Aunque en el colegio era compañero de banco de su único hijo varón, sólo supe de la condición de escritor de Daniel Belmar, leyendo en la antigua revista VEA una reseña sobre "Roble Huacho" que acababa de publicar ese invierno de 1947.- Niño, todavía, me impresioné bastante.
Mucho había tenido que ver en ello su amigo Nicomedes Guzmán, quien llevó los originales de la Novela a la Editorial Cultura de Santiago y no quedó satisfecho hasta verlos convertido en libro. Alentado por la crítica capitalina - los severísimos Latcham, Melfi y De Luigi, entre otros- Y la bienvenida de los lectores, publicó después "Ciudad Brumosa" y "Oleaje”. No obstante, la consagración la tuvo con "Coirón", cuyo prólogo, extensísimo, de Mariano Latorre, me leyó y releyó con entusiasmo en su casa muy cercana a la mía. Hasta allí llegó muchas veces su querido Nicomedes. Claro que, cuando Belmar "andaba con el pie izquierdo" el pobre Guzmán ya sabía como terminaba una inocente discusión, enturbiada por el vino. Humildemente, entonces, tomaba su maleta y partía a alojarse en un hotel vecino a la estación de Ferrocarriles. Apesadumbrado, llegaba a buscarlo Daniel a la mañana siguiente y la reconciliación se festejaba en las barras de los restaurantes que visitaban. Con el que nunca se peleó Belmar, ni siquiera en broma, fue con Neruda. En un cofre oculto en un lugar de su amplia biblioteca, guardaba celosamente un ejemplar de "Todo lleva tu nombre" editado en Caracas en 1959, y dedicado por su "viejo hermano Pablo". La fraternidad había comenzado a anudarse en Temuco, en 1915. El liceo -recordaba Belmar- tenía una matrícula de setecientos alumnos y su rector era Don Aurelio Letelier, abuelo del asesinado Canciller de Allende, Daniel cursaba tercer año de Humanidades y Neruda se aprontaba a egresar. "En ese tiempo -evocaba- era un tipo melancólico que usaba capa y tenía una voz muy característica. Era más bien solitario" -decía Daniel. Cuando Neruda se fue a Santiago a estudiar Pedagogía en Francés. Neruda volvía los veranos a Temuco, delgado como un cuchillo y quejándose de pasar hambre en las pensiones. Sus gustos culinarios eran muy populares, según Belmar. Comía pescado frito en abundancia, tomaba "pipeño" y saboreaba "leche Nevada" a su agrado. Escribía sin parar, pero ni siquiera se le pasaba por la cabeza imaginarse convertido en "el más grande poeta de toda la tierra, que todo lo transformó en poesía". Pese a que muchos trataron de evadir su influencia, decía Belmar, "durante medio siglo Neruda fue un árbol bajo cuya sombra no creció otra poesía". Por eso, Concluía que a su amigo "los poetas debían amarlo desde la distancia". En sus viajes a Concepción, Neruda se hacía tiempo para compartir con Daniel Belmar en la escuela de Química y Farmacia, donde impartía clases, o en su altillo de laboratorio Larraze, donde escribió en su vieja máquina mecánica- la mayoría de sus novelas y más de algún poema extenso, para no ser menos que su "hermano Pablo".