“En el interior del despedazado Archipiélago de Las Guaytecas, existe un lugar al que se denomina Punta Sobaco, y aunque su nombre no ocupa centímetro alguno en los mapas marítimos ni aparece en ninguna carta de navegación, su sola denominación resulta familiar e incluso milagrosa para los cazadores de focas, que enfilan hacia esta faena desde los lugares más disímiles de la mal llamada Isla Grande de Chiloé, fundamentalmente desde Quellón y Chonchi.

Justamente entre los personajes que componen esta historia, se encuentra el Ñato Andrade, un viejo patrón de lancha, residente en la llamada Ciudad de los Tres Pisos, pero oriundo de las laderas bajas de Vilupulli, desde donde partió hasta mar adentro, dispuesto a cambiar las aporcaduras de su sembrado primerizo, por el alto melgado de olas que coronan los martes del sur.

El Ñato Andrade, debía su apodo a su nariz achatada, como la nariz de las focas que salen a respirar de cuando en cuando debajo de los planchones de hielo. Sin embargo, esa nariz aplastada casi hasta el límite de lo risible, le bastaba para olfatear las rutas subterráneas que seguían los lobos y los diferentes cardúmenes. Con ese olfato infalible, el Nato Andrade había dado con grandes tesoros de pesca, y esa misma nariz lo condijo ahora hacia la entrada de la caverna donde parían las lobas al alero de Punta Sobaco.”

Fragmento del cuento “Francisco Coloane no mató a Eliseo Vera”,en Las Puntas del Agua de José Teiguel.
Editorial Isla Grande. 175 páginas, 2009 . Trama Impresores.