.-¡Magallanes!, ¡Magallanes!
Fueron las últimas palabras que emitió la débil voz de Don Bernardo O”Higgins, el Padre de la Patria, desde su lecho de enfermo en la hacienda de Montalbán en Perú. Y no fue en vano. En efecto, en ese tiempo, el naciente Chile tenía sus dominios por el sur sólo hasta Chiloé y todo el territorio insular de la desmembrada Patagonia era “tierra de nadie”. O”Higgins y otros hombres visionarios de la época habían previsto la importancia enorme que tendría para Chile la posesión del territorio llamado ya en ese tiempo Magallanes, en honor al descubridor del estrecho – el 21 de octubre de 1520- , el explorador portugués al servicio de España, Don Hernando de Magallanes, nombre que se conserva hasta nuestros días. Importancia derivada del hecho que el Estrecho de Magallanes estaba adquiriendo en ese entonces la mayor relevancia como única vía para alcanzar el Océano Pacífico y todos los territorios bañados por este extenso mar, para los navíos procedentes de Europa con fines comerciales, y desde allí, alcanzar las costas de Asia, lugar de origen del lucrativo negocio de las Especias. Anexar oficialmente para Chile ese territorio era de importancia crucial desde el punto de vista geopolítico y comercial.
Las pretensiones territoriales de Francia.
Se tenía noticias derivadas de serias fuentes (espías chilenos en Francia), que los franceses estaban preparando un buque de guerra –la Phaéton- con nutrida dotación de oficiales que se dirigiría al Estrecho de Magallanes a fin de tomar posesión oficial del territorio (Diego Barros Arana) y era, en consecuencia, imperioso adelantarse a las pretensiones de ese país o de cualquier otro.
La construcción de la “Ancud”
El gobierno del presidente Bulnes tomó de inmediato las precauciones y encargó la construcción de una embarcación que cumpliera con las especificaciones mínimas para transportar hombres y pertrechos para el asentamiento definitivo de algunas pocas familias en ese territorio austral. Los chilotes eran buenos marineros y expertos constructores de embarcaciones de madera:(botes, chalanas, chalupas, lanchas, goletas y chatas), por tradición familiar. Eran además hombres resistentes al frío, por haber nacido en una zona lluviosa, de clima tempestuoso y gélido adaptándose por siglos a condiciones extremas. Laboriosos, hábiles pescadores y conocedores de los recursos marinos presentes en las playas, que permitirían una mejor subsistencia en medio de un clima hostil en el extremo austral de América.
La tripulación de la “Ancud”
La embarcación en cuestión debería ser construida en Chiloé por los mismos chilotes. El encargo surtió efecto y comenzó la rápida construcción de una goleta en un astillero improvisado en una playa situada a los pies de Ancud, cuyas dimensiones eran 15 m 54 cm. de eslora, por 2 m 78 cm. de puntal y 3 m 80 cm. de manga, la cual quedó terminada y en condiciones de ser aparejada con velamen y vituallas a fines de Abril de 1843. La urgencia de la expedición determinó que el viaje se hiciera en pleno invierno. El 23 de mayo de 1843 la “Ancud” se hizo a la mar llevando como capitán a Juan Williams Wilson, además de un científico alemán llamado Bernardo Eumon Philippi, totalizando 21 tripulantes entre los cuales había marineros y soldados, dos de los cuales llevaban a sus respectivas esposas. Entre las vituallas iban dos cañones con sus respectivas municiones, un gallinero, dos cerdos, tres perros y una cabra preñada, además de herramientas y alimentos para unos 4 meses de navegación… y dos chalupas de tiro. A este “sui generis” e improvisado grupo de colonización se agregaría más tarde el práctico descendiente de irlandeses y conocedor de los canales australes Don Carlos Miller Norton(*), a quien pasaron a buscar a Curaco
(*) El comandante de la misión, Capitán Williams , al referirse a Carlos Miller Norton, anota en la bitácora de viaje de la Goleta Ancud, lo siguiente: “ En la mañana del 26 de mayo ( de 1843) abordó a la goleta una lancha de Curaco en la cual iba como patrón de ella don Carlos Miller Norton, sujeto que desde hace muchos años se ocupaba de la pesca de lobos i gatos marinos en el Estrecho de Magallanes i en las islas Guaitecas i Chonos i como manifestase una inquebrantable decisión por formar parte de la empresa que acometía la goleta, lo acepté como práctico por el pago de 10 pesos mensuales”.
de Velez con lo que la tripulación total quedó formada por 22 personas.
