Ya hemos hablado sobre Cristian Díaz Caballero sobre su contribución al estudio de Chiloé, sus aportes arqueológicos y su valoración a nuestro patrimonio cultural en varios tópicos. También ha hablado de él Mariana Matthews, notable estudiosa de nuestra fotografía patrimonial, especialmente del sur de Chile y muy interesada en Chiloé, especialmente en la santería que conservan nuestras iglesias, salpicadas en las diversas islas de nuestro archipiélago. Mariana reside en Valdivia, es de origen germánico, pero tiene el corazón puesto en el sur de Chile. Nos halaga su sincero cariño por nuestras islas y su trabajo mancomunado con Bernardita Oyarzún, de Achao, y su vinculación con las Misiones Circulares, que iniciaron hace varios siglos los padres de la Compañía de Jesús, y que reeditó -hace pocos años- Bernardita bajo el alero de la iglesia Santa María de Loreto de Achao.
De una forma u otra todos los mencionados en esta síntesis están relacionados. Bernardita Oyarzún ha reunido una buena colección de fotografías antiguas de Achao y ha desarrollado trabajos en la imaginería chilota en las islas del interior ( Apiao, Alao, Chaulinec, Meulin, Caguach, Llingua, Lin-Lin, Tac, Butachauques, Cheniao, Taucolon, entre otras), a veces en compañía de Alberto Trivero, quien reside en Italia y ha rescatado una importante colección de imágenes de Chiloé entre los anticuarios de Europa. Mariana Mathews por otra parte ha reunido, rescatado y publicado obras completas de fotografía de los más importantes fotógrafos del sur de Chile entre los que destacan: Rodolfo Knittel (“RODOLFO KNITTEL. Fotógrafo y viajero en el sur de Chile” Margarita Alvarado. Mariana Matthews. Editorial PEHUÉN. Santiago de Chile. 2006). Hans Fahrenberg von Bischhoffshausen (Valdivia), Erico Volkmann (Valdivia) Gilberto Provoste (Castro), Armando Saldoval Rodolph (Río Bueno), Aurelio Sepúlveda (Valdivia), Bruno Peruzzo (Punta Arenas-Valdivia), Guillermo Franco (Valdivia), Mauricio Van de Maele (Valdivia), Rodrigo Muñóz ( Ancud), Eric Bertens (Llanquihue) y Fabiola Narváez ( Puerto Montt) entre otros en “FRAGMENTOS DE UNA MEMORIA” Fotografía en la Región de Los Lagos. Mariana Matthews. Editorial El Kultrun. Valdivia 2001. Y una dedicación especial al trabajo del importante fotógrafo Gilberto Provoste, quien residió en Castro entre 1930 y 1960, cuya síntesis resume Mariana Matthews en su libro “PROVOSTE” edición conjunta de El Kultrún y LOM ediciones. Santiago de Chile. 1997.
A toda esta importante serie de testigos gráficos de sus respectivos lares, se suma ahora el aporte de Christian Díaz Caballero, no como fotógrafo, sino como recopilador, estudioso y comunicador. En efecto, Cristian ha sido más conocido por su afición a la Arqueología, por su amor a la Antropología y por su deseo de valorar y conservar vestigios de la actividad humana (Organizador del Grupo de Amigos de la Arqueología en Castro, primero, y luego fundador del Museo Regional de Castro en la década de 1950-1960). Después de 1973 permaneció en el exilio en Noruega por 21 años y a su regreso a Chile, decidió residir en Castro donde cultiva su afición al dibujo y a la pintura de rostros, además de sus profundas investigaciones en Genealogía de algunas familias chilotas.
El aporte de Cristian Díaz Caballero al conocimiento fotográfico de Chiloé, consiste en la publicación de su libro “IMÁGENES DEL PASADO. Chiloé siglo XX”, Editorial OKELDÁN, Concepción 2015, obra que contiene alrededor de 300 fotografías de la primera mitad del siglo XX, de Chiloé, conjunto que se ve enriquecido con grabados de mayor antigüedad como los mapas de la villa de ACHAO de 1790 o más antiguo aún, un plano de Castro elaborado por alguno de los tripulantes del buque de Hendrick Brouwer, pirata inglés que asaltó la ciudad de Castro en 1640; del mismo modo se incluyen en este interesante libro las ilustraciones sobre el Chiloé de esa época, efectuadas por Conrad Martens, dibujante de la Segunda Expedición Inglesa a la Patagonia, quienes recorrieron Chiloé y la zona de los canales australes entre 1831 y 1835 y dejaron sus impresiones de ese Chiloé del siglo XIX tanto en sus escritos, bitácoras de viaje e informes, como en los dibujos que en este libro se muestran.
El autor nos cuenta la forma cómo surgió la idea de este libro…y nos dice en el prólogo: …”Todo comenzó allá por el año 2005: una lluviosa tarde del temprano Otoño chilote recibí una llamada telefónica de una muy querida amiga que en ese tiempo residía en Chonchi, para informarme que había llegado a sus manos un interesante paquete que contenía fotografías antiguas de Chiloé. El paquete en sí, venía con una indicación “que había que eliminarlas”; sin duda por la poca importancia que le confería su despreocupado dueño. Mi amiga –conocedora de mi afición por las cosas antiguas: libros, objetos de museo y otros elementos valiosos- suspendió la perentoria y destructiva orden dada por aquella persona y decidió llamarme. Escuché su voz al teléfono cuando me preguntó:
---¿Las quieres ver?
