Hay un mito surgido desde la gente que no habita el Cono Sur de Nuestra América acerca de que la poesía escrita por estos terruños del selvático y lluvioso sur austral de Chile es "lárica". Este concepto lo escuchamos por primera vez respecto de la poesía de Jorge Teillier, destacado poeta chileno nacido en Lautaro en 1935 y fallecido en Viña del Mar en 1996. Clemente Riedemann, Nelson Navarro Cendoya, Carlos Alberto Trujillo, José Teiguel, Sonia Caicheo, Rosabetty Muñoz, Elicura Chihuailaf, Omar Lara, -entre otros poetas regionales- parecen observar con más detenimiento y detalle el espacio geográfico, los héroes anónimos y las faenas de la tierra y el mar. Amando y soñando los silencios creativos, la devoción y la amistad. Por estos parajes se dan los poetas láricos: la poesía lárica. Entiéndase, como la poesía de los lares, de los lugares, del territorio natal, del hogar, del cobijo.
La historia de la literatura juzgará en su debido momento
Si creéis en leyendas, en poetas y la impronta de su inspiración proverbial, en la belleza poética y sus paradigmas, en movimientos literarios y sus frutos, en aventuras y misterios; o simplemente en una escritura que ata al lector, de tal suerte que envuelve en aromas y colores; fogatas en la playa; fiestas costumbristas y religiosas; en soledades marítimas, en inviernos atmosféricamente rigurosos; en una gastronomía propia con platos típicos, como el curanto, las papas ahumadas, chapaleles, pavo de harina de trigo, milcao, chochoca, chicharrones de cerdo, cazuelas de cordero con luche; en el folclore, culto a la luna, carreras a la chilena, personaje mítico, como el trauco o la pincoya, etc, etc, nos da una pista sobre la cuna de la gran pasión del amor y la influencia en sus obras del mágico paisaje que rodea a la gente del sur de Chile.
Hombres y mujeres admirablemente creativos
Y a propósito de poetas y escritores(as) hechos a la medida del paisaje, es que dialogamos con Medardo Urbina Burgos, porque él nunca se ha ido de chiloé aunque lleva muchos años radicado en la ciudad de Concepción, donde trabaja, reside en la comuna de San Pedro de la Paz, y dedica los fines de semana en entregarse a las labores de las “abejas”. Entre sus múltiples actividades hemos abordado estos temas tan interesantes para quienes residimos en otras regiones, y sin embargo es un hilo conductor capaz de transportarnos -poderosísimamente- a la más pura esencia del hombre/mujer chilote(a), a ese mundo en el cual todo es posible, al más enraizado ideario que podría ofrecer la memoria y los ojos llenos de matices de Urbina, el poeta, el narrador, el editor, el solidario, el amigo de las abejas, el altruista, el excursionista incansable, el médico, el biólogo marino, el clásico caballero.
Quizás la argumentación parezca un zepelín de pensamientos y yo parezca una coleccionista de adjetivos derivados de sustantivos, o viceversa, pero las imágenes que tengo de él argumentan.
No obstante, descubra usted mism@, la posibilidad, no de fantasear sino de recoger opiniones y reflexiones -en un sentido vital y verdadero- de un hombre carismático en este Salón de Entrevistas.
1-¿Cómo diagnosticaría usted, a propósito que es médico, el concepto de lo lárico, considerando además que usted nació en Chiloé, sur de Chile?
Lo lárico, considerado el término como “relativo a lugar”(o lar), es para mi uno de esos términos “antojadizos”, poco definidos, que parecen decir algo, pero al final son genéricos y no dicen nada. Me explico: se usa muy a menudo el horrible término de “mediático” para señalar los “medios de comunicación”, como si no hubiera además otros “medios” como los medios de transporte o los medios de integración o cualquier otro “medio” o “vínculo” o “transporte”, sino sólo el “medio de comunicación” (televisivo, radial, táctil, o qué se yo). Es decir el sustantivo mediático es hecho sobre la base de un prefijo, siendo el sustantivo propiamente tal la Comunicación. El término más lógico sería “comunicacional” en vez de “mediático”, término que me parece pegajoso e insulso. Así –con el perdón de Teillier- lo lárico (es decir lo referido a lugar) no es necesariamente referido al sur de Chile, sino a cualquier otro lugar del mundo, ya sea citadino o salvaje, natural o artificial sensu lato.
Desde ese punto de vista cualquier poesía referida al lugar que inspira al poeta sería “lárica”. Verdad es que no todos los lugares son tan impresionantes como para estimular al poeta o escritor, considerando que el escritor transfiere al papel lo que ha dejado una huella en él, huella que parecería estar relacionada especialmente con la esfera afectiva.
En este sentido mi impresión es que el Sur de Chile podría tener más influencia en los escritores de ese origen por la variedad de paisajes, por la visión cotidiana de contrastes como la geografía accidentada y abrupta de los archipiélagos australes, en los que se confunden la llaneza del mar, con los cabos, penínsulas, montañas o islas que rompen abruptamente la horizontalidad del agua. Los reflejos en las horas de calma y las ventiscas y temporales en momentos de ira natural. Podrá influir también en el escritor la violencia de los elementos, como las poderosas lluvias que parecen interminables, los temporales rugientes, la silenciosa nieve, las neblinas, las largas noches de invierno, el frío penetrante de la intemperie y la apacible luz y calor de la llama de los fogones, en torno al cual hombres y mujeres se recogen empujados por el furor de la intemperie. Este ejemplo podría continuar con otras circunstancias de la vida cotidiana en un sur casi salvaje, aislado y a veces cruel, no pocas veces amenazante y hasta atentatorio contra la vida. Como la descripción de Boldrini (en Raín:crónica del último canoero) del bote que es arrastrado por la corriente en el momento de la bajamar en el Estero de Guandad, junto a la isla San Pedro, en el extremo sur de la isla grande de Chiloé. El bote flota y gira vertiginosamente hacia las fauces del Golfo Corcovado, y las desesperadas paletadas de los remos son totalmente inútiles. El bote da vueltas sin ton ni son, entre los remolinos y su único ocupante se ve invadido por la angustia, sobrepasado inexorablemente por esa fuerza del agua, que empuja al bote hacia la otra bravura: la bravura del golfo. Si las cosas son así en medio de silencios profundos y soledades interminables, entonces ¡Claro que influye el lugar geográfico en el alma, en el espíritu y en los sentimientos de autor!