El Derrotero
Zarpando de la bahía de Ancud, el pequeño buque ingresó al Canal de Chacao en dirección al Mar Interior de Chiloé. Recaló en Quemchi y luego se dirigió a Dalcahue y a Curaco de Vélez donde el práctico Carlos Miller Norton se integró a la tripulación. Así se dirigieron al sur trasponiendo el Golfo Corcovado y alcanzaron el archipiélago de las Guaitecas, laberinto de canales donde debieron soportar tempestades terribles que provocaron la pérdida de una de las chalupas de arrastre. Buscaron la chalupa durante 4 días, sin resultados positivos. Se dirigieron luego a Puerto Americano, donde lograron encontrar la tranquilidad de las aguas y la presencia de bosques de ciprés, material indispensable para la construcción de una nueva chalupa.
Días más tarde nuevos temporales acometieron a la Ancud en las inmediaciones de la Península de Tres Montes, próximos a ingresar al Golfo de Penas y los sucesivos bandazos de mar picado provocaron una avería importante bajo la línea de flotación, de tal modo que los alimentos flotaban en el interior de la goleta. Cuando todo indicaba que zozobrarían con la muerte inminente de toda la tripulación, el capitán logró hacer encallar la embarcación en una playa adecuada para proceder a las reparaciones del casco. Allí se dieron cuenta que además de la rotura del timón, un gran boquete abierto a estribor exigía reparación mayor. En busca de aguas más tranquilas, el capitán Williams decidió el penoso regreso a Puerto Americano, desandando el último derrotero. La ausencia de suficientes herramientas para acometer la empresa determinó que una tripulación de 7 aguerridos chilotes debería regresar a Ancud a golpes de remo, en una pequeña chalupa recién construida, con el fin de alcanzar al puerto de origen (Ancud), reportarse, dar a conocer las novedades al Intendente y obtener las herramientas y materiales necesarios para la reparación de la principal embarcación..
El regreso en bote a remos
Bernardo Philippi, Carlos Miller y los 5 mejores remeros chilotes emprendieron el regreso desde Puerto Americano hacia la isla de Chiloé, el día 03 de agosto de 1843. Atravesaron no sin dificultad el Golfo Corcovado y sin dejar de remar durante 5 días con sus noches -los remeros se turnaban en la boga-, lograron arribar a Dalcahue, lugar desde el cual Philippi se dirigió a Ancud a lomo de cabalgadura, siguiendo el antiguo “Camino de Caicumeo”, para dar a conocer al Intendente Domingo Espiñeira la relación de hechos acaecidos a la expedición. El Intendente escuchó sorprendido el interesante relato de Philippi y ordenó el aparejo de otra embarcación que transportaría las herramientas requeridas y a los tripulantes que se habían quedado en Dalcahue reponiéndose del esfuerzo desplegado. Esta embarcación arribó a Puerto Americano el 26 de agosto, portando herramientas, nuevos víveres y vituallas para los desesperados expedicionarios.
Más allá del Golfo de Penas
Trabajando sin parar, los carpinteros de ribera lograron reparar los desperfectos del timón y del casco de la embarcación y el 09 de septiembre la Ancud se hizo nuevamente a la mar enfrentándose al Golfo de Penas y navegando luego a gran velocidad por los intrincados canales magallánicos movida por el viento favorable y la presencia de buen tiempo. En esa parte del trayecto, en las proximidades de la latitud 50 º Sur, los tripulantes de la Ancud vieron columnas de humo surgiendo desde diversos parajes de aquellas costas y luego una o dos embarcaciones menores, empujadas por sendas velas se hicieron a la mar en dirección a la goleta chilota en clara intención de darle alcance.
Los nativos “Kaweshkar”
Eran naturales, posiblemente kaweshkar ( llamados posteriormente alacalufes), quienes adoptaban esta actitud no para atacar a los visitantes sino para comerciar, vender pieles o hacerse de algunas chucherías brillantes o de azúcar o tabaco, productos por los cuales tenían gran avidez. El capitán de la Ancud continuó su derrotero desatendiendo el ímpetu con que remaban y navegaban los nativos y éstos se perdieron en la distancia sin lograr darle alcance. Así, finalmente, soltaron anclas en la Punta Santa Ana en el Estrecho de Magallanes el día 21 de septiembre a las 12 del día. La tripulación bajó a tierra y en medio de risas y llantos de emoción plantaron un mástil e izaron el pabellón nacional en medio de la soledad de aquellas inhóspitas tierras, barridas por los hielos y los fríos vientos patagónicos de tempestuosa historia. Un destacamento principal bajó a tierra con uno de los dos cañones que transportaba la nave, dejando a algunos soldados y a las mujeres en la goleta Ancud anclada a corta distancia.
