La investigación histórica enfocada a reunir datos sobre una zona geográfica bastante desconocida para el chileno común y corriente, unida al punto de vista científico y literario, constituyen un verdadero aporte en el libro titulado “Desertores”. Libro que solamente lo puede realizar alguien en quien se conjugue un gran amor a su tierra natal, un entusiasmo y capacidad de trabajo enorme y un espíritu aventurero que se iguala a los hombres que se internaron por nuestros canales como exploradores en siglos pasados.
El Libro “Desertores”, es difícil de enmarcar en un género literario especifico, pero eso no tiene mayor relevancia dado que su mirada es multidisciplinaría y su visión singular abarca no solamente la parte humana y literaria, sino que también es un informe de asuntos históricos, geográficos, cartográficos, zoológicos, botánicos y antropológicos.
Por momentos, se puede pensar que se trata de las memorias de un estudiante, porque se explaya con la naturalidad que lo distingue, acerca de los temas que más le agradan y provocan su curiosidad de observador diligente. De manera, que los da a conocer en un tono conversacional, como si fuese un contador de cuentos cerca del fogón, que nos relata en forma amena, graciosa y para todo lector el que irá aprendiendo enormemente con esta lectura acerca de Chile, ese desmembrado y desconocido Chile y saber por fin, quienes lo habitan, quienes viven allí, como lo hacen para vivir en esas intemperies lluviosas, que al mismo tiempo por la soledad y la belleza del entorno aún intocado por el progreso son lugares paradisíacos.
Con esta lectura, me entero de otra de las pasiones que anima al autor es la Herpetología. Por este motivo, cada vez que había ocasión me consultaba si sentía algún interés por las tortugas, por cierto que si, le contestaba.
En esta obra reconozco toda la pureza y la belleza que aún quedan en nuestras islas del Sur y me retumba su grito ecologista. “Ojala que no llegue hasta las islas Desertores el homus economicus”. Desertores, collar de ocho islas, antiguamente llamadas Desiertas, posteriormente bautizadas como Desertores por la huida de los chilotes que no deseaban participar en una guerra chilena, (1879) por que pensaban no les pertenecía y también habitada por los brujos que huían de la persecución que fueron objeto después del Primer Sínodo Diocesano de 1851, en Ancud efectuado en 1880-1883.
Me complazco en recomendar esta obra, que trasluce un humanitarismo singular como es el del chilote genuino, disfrutarán las amenas anécdotas, mitos, leyendas y relatos que contiene, pero más trascendente veo este libro como una forma de despertar vocaciones tanto de amor al mar, a la tierra, a la ciencia o a cualquier ámbito que sea propio en esta geografía difícil, en la que vive gente tan alejada de los centros más modernos, que a veces olvidamos completamente.
Percibo a través de esta lectura, además del espíritu aventurero, científico y literario del autor, el anhelo de descubrir “cosas raras” como dice, o bien lo que aún falta o ha sido omitido o ignorado y en segundo lugar, el gran amor que siente hacia todos los que viven (“vivientes”) y habitan su tierra natal, el archipiélago de Chiloé e islas adyacentes y el respeto que siente hacia ellos, hacia su forma de ser, de hablar, el lenguaje del castellano antiguo, su manera de vivir autosuficiente y ese deseo tácito de conservar las islas paradisíacas intactas.