El Dr. Carlos Trujillo Ampuero demuestra estar permanentemente interiorizado y vinculado con Chiloé a pesar de la lejanía geográfica, --él reside en los Estados Unidos-- y a pesar de las múltiples actividades que le exige su programa académico en la Universidad de Villanova donde trabaja, se da tiempo para enviarnos interesantes colaboraciones como ésta, que publicamos en nuestra página de OKELDAN, contribución profunda, que agradecemos.
Medardo Urbina Burgos.
Editor.
Difícil dar con un adjetivo que encierre totalmente las proporciones de la calamitosa situación que se vive hoy día en Chiloé y en varias provincias de nuestro sur. De tan calamitosa y complicada la contingencia que viven mi gente y mi tierra, hasta la frase anterior me suena incorrecta o al menos imprecisa. ¿Podemos los chilotes seguir hablando de nuestro país? ¿Podemos realmente sentirlo así? ¿Cuán nuestro es realmente “nuestro país”? ¿Qué partes, qué bienes, qué recursos, qué reservas naturales de este largo territorio llamado Chile son realmente nuestras, es decir del chilote y del chileno común? Tarea difícil dar con el adjetivo apropiado en un país que reparte o regala todo “lo nuestro”, desde el agua potable hasta el inmenso océano, a grandes empresas y capitales nacionales y extranjeros con la anuencia cómplice, es decir, con la vista gorda y el oído sordo de una clase política más interesada en el bien personal que en el bienestar de sus representados.
Difícil la tarea que me he propuesto, pero como no quiero quedarme en el intento, pienso en grave, triste, afligida, atribulada, desesperada, angustiosa, dolorosa, infortunada, trágica, desastrosa, vilipendiada, maltratada… y paro de contar, resignándome a la tristeza de no encontrar el adjetivo preciso porque tan grave se ha vuelto la situación del pueblo chilote que para describir la desmesuradamente horrible contingencia que enfrentan sus habitantes, aun la acumulación de todos esos adjetivos no alcanza a pintar de manera precisa la situación que allí más que vivirse se sufre.
Y como si todo esto fuera poco, mujeres y hombres de Chiloé, comparten su mate amarguísimo de pena, rabia y frustración, ante la vista gorda y los oídos sordos de los políticos, comenzando por la propia señora presidenta que ha preferido embarcarse en un viaje con el objeto de atraer nuevos empresarios europeos a los que se les ofrecerá el oro y el moro para que se hagan aún más ricos y poderosos a costa de lo nuestro, destruyendo o exterminando nuestros recursos y, tal vez, dejándonos algunas migajas para acompañar la planificada destrucción.
Si he titulado esta nota “Chile contaminado” no ha sido por error. Por supuesto, que no ha sido por error. El diccionario de la RAE define la palabra contaminar como: 1. Alterar nocivamente la pureza o las condiciones normales de una cosa o un medio por agentes químicos o físicos. 2. Contagiar o infectar a alguien. 3. Alterar la forma de un vocablo o texto por la influencia de otro. 4. Pervertir, corromper la fe o las costumbres. 5. Profanar o quebrantar la ley de Dios. Parodiando un poema de Nicanor Parra invito a los lectores a marcar la respuesta correcta, en relación a cuál de las definiciones anteriores corresponde a la situación actual de nuestro país y, por supuesto, a Chiloé y la zona sur que son el objetivo principal de esta nota.
Cuando la corrupción se ha adueñado de Chile
Cada vez que alguien se atreve a decir que Chile es un país corrupto, rápidamente los medios de información encubren la noticia o ponen las manos al fuego defendiendo “los altos valores de la patria”. “Otros países lo son –dicen--, pero afortunadamente Chile no lo es”. Esta defensa tan ignorante como ilusa que por años muchos compatriotas han aceptado casi a rajatabla, se ha vuelto cada día más indefendible porque la pequeña cuota de verdad que le quedaba ha terminado desmoronándose a la vista de todos.