La Toma del Estrecho de Magallanes
En tierra se desarrolló el acto solemne de la Toma de Posesión de aquellas soledades, se leyó el documento oficial y cada uno de los tripulantes estampó su firma como testigo del magno acontecimiento. El grupo entonó el Himno Nacional de Chile embargado por la emoción y la alegría. El acto culminó con 21 salvas de cañón que fueron respondidas por los soldados de a bordo. La difícil misión había sido cumplida a plena satisfacción. Era el 21 de Septiembre de 1843.
En la bitácora de la goleta Ancud se lee” A las 7 h. A.M. del día 21 de septiembre dimos la vela i a las 10 h. A.M. se divisó un asta de bandera en la Punta Santa Ana en la parte más prominente de la punta que forma el puerto de San Felipe, llamado comúnmente puerto Famine ( Puerto del Hambre) dando fondo en dicho puerto a las 12 del día, a 9 brazas de agua sobre fondo de fango i conchilla”
Y luego en otro párrafo de la misma bitácora se lee: “En el acto desembarqué –dice el Capitán Williams- acompañado del teniente de artillería don Manuel González Idalgo, el señor naturalista, don Bernardo Philippi i cuatro artilleros”.
“A las 2 h. P.M. desembarqué nuevamente con municiones y acompañado con el dicho teniente de artillería, el señor naturalista, el piloto Segundo de la marina nacional, don Jorge Mabon, el sargento segundo distinguido don Eusebio Pizarro, que actuó como secretario, el cabo de la artillería José Idalgo i los artilleros Cipriano Jara, Valentín Vidal, Manuel Villegas, Pascual Riquelme i Lorenzo Soto i también los marineros al servicio de la República Lorenzo Arro, Ricardo Didimus, José Santa Ana, Remigio González, Jerónimo Ruiz, José Victor, José María Yáñez, Carlos Miller, Manuel Alvarado i Horacio Luis Williams (hijo del capitán) y dos mujeres de los artilleros: Venancia Elgueta i Jara e Ignacia López i Vidal i en presencia de todos, tomé posesión de los Estrechos de Magallanes…y su territorio en nombre de la República de Chile.”(**)
El arribo de la Phaéton
Al día siguiente de la toma oficial del Estrecho de Magallanes, los miembros de la tripulación de la goleta Ancud, vieron aparecen por el Oriente, los aparejos de una embarcación de alto velamen que entró al Estrecho desde el Atlántico y terminó echando anclas en las proximidades del puerto. Se hicieron los saludos de rigor y se expresaron los consabidos comportamientos caballerescos entre marinos. El buque era la Phaéton de la armada francesa y el capitán de apellido Maissan, ayudó a corregir un desperfecto en la humilde cocina de la Ancud. Al día siguiente la tripulación del buque francés bajó a tierra a celebrar una misa bajo una carpa y posteriormente izaron una bandera de Francia en tierra. Ante este hecho, el capitán Williams presentó una queja escrita al capitán de la Phaéton, señalando que no se permitía enarbolar banderas de otro país en ese territorio, pues pertenecía oficialmente al territorio de la República de Chile. Hubo un intercambio de pareceres pero finalmente la nave francesa continuó su viaje hacia el Pacífico con destino a Talcahuano.
El Fuerte Bulnes
Si los espías chilenos en Francia estaban en lo correcto y la Phaéton pretendía tomar oficialmente el territorio magallánico, la epopeya de la Goleta Ancud, tímida, humilde y casi insignificante, fue junto a su aguerrida tripulación de chilotes, la que disipó de un solo plumazo las pretensiones de Francia sobre este extenso territorio.
Lo que siguió a los hechos narrados en este escrito, fue la construcción del Fuerte Bulnes emplazado en uno de los márgenes del Estrecho para defender la soberanía de Chile sobre ese territorio y luego la fundación de un poblado, que a poco andar se trasladó a un área más benigna y apacible que el lugar original, señalada en los mapas como Sandy Point o Punta Arenosa, lugar que dio origen definitivamente al asentamiento humano en esa área, poblamiento que se transformó a poco andar en la bullente ciudad de Punta Arenas.
Referencias:
- Bitácora de viaje de la Goleta Ancud, escrita por su capitán, Don Juan Williams Wilson. Para Tomar Posesión del Estrecho de Magallanes y los territorios adyacentes a nombre del Gobierno de Chile en 1843.
Publicado por Nicolás Anrique R.
Santiago de Chile 1901 Primera Edición.
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