2- ¿Cree usted que escribir desde el origen, o retornar siempre al origen, como lugar geográfico, es posible generar un lenguaje poético, cierta calidad intelectual, cierto distintivo -a nivel de leyenda- a un grupo de poetas que viven en el sur de Chile?
Siempre bajo el concepto de lo “lárico” se puede desarrollar un lenguaje que tiende a ser propio para cualquier lugar del mundo donde haya un motivo para el escritor, una inspiración (una motivación originada en el “extramuros”) y un talento en la expresión escrita ( derivada del “intramuros”). Tal vez sea más intensa y característica la expresividad poética de los sureños, pero particularmente de los poetas chilotes, especialmente a partir del grupo AUMEN (La voz de la montaña), nacido entre los jóvenes de Castro en la década de los 70 y 80, bajo la iniciativa de Carlos Trujillo y Renato Cárdenas. El grupo de jóvenes escritores y poetas, tuvo (y lo sigue teniendo) un impacto en las letras del país por la calidad de sus creaciones, la frescura de la pluma, y especialmente la intensidad de sus expresiones (Trujillo, Rosabetty Muñoz, José Teiguel, Nelson Navarro, Nelson Torres, Mario Contreras y José Mansilla –entre otros). Y si son catalogados de “láricos” tal vez sea porque el entorno ha penetrado en sus almas profundamente. En sus obras, emergen casas, calles, nombres de personajes comunes, circunstancias, comidas típicas, el tiempo atmosférico, las nubes grises, las soledades, las alegrías y los infortunios, en los que el agua ya sea como lluvia, lago, río o mar (lo que mantiene a flote un bote a remos), sale a relucir a modo de un fondo transparente, rescatado de la cotidianeidad chilota. El bosque exuberante, los lanchones a vela -cada vez más ausentes de los canales- los pájaros, los seres mitológicos atisbando desde el silencio y la oscuridad de la floresta o el apacible espejo de los esteros, en los amaneceres o en la penumbra que precede a la noche.
El lenguaje diferente del chilote, tiene profundas raíces históricas, geográficas y culturales. No olvidemos que Chiloé se desarrolló a su propio modo durante casi 4 siglos, debido a la incomunicación con el resto del territorio situado al norte del canal de Chacao. En ese período, mientras en el Continente había guerras, en Chiloé hubo una integración amistosa y pacífica entre españoles y nativos, gracias a la labor evangelizadora de los Jesuitas y posteriormente de los Franciscanos. Durante este período se mantuvo vigente el idioma Veliche (nombre dado a la variedad chilota del mapudungu) y hasta en cierta etapa, el español casi desapareció del vocabulario insular. El rey de España tuvo que obligar al uso del idioma castellano. En efecto, los padres jesuitas hacían misa en las lenguas vernáculas. Se conserva aún un Padre Nuestro en lengua chona, hoy desaparecida. El comercio y las comunicaciones eran más bien con España y con Lima, que con Chile. Este aislamiento por tres siglos - y la pobreza inherente- contribuyó a crear una cultura diferente en procesos, el uso de la madera en casas y artilugios (la llamada cultura de la madera), alimentación, actividades económicas, visión de la Naturaleza y el mundo, música, bailes, atuendos, mitología, religiosidad y lenguaje, además del desarrollo de una amabilidad sincera, generada por la rica vida familiar en torno a la hoguera del fogón y a la transmisión de la cultura por vía del lenguaje hablado desde los ancianos a los jóvenes, deferencia y caballerosidad que hoy se encuentran casi ausentes en el resto del país. La expresión oral y escrita del chilote, adquirió así rasgos diferentes, que se manifiestan también, de algún modo, en la poesía.
Cito un poema:
POBREZA Y SOLEDAD, POBREZA DOBLE
Carlos Trujillo
La vida, por su cuenta, nos paró en la pobreza
Enrumbamos los días en medio de la nada
Como si nuestra vida fuera pago de culpas
No había ni una cama, ni zapatos, ni sueños
Ni una taza de leche ni su pobre platillo
Hasta el pan se perdió como un fantasma ciego.
Las paredes ahumadas eran nuestro paisaje
Sin ni luna ni sol que alumbrara sus días
El viento se colaba por todas las ranuras
Trayéndonos los aires de otras geografías
La vida por su cuenta, nos paró en la pobreza
Y, luego, el terremoto nos cubrió de intemperie.
(De Nada queda atrás, 2008. Editorial Okeldán. Concepción)
3-Jorge Teillier, promotor del término “lárico”, pensaba, o más bien observó que la modernidad no supone siempre una mejor calidad de vida sino también “un signo de decadencia y no de progreso”, de ahí que su poesía se mantuvo invariablemente en una constante defensa de los valores del humanismo, la naturaleza -como vínculo rural y/o urbano/paisaje e igualmente como esencia del ser, y de adhesión/apego/solidaridad social. Excepto lo ya dicho, ¿cuáles serían, para usted, los valores étnicos, históricos y culturales del sur de Chile?
Teillier tenía razón –a mi modesto juicio