Chiloé, mi tierra querida
con sus campos y playas sin fin
pues sus naves te cruzan muy erguidas
augurando un futuro feliz.
(Himno a Chiloé)
Desde chicos nos enseñaron que Chiloé era diferente al resto del mundo y, de hecho, lo era. Más tarde, cuando salimos al continente para asistir a la universidad empezamos a entender cuán diferentes éramos los chilotes, y qué enormes eran las diferencias que existían entre nuestra habla, nuestra cultura y, particularmente, nuestra forma de vida en medio de una naturaleza pródiga e impoluta, con las del resto del país, y qué decir, del resto del mundo. Un mundo que, por esos años, conocíamos sólo de oídas.
INCERTIDUMBRE. esta anciana chilota mira el futuro con incertidumbre:
¡La contaminación está matando nuestro Archipiélago!
Pasaron los años, luego las décadas, y la imagen de nuestro archipiélago se fue transformando en una serie interminable de festivales costumbristas para mostrar al mundo (llámese principalmente turistas de la zona central del país) la belleza y la riqueza culinaria del Chiloé tradicional que, paradojalmente, vinieron aparejados con la extinción casi total de esas fiestas (reitimientos, mingas, majas, medanes) en todo nuestro archipiélago. Es decir, la venta y difusión al visitante de otras tierras de un Chiloé que dejó de existir en gran medida por esas mismas festividades veraniegas que transformaron la cultura y el espíritu solidario del chilote en un negocio. En un negocio, seguramente rentable, pero de escasa duración.
Las tiraduras de casas se extendieron por doquier. Y hasta se ha dado el caso de que la misma casa se tire cada verano, para delicia de los turistas, de los fotógrafos y de los canales de televisión. Es decir para el negocio veraniego. Pero aquí mi pregunta y la de muchos coterráneos es, ¿dónde quedaron el espíritu y la razón de ser de la tiradura? ¿En qué matorral quedaron enredados?
Pensar en Chiloé era pensar en mitos, leyendas, mingas, medanes, viajes a la Patagonia argentina, sin olvidar nuestro particular lenguaje y nuestro tono cantadito reconocible en cualquier lugar donde nos encontráramos. Pensar en Chiloé era pensar en mares limpios, playas limpias, abundancia de pesca y marisca, corrales de pesca, corrales comunitarios en los que cada vecino sacaba lo estrictamente necesario y compartía con sus vecinos.
Como he dicho en el párrafo anterior, eso era Chiloé. O, por lo menos, eso era Chiloé para la mayoría de los chilotes. Un archipiélago donde, a pesar del frío y la lluvia y la presencia casi invisible de una humedad permanente que calaba los huesos, era posible disfrutar de una vida tranquila en la convivencia con los parientes, los vecinos y los amigos, y con la solidaridad como marca mayor del espíritu chilote. ¿Quiero decir con esto que no había faltas ni dolores? Por supuesto que no, puesto que las había en abundancia, como las sigue habiendo hoy, en que a pesar del constante flujo de dinero que muestran las estadísticas de la economía nacional, nuestro archipiélago continúa sufriendo una gran deficiencia en el sistema hospitalario (llámese, falta de buenos hospitales de acuerdo a los estándares del siglo XXI, falta de especialistas, falta de camas en los centros de salud, etc., etc.). Asimismo, con una población que ha aumentado notablemente en los últimos 50 años, todavía seguimos con el sueño de una gran universidad en nuestra isla grande. De un centro de estudios superiores con todas las de la le: con profesores de primera línea, estudios de post-grado y todo lo que implica mirar hacia el futuro o, mejor dicho, ir construyendo el futuro en nuestro presente.
Cisnes de cuello negro en las cercanías de Puente de Tierra en Castro. Otra de las bellezas escénicas que está en riesgo
El Chiloé de hoy
Hace tres años el archipiélago y todos sus habitantes sufrieron el ataque de una marea roja espeluznante. Una marea roja cuyas causas nunca fueron explicadas con la verdad ni con estudios serios hechos por instituciones independientes, que no estuvieran atadas de manos o pagadas por los mismos entes que pidieron hacer esos estudios. De manera que todo quedó allí, en el territorio de lo inexplicable, que es precisamente donde empiezan a generarse los mitos. ¡Cuidado con la tierra de los mitos señores empresarios!
Tres años después, es decir ahora mismo, fines de mayo de 2019, la población de Chiloé se enfrenta a un problema tal vez mayor. En el que la mayor diferencia es que esta vez no se trata de la contaminación del mar; de ese enorme, y ya gravemente contaminado, que a simple vista llega a parecer infinito, sino del sector de Mocopulli, ubicado en el centro mismo de la isla grande de Chiloé. Una isla grande, pero pequeñísima si la comparamos con el territorio continental de nuestro país.
En esta isla y en el archipiélago adyacente tenemos dieciséis que han sido consideradas Monumento Histórico Nacional de Chile y, desde el año 2000, Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. Igualmente, leo en varios sitios de internet que Chiloé ha sido declarado Sistema Ingenioso de Patrimonio Agrícola Mundial (SIPAM) por la Organización de la Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura. Un reconocimiento similar al de las iglesias pero en el ámbito agrícola, por su aporte a la seguridad alimentaria, biodiversidad y desarrollo sustentable. Para sumar a lo anterior, recorro las calles de Dalcahue y en varios puntos encuentro un cartel que dice “Dalcahue, ciudad limpia”, e imagino que lo que quisieron decir fue “Dalcahue, comuna limpia”, pero los hechos que mencionaré a continuación indican todo lo contrario.