Porque ¿cómo puede decirse que no es corrupto un país donde la esposa del ex-dictador, quien nunca fue juzgado por su sistema judicial, se ha vuelto la dueña legal de más de un centenar de propiedades a lo largo del territorio sin haber pagado nunca ni un solo peso por esos bienes? ¿Cómo no va a ser corrupto un país en el que varios herederos de la dictadura se han vuelto dueños de gran parte de los recursos naturales, pese a que antes de los generosos traspasos hechos por el capitán general andaban con una mano adelante y otra atrás? ¿Cómo no van a ser corruptas las instituciones si permiten que una simple sargento segundo del ejército sea detenida por delitos de fraude al fisco y falsedad militar por más de $ 1.400 millones, y un cabo de la misma institución haya gastado $ 2.368.000.000 de la ley reservada del cobre en máquinas tragamonedas? ¿Qué se podrá esperar de militares de mayor rango?
La lista hechos como los anteriores podría volverse interminable, pero no quiero cerrarla sin antes preguntar, ¿cómo podría decirse que no es corrupto un país en el que uno de los nuevos ricos que nos dejó la dictadura, y ex-yerno del propio dictador, haya financiado las campañas de una multitud de políticos chilenos de todos los sectores, y con ello se haya ganado una vez más y en condiciones excepcionales la generosa vista gorda y los maravillosos oídos sordos de esos mismos señorones hacedores de leyes?
La provincia, territorio inexistente de Chile
La Constitución Política de la República de Chile en su Capítulo I (Bases de la institucionalidad), artículo 1°, afirma que “Las personas nacen libres e iguales en dignidad y derechos”. Y unas líneas más adelante informa que “El Estado está al servicio de la persona humana y su finalidad es promover el bien común, para lo cual debe contribuir a crear las condiciones sociales que permitan a todos y a cada uno de los integrantes de la comunidad nacional su mayor realización espiritual y material posible, con pleno respeto a los derechos y garantías que esta Constitución establece. Es deber del Estado resguardar la seguridad nacional, dar protección a la población y a la familia, propender al fortalecimiento de ésta, promover la integración armónica de todos los sectores de la Nación y asegurar el derecho de las personas a participar con igualdad de oportunidades en la vida nacional.”
Tras una rápida lectura de esta delirante parrafada que se nos lanza sin ni un poquito de vergüenza tendría que volver a citar al antipoeta, para decirle a nuestros gobernantes “¿Vai a seguir?”
¿Se le podría pasar por la mente a nuestros gobernantes y a la clase política redactora de leyes y constituciones que un provinciano o proviciana, y muy particularmente un chilote o una chilota, en este caso, podría tomar en serio eso de que en nuestro país “Las personas nacen libres e iguales en dignidad y derechos”? ¿De qué derechos me habla dirá cualquier pescador, mariscador, dueña de casa, estudiante, camionero, agricultor o colectivero chilote que ha visto por décadas la desidia del gobierno central en relación a los problemas que desde hace mucho tiempo vienen aquejando a la isla? ¿De qué igualdad y derechos si la igualdad no se ve por ninguna parte y los derechos son propiedad exclusiva de los dueños de las lucas y del poder político?
Pero como los redactores de la constitución parecen ser unos humoristas consumados el chistoso texto agrega que “El Estado está al servicio de la persona humana y su finalidad es promover el bien común, para lo cual debe contribuir a crear las condiciones sociales que permitan a todos y a cada uno de los integrantes de la comunidad nacional su mayor realización espiritual y material posible, con pleno respeto a los derechos y garantías que esta Constitución establece”.
Para no quedarnos en ese punto, avancemos un poco más en el texto, sin siquiera apartarnos de la primera página: “Es deber del Estado resguardar la seguridad nacional, dar protección a la población y a la familia, propender al fortalecimiento de ésta, promover la integración armónica de todos los sectores de la Nación y asegurar el derecho de las personas a participar con igualdad de oportunidades en la vida nacional”. Con razón se dice que no hay peor pecado que creerle a un político. Porque si usted lo piensa, y yo lo animo a hacerlo, ¿le parece a usted que alguien con un poquito de criterio y sentido común podría pensar que en Chile, la mariscadora, el pescador artesanal, la dueña de casa, el agricultor, el profesor rural, el pequeño comerciante y el pintor de brocha gorda, tienen igualdad de oportunidades con los dueños de las empresas salmoneras y los dueños de los bancos? Qué pena que nadie en el país se dé cuenta de esto y, por lo mismo, no haga uso de esas tremendas oportunidades que nos otorga la constitución. Hay que ver que estamos mal, puesto que según se lee en los párrafos anteriores, el Estado nos ha regalado una constitución magnífica y nosotros simplemente no hacemos uso de los privilegios que nos otorga. ¿Chistoso, no?
Pero esto no es chiste
Podría comenzar enumerando una extensa lista de desaires, menosprecios, maltratos, subestimaciones y actos de indiferencia del poder central por la isla, el archipiélago y sus habitantes, pero el tema que nos mueve es la contingencia chilota en este mayo de 2016. No voy a ir a los detalles, ni a su historia, que para eso se requeriría tiempo, además del espacio de otras páginas. De modo que vayamos a unos cuantos asuntos que me parecen esenciales:
El gobierno de Chile, tanto el actual como todos los que lo han precedido han fallado en pensar Chiloé como territorio de Chile. Han fallado en crear empleos, en pensar en una economía sostenible para el archipiélago, en crear universidades, en dotar a la provincia de un hospital digno de una sociedad del siglo XXI, porque no es posible que el año 2016 los chilotes todavía tengan que llevar a sus enfermos a Puerto Montt, Valdivia, Temuco o Santiago, porque nuestros hospitales locales no cuentan con los medios, ni con los especialistas necesarios.
El estado chileno, ha jugado un papel nefasto en el desarrollo de una industria salmonera absolutamente excesiva, sin poner ningún tipo de control estatal. Hagamos una ecuación simple. ¿Qué pasaría si en un terrenito donde se puede criar diez vacunos alguien decide poner quinientos? La respuesta será, eso es imposible, porque no habrá pasto ni espacio suficiente para esa cantidad de animales. Y claro que es así, pero si esos animales volaran sería cosa de construirles una gran jaula y echarles alimento para que crezcan y engorden. Y una vez más, usted me dirá, pero eso tampoco es possible porque esas quinientas vacas tendrán en algún momento que bajar a dormir. Y veo que nuestra conversación va por buen camino, y que ambos estamos entendiéndonos. Pero como soy porfiado sigo con las vacas voladoras, que no solo comen y vuelan sino que también tienen que defecar. Y es aquí donde se nos empieza a crear el problema, porque esas vacas que comen, se reproducen y defecan van acumulando tal cantidad de excrementos en esa jaula que llega el momento en que la jaula, a pesar de toda su altura ya no tiene lugar para el vuelo de las vacas. ¿Se entiende ahora?
Hasta antes de la llegada de la industria salmonera los mares de Chiloé eran riquísimos en peces y mariscos. Y lo que era mejor aún, las especies que abundaban en nuestros mares y costas eran especies propias de esas costas y esos mares. Es cierto que esos peces no volaban sino que igual que las especies traídas por los destructores de nuestro sistema ecológico, solo tenían la sana costumbre de nadar.
Los peces de nuestros mares nadaban igual que los salmones traídos de otras latitudes. Pero la gran diferencia es que esos peces nadaban libremente por el mar y se movían de un sitio a otro llevados por las corrientes, por los cambios de temperatura y, por supuesto, por la abundancia de alimento. Es decir, los peces, igual que los seres humanos, tenían su proceso natural de vida y se movían hacia los lugares donde pudieran saciar de major manera sus faltas. Pero un día llegaron las salmoneras y como vieron que no era posible hacer volar las vacas, y los cerdos tampoco quisieron incursionar en el arte del vuelo, decidieron parcelar el mar construyendo jaulas para amontonar miles y miles de salmones en un espacio reducido, hacinar millones de salmones en espacios tan reducidos que en vez de salmones en el mar, llegaron a parecer sardinas en latas. Y, discúlpenme la fea palabra, estos salmones también cagan y lo que cagan está lleno de químicos que les han agregado a sus alimentos para hacerlos crecer más rápidamente y para darles ese atractivo color entre rojo y naranjo que enloquece a los consumidores.
¿Qué fue lo que pasó entonces? Entonces ocurrió lo de la historia de las jaulas de las vacas voladoras y así fue como nuestros canales de aguas limpias, claras y llenas de vida, se empezaron a transformar en mares enfermos a causa de la acumulación excesiva de fecas y de químicos que nada tenían que hacer en esos lugares. Año a año, la situación fue haciéndose más evidente y año a año la comunidad chilota y, en particular, los pescadores y los mariscadores “pararon la oreja”. Pero como esa igualdad de derechos y oportunidades que menciona la constitución solo existen en las páginas de esa misma constitución, el estado chileno igual que las autoridades locales, provinciales y regionales, nunca hicieron nada, y su desidia fue tan grande que pese a saber que estaban creando el andamiaje para una catástrofe ecológica y social de proporciones, no hicieron nada porque la vida y el bienestar del chilote nunca les ha importado. Mucho menos si preocuparse del chilote los obliga a hacer algunas inusuales exigencias a los dueños del papá dinero.
Y así estamos
Ahora nos ha llegado la marea roja que, por supuesto, algo tendrá de marea roja. Pero como en este país se ha corrompido todo y ya no es posible creerle a nadie, es muy difícil aceptar que solo se trate de la marea roja. Y no se trata de que rechacemos las evidencias sino que se hacen muy cuestionables el silencio de las autoridades y la falta de estudios científicos serios sobre las causas y la magnitud real del problema.
Si desde hace meses se venían denunciando los efectos de la marea roja por qué no se tomaron las medidas adecuadas. Y si la presencia de la marea roja era conocida por la industria salmonera y por las autoridades del ramo por qué se decidió arrojar al océano una enorme cantidad de toneladas de salmones muertos.
Si digo una enorme cantidad sin entregar la cifra exacta es porque ni siquiera en ese dato que debe estar en alguna parte (industria salmonera, Sernapesca, Armada de Chile) hay acuerdo. Unos informan que se arrojaron 9.000 toneladas, otros que 4.655 toneladas, y otros que “sólo” 4.000. Pero si bien esas son las posibles cantidades de salmones arrojados al océano, la cantidad de salmones muertos fue muchísimo mayor: entre 32.000 y 40.000 toneladas según informan varios sitios de internet tanto en inglés como en español.
Dado que esas presuntas 4.000 o 9.000 toneladas arrojadas al océano solo serían un diez o un veinte por ciento de la totalidad de los salmones muertos, ¿qué hicieron las empresas salmoneras con el restante 80 o 90%?
Es sabido que cuando hay dinero de por medio, los dueños del poder cuentan con un enorme contingente de asesores para crear respuestas creíbles, de modo que no dudamos que su capacidad fabuladora intentará por todos los medios demostrar que sólo botaron unos pocos pescaditos y que el resto se hizo humo o aprendió a volar y emigrpo hacia otros planetas.
La tragedia
Es cierto que después de la guerra todos son generales. Afortunadamente, yo no soy amigo de las guerras ni nunca intentaré creerme general. Pero de todas maneras puedo asegurar que la crisis que está viviendo nuestro mar y la que está sufriendo nuestra gente fueron completamente previsibles. Con esto no estoy acusando ni a los pescadores, ni a los mariscadores y mariscadoras ni a ningún chilote que por generaciones ha tenido en el mar su tradicional fuente de trabajo y de vida. A ellos no les cabe ni una milésima de culpabilidad. Pero sí debemos culpar y castigar con las penas del infierno a quienes sí lo sabían, o si no lo sabían fue por pura codicia o desidia.
Y es aquí precisamente donde se da el único equilibrio en esta dolorosa cadena de desequilibrios. El único equilibrio que encontramos en esta triste historia es el que se da entre el gobierno y la industria salmonera. Un equilibrio tan odioso como enfermizo. Ambos están enceguecidos por el ansia de dinero, un ansia tan grande que les impide ver que la riqueza de unos ha provocado no solo la pobreza y el maltrato de otros sino que, esencialmente, el deterioro de la vida de nuestro mar. Así, mientras los salmonicultores se mantienen en completo silencio, la presidenta pasea por Suecia e Inglaterra acompañada por un grupo de empresarios y hasta tuvo por allí la oportunidad de dictar una charla titulada “Los desafíos de la política de bienestar desde una perspectiva chilena”.
No dudamos que es importante fortalecer los lazos empresariales con los países europeos, pero en el momento actual tenemos la completa seguridad de que su presencia sería muchísimo más importante en Chile, específicamente en Chiloé, para ayudarles a esos mismos chilotes que la apoyaron para que llegara al poder, a enfrentar los desafíos de una política de bienestar de la que parece saber mucho, pero que aún no ha empezado a llevar a la práctica.
Carlos Trujillo
Associate Professor
Department of Romance Languages & Literature
Coordinator of Villanova Summer Program in Valparaíso, Chile
Villanova University
Havertown, Pensilvania, 13 de mayo de 2016