteligentes, corrosivas, directas al hueso, puras de ironía y de convicción tiene este cantautor que anduvo por las inglaterras cuando costaba vivir y decir, al mismo tiempo, en este largo y dolido país.

La Feria tuvo espacio para todos, para los poetas, para las mesas de reflexión, para las Décimas de Mario Cárdenas, de Puerto Montt. O la poesía de Varsovia Viveros con su libro “Aguas”, la Antología Poética de Mario García, el libro “Desertores”, de Medardo Urbina, el libro de poesía “Güaitecas”, de Jorge Velásquez, en la mejor huella de AUMEN, Margarita Ovalle con “Lo extraordinario en lo ordinario”, David Añiñir con “Mapurbe Venganza a Raíz”, Jaime Ibacache con “Síndromes culturales en el archipiélago de Chiloé”, Alonso Azócar con “Fotografía pro indigenista, el discurso de Gustavo Milet sobre los mapuches”, nada para arrepentirse, poetas que se reencuentran, escritores que se llaman por teléfono, panelistas que interactúan con el público que le hace frente al frío y se mama parte de la noche para quedarse a escuchar la palabra distinta. Direcciones y correos electrónicos anotados, teléfonos y pistas guardadas celosamente se intercambian y se corrigen los afectos, se prometen envío de libros, se regala poesía, cuentos y discos. La humanidad se olvida de todo lo que no tenga que ver con lo que está escondido dentro de una portada y una contraportada.

Esta vez ocurrió nuevamente el milagro, y fue en Castro, Chiloé.

 

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