Y ese mar que tranquilo te baña...¿Cuál futuro será el que te ofrezca?
La batalla de Mocopulli por un Chiloé libre de contaminación
La comunidad dalcahuina se ha cansado de aceptar el doble standard que existe en la apreciación de su comuna. Por un lado, la idílica imagen que se vende al turista de una comuna limpia, amable, de tierras y mares fértiles, gente amable, vida más sana que en cualquier lugar del planeta y, por supuesto, asados al palo, curantos, artesanía en lana, tours por los canales, y todo lo que se le quiera agregar. Pero junto a esa imagen demasiado hermosa para que sea totalmente cierta, hay una versión horripilante de la comuna que ha ido creciendo sin parar aupada de igual manera por la vista gorda de las autoridades locales, regionales y nacionales, y por otro de los empresarios salmonicultores y mitilicultores que en varias décadas de negocios buenísimos y ganancias inimaginables no han hecho absolutamente nada para transformarse en una industria que sea ejemplo de sustentabilidad y de respeto por el ecosistema. Dirán que eso es caro. Pero habrá que responderles que las ganancias se lo permiten, que el pobre mar nuestro de cada día les permite llenar sus bolsillos y sus cuentas bancarias, y que usan y abusan sin ninguna limitación ni impedimento de este pobre y torturado mar sin pagar ni un solo peso. ¿No les parece surrealista esta situación?
Por este nefasto atropello contra el derecho de vivir una vida sana en un lugar saludable y libre de contaminación, las organizaciones sociales de la comuna de Dalcahue han decidido expresar públicamente su indignación frente a la existencia de seis vertederos industriales en el sector de Mocopulli y exigen que las autoridades locales, regionales y nacionales tomen cartas en el asunto respecto a las constantes vulneraciones de los derechos fundamentales que sufren día tras día a causa de la contaminación.
El pliego de peticiones que les fue entregado tres días atrás, en la ciudad de Castro, al alcalde de Dalcahue, al gobernador de Chiloé, al intendente regional y a cinco subsecretarios del gobierno fue el siguiente:
- Terminar con la zona de sacrificio en la que nos hemos transformado y que afecta a nuestra comunidad.
- Detener inmediatamente el envío de los desechos domiciliarios de la Comuna de Ancud y el envío de estos a un lugar que cumpla con las condiciones adecuadas para su recepción.
- El cierre de los vertederos industriales Aconser Mocopulli, Punahuel y Resiter, que no cuentan con patente municipal, ni RCA (Resolución de Calificación Ambiental) y, por tanto, se encuentran incumpliendo la normativa ambiental.
- La inmediata presentación de un plan de cierre para el vertedero municipal de Castro que no cuenta con resolución sanitaria para funcionar y que se debió cerrar el año 2012.
- Un plan de mitigación de los daños ambientales para el vertedero industrial Corcovado, que pese a haber cerrado hace varios años ha generado impactos tan grandes que hasta el día de hoy es una problema latente para la comunidad.
- El cierre de la planta Cal Austral S.A. que ha sido sancionada por la Superintendencia de Medio Ambiente y es un constante problema para los vecinos y vecinas del sector.
- Detener la apertura de la planta Fiordo Austral, hasta que consideren filtros con tecnología suficiente para la emisión de olores
- Exigimos que los tiempos para estas acciones sean cortos y establecidos de antemano.
- Detener el crecimiento de lo que se ha transformado en un parque industrial y presentar un plan de desarrollo para el sector que considere un cambio significativo para la comunidad, dando énfasis a actividades de bajo impacto ambiental y de recuperación del ecosistema dañado.
Ayer mismo hubo empresas que empezaron a ponerse el parche en la herida abierta por ellos mismos tratando de atemorizar a la comuna y principalmente a quienes trabajan para ellas y a sus familiares, manifestando que deberán parar sus tareas y, con ello, habrá una enorme cantidad de desempleados.
No es necesario hilar muy fino para entender que habría que ser muy ciego, o muy caradura, para no ver que una industria cuyos ingresos superan anualmente los cinco mil millones de dólares, que al cambio de hoy son $ 3.525.000.000.000 de pesos chilenos (hagan el ejercicio de tratar de leer esa cantidad), tienen el capital suficiente para construir sus propios vertederos y plantas de reciclaje con la tecnología más avanzada, utilizando algo de sus ganancias para reparar los daños, muchos de ellos irreparables, que han provocado en nuestro frágil ecosistema y en nuestra sufrida población.
Mañana a las cuatro de la tarde en la escuela de Mocopulli, todos estaremos esperando la respuesta de las autoridades, en la persona del señor intendente regional, y allí se verá si tendremos que seguir sufriendo la acumulación diaria de aproximadamente 700 toneladas de desechos industriales en terrenos de Mocopulli o comenzará una nueva vida para los pobladores. De todos modos, las organizaciones sociales de la comuna ya tienen preparada su respuesta.
Altos de Astilleros, 29 de mayo de 2019
Plástico, lodo y gases esperando liberarse