Viajé a Chonchi y –para hacer más corta la historia- me encontré con un grupo de 30 ó 40 fotografías de diferentes pueblos de Chiloé de la primera mitad del siglo XX, imágenes de calles, de puertos, de casas, de personas, de circunstancias laborales, una trilla, carretas, botes y lanchas…en fin, paisajes de un Chiloé arcaico, ya ido, desconocido y del cual quedan muy pocos vestigios o se han perdido completamente a no ser por el registro dejado por estos fotógrafos, generalmente anónimos.”
El autor consideró adecuado dar a conocer estas imágenes a la población y encontró eco en el director del diario El Insular de Chiloé, don Guillermo Canales quien le ofreció una columna que tituló “Imágenes del Pasado”, en la que fueron apareciendo día a día, semana a semana éstas y otras fotografías que los lectores del diario tenían perdidas entre álbumes antiguos y las hicieron llegar al diario para darlas a conocer. Así se reunió una cantidad de 300 imágenes que dieron origen al libro en comento.
Las fotografías no son imágenes artísticas ni de sofisticada factura. Son fotografías sencillas en su gran mayoría tomadas por habitantes comunes en sus pobres cámaras fotográficas de aquellos años, cuyo valor reside en que muestran un momento, una circunstancia importante para ellos y para sus vidas, como también valiosas para los estudiosos de aquella época. Por ejemplo aparece en una de ellas el primer hidroavión que existió en Chile, un avión anfibio modelo Keystone Loening Commuter, que aparece junto a la playa de Castro y al lado de él los miembros de las familias Yurac, Serka y Radic, en 1932. Se agregan a lo anterior fotografías de militares chilotes en la Guerra del Pacífico como los abuelos de Don Rafael Vivar de Achao; o una fotografía de Don José Domingo Canobra Barrientos, que luce grandes bigotes, como era la costumbre por el 1900, año de esta imagen. Don José Domingo fue en ese tiempo el Alcalde de Castro.
También se presenta la “plana mayor” del regimiento Pudeto de Ancud, en una imagen de 1902 enviada en forma de Tarjeta Postal, entidad que habría durado hasta 1925, año en que fuera traslada a Puerto Montt. Este hecho motivó manifestaciones de rechazo al gobierno de la época y en repudio no se celebró el 21 de mayo de ese año en ninguna de las ciudades o villorrios de Chiloé.
Una antigua imagen de la Plaza de Castro, que data de 1920 muestra el edificio del Cuerpo de Bomberos dotado de un corredor con arcos y columnas en su frontis y una hermosa torreta de tres cuerpos en el centro del edificio. Pintado de blanco, luce majestuoso. En ese edificio funcionó durante un tiempo el Liceo de Niñas de Castro. En el otro extremo de la fotografía aparece la Parroquia de San Santiago, antigua edificación de madera que fuera demolida en 1943 para dar paso a las edificaciones de gobierno actuales. Y en el centro de la plaza, un hermoso kiosco de madera que fuera donado por don Ciriaco Álvarez, el famoso ciudadano de Chonchi, también apodado el “Rey del Ciprés”.
Y así, poco a poco se van sucediendo las imágenes en este libro, cada una de las cuales tiene una breve descripción de la circunstancia y de los personajes que se identifican en ella. Están –sin duda- muchos de los abuelos de los actuales habitantes del pueblo, en aquellos tiempos cuando había trenes en la isla ( hoy muchos habitantes recientes dudan de la existencia del tren en Chiloé) y cuando los puertos de Castro, Chonchi, Quellón y Ancud eran visitados por 5 o más grandes buques a la vez, que hacían el cabotaje en esos años en los que no existía aún la carretera que une Ancud con Castro y cuando todo el desplazamiento de personas y carga se hacía por mar y por tren.
En este hermoso libro no quedan ausentes imágenes campestres o de localidades mínimas situadas en lejanas islas, como Meulín, Queilen, Melinca, Yaldad, Nercón, Rauco, Notuco, Quehui, Chonchi o Curaco de Vélez y tantos topónimos más, que reúne la realidad chilota de aquellos años.
Se pone en valor en este libro, la genial idea del autor de concebir esta recopilación en un libro, el sentido de búsqueda para recorrer los hogares al encuentro de aquellos viejos y empolvados álbumes de fotos familiares, dejados por los abuelos, la mayoría de ellos hoy no existen para contarnos sus respectivas historias. Con este libro, Cristian Diaz Caballero nos rescata una parte gráfica de Chiloé, desconocida en su mayor parte, que de otro modo se habría perdido en la noche de los tiempos, y las personas y objetos que allí aparecen se habrían desvanecido en el otoño de nuestras vidas. Ahora –por el contrario- este libro constituye una hermosa y abundante información gráfica e histórica que servirá para revivir el devenir de los abuelos pero además –a los estudiosos de Chiloé- para reconstruir un pasado que para muchos será tan fantástico, iluso e inexistente como “el caleuche”, pasado que sin embargo fue real, palpable y ahora es visible gracias a las imágenes de este libro.