Escrito por Medardo Urbina Burgos, de acuerdo a un relato del profesor José Eduardo Toloza
Don José Eduardo fue profesor de Educación Básica durante su vida laboral y terminó como Director de escuela en Talcahuano. Solía relatarme diversas historias acaecidas durante sus años mozos como Profesor Rural en la Comuna de Santa Juana alrededor de los años 1930. Una de estas historias es la que intentaré reproducir textualmente a continuación:
“En ese tiempo yo era profesor de la escuelita de Chacay, área rural situada en las lejanías montañosas de la Cordillera de Nahuelbuta. Después de las vacaciones de verano debíamos alcanzar nuestra escuelita montados a caballo. En efecto, lográbamos desembarcar del tren en la ribera norte del Bío Bio y un botecito a remos nos trasladaba a la orilla de enfrente. Allí –previo aviso- nos esperaba un apoderado con un caballo ensillado en el que montaba para alcanzar la lejana escuelita.
En aquella ocasión llegamos juntos un colega de otro sector vecino y yo. Alcanzamos la orilla opuesta del Bio-Bio ambos en el mismo bote. Nos esperaban sendos caballos y en ellos emprendimos la cabalgata a nuestros respectivos lugares de trabajo. En el camino encontramos a dos personas que transitaban a pie por los barrosos senderos del campo: eran padre e hijo de apellido Zanzana a quienes invitamos a subirse “al anca” de nuestras respectivas cabalgaduras. Mi colega subió al anca al más joven, mientras yo subí al padre, un hombre de unos 60 años en ese tiempo.
Y nos fuimos conversando de tantos diversos temas para acortar la mañana ya que la cabalgadura duraba varias horas. Los campesinos al anca permanecieron respetuosamente en silencio a tal punto que los dos profesores nos olvidamos de nuestros “jinetes al anca” y así fuimos hablando y riendo por el camino, hasta que al ver un trecho recto sobre una hermosa empastada se nos ocurrió:
---¡Echemos una carrerita!
Mi compañero asintió con entusiasmo y lanzamos nuestros caballos a correr a todo galope. Al cabo de varios minutos de “galopiar” desenfrenadamente ya le había sacado varios cuerpos de ventaja a mi colega y al llegar a la parte final de la empastada, levanté mi mano derecha declarándome ganador. Entonces me volví alegre y dichoso para ver llegar a mi compañero de carreras. Él venía galopando a unos 50 metros detrás de mi caballo y se apretaba la “guata” muerto de la risa actitud que yo no comprendía porqué. Al acercarse a mi caballo me dijo:
---¡Cómo no ibas a ganar …puh jetón… si como a un kilómetro de la partida se te pasó a caer el viejo! “