El Bar de Tota en Castro, Chiloé

Querido Medardo:

Tu amigo Trujillo, olvidado pero no desaparecido, te agradece haber incluido su nota sobre Toti España. Queridísimo amigo de corazón tan grande como sus infortunios. Dado que es tiempo de recordar sus dichos, hechos, anécdotas y andanzas chilotas, te adjunto una nota escrita por él hace varios años, y que es posible encontrar en su página: http://www.dawson2000.com/tote1.htm

Sería bueno que incluyeras en tu sitio esta pícara nota de Toti que muestra la alegría, inocencia y camaradería de las juergas que se daban entre la intelectualidad chilota en los setenta, ochenta y tal vez, hasta en los noventa. Un fuerte abrazo,

Carlos

EL BAR DE TOTA EN CASTRO, CHILOE
Aristóteles España

Vamos a seguir contando anécdotas de bares. Residí en Castro, Chiloé, entre 1996 y el 2000.

Los días jueves solíamos reunirnos con el poeta Mario García ("Los palafitos del paisaje"), los historiadores Dante Montiel (Los Chonos y Veliches de Chiloé), José Ulloa (El Fuerte de Ahui), y el pintor Bernardo Olavarría, junto a otros parroquianos, en el bar de Tota, ubicado en calle Gamboa, entre Los Carrera y la Plaza de Armas.

Con un par de botellas de "Santa Emiliana", las conversaciones subían de tono y Mario recordaba su pasado revolucionario en la Universidad de La Serena, combatiendo a cuanto enemigo se le pusiera por delante, José Ulloa nos ilustraba sobre la batalla de Mocopulli y de cómo Bernardo O"Higgins nunca pudo entrar a Chiloé, defendido por españoles y nativos.

Pepe Ulloa se apasionaba y con guitarra en mano cantaba rancheras y nos hablaba de sus proyectos cartográficos sobre el archipiélago.

Dante Montiel, Jefe de Cultura de la Municipalidad, llegó un día convertido en la máxima autoridad de Castro. Era Alcalde Subrogante, Secretario Municipal y Jefe Subrogante de la Corporación Municipal de Educación. Tuvimos que decirle a Tota todos sus cargos para que nos vendiera la penúltima botella. Tota no lo podía creer. Su amigo Dante tenía más títulos que un dictador y, sin embargo, se quedó dormido en la mesa. Tota se encargó de despertarlo, puso otra botella y se sentó en nuestra mesa a recordar sus tiempos de gloria.

La mayoría de nosotros había pertenecido al Grupo Literario Aumen, fundado en 1975 por el poeta Carlos Alberto Trujillo y el historiador Renato Cárdenas, y que marcó toda una época en la literatura chilena de los años 80. Hace un par de semanas fue publicada en Chile esa antología histórica que, sin duda, habrá de dejar profundas huellas en las nuevas generaciones de autores tanto de Chiloé, como del resto de Chile.

Pero sigamos con Tota: Nuestro anfitrión y dueño del local es un admirador absoluto de Carlos Trujillo, ya que aparte de amigos fueron vecinos en la calle O"Higgins de esa ciudad. Nosotros, en broma, le dijimos que cómo podía ser amigo de ese tal por cual que, además, era un pésimo poeta.

A Tota se le enrojecieron los ojos de ira y estaba a punto de lincharnos o de partirnos un botellón en la cabeza cuando nos largamos a reír y le dijimos que era una talla para probar su amistad con Carlos. "Nunca más me hagan eso" dijo; Carlitos es mi compañero de infancia y quiero colocar una foto de él en mi bar. Es mi maestro contó y una vez que yo estaba solo en el "Fogón Chilote", se acercó a saludarme y nos tomamos una botella de vino blanco, como en los viejos tiempos. Ahora vive en Estados Unidos y dicen que está muy bien, que gana mucha plata y yo me alegro. A los profesores en Chile les pagan una miseria, dijo Tota, orgulloso de su amigo.

Al bar de Tota llegan bomberos de todas las compañías, basquetbolistas, futbolistas en retiro, profesores jubilados que se encuentran allí con sus viejos alumnos. Es una especie de Club de Tobi, donde no entran mujeres. Cuando llegaban escritores o músicos del norte chileno, la cita obligada era donde Tota, quien invitaba al final una mentita para el frío, decía, para que duerman tranquilos y puedan venir mañana a tomarse un pencazo.

Cuando presentábamos nuestros libros o después de exposiciones de pintura en el Centro Cultural de Castro solíamos reunirnos hasta altas horas de la madrugada cantando canciones de la guerra civil española o las misteriosas rancheras de Pepón Ulloa quien con gran sentido del humor inventaba letras alusivas a la situación.

El poeta Mario García intentaba leer sus poemas pero no lo dejábamos; el pintor Bernardo Olavarría contaba sus historias bolivianas y europeas, cuando recibió la Beca del Gobierno de Chile en 1969, para estudiar en la Academia de Bellas Artes de Italia, y recordaba con nostalgia a su hijo Aytor y a su ex mujer española con quien vivió en el lago Pastahué en Castro; Dante Montiel estaba obsesionado en escribir la historia de su pueblo; José Ulloa descubrió que el Almirante Galvarino Riveros, un héroe naval chileno-chilote de la guerra del 79, había nacido en Valdivia y no en Curaco de Vélez como dice la historia. La alcaldesa de Curaco quería expulsarlo de la isla por destruir un mito sagrado, al cual le habían hecho un monumento en la plaza del pueblo.

A Tota, con tres botellas en el cuerpo, le gustaba recordar que había sido un buen deportista, lo cual era falso, pero fantaseaba sobre sus goles de cabeza en la selección local.

Chiloé es una tierra de poetas, existen pocos narradores, entre los más conocidos están Francisco Coloane, Rubén Azócar, Nicasio Tangol, Manuel Andrade Leiva (Mandradel) quien hizo su obra en Magallanes y entre los más jóvenes, Héctor Véliz y Nelson Torres.

Siempre por mail recordamos a ese bar espectacular. Cuando vayan a Chiloé, amigos lectores, no dejen de visitarlo, porque encontrarán la más extravagante galería de personajes y tal vez la foto del poeta favorito del Tota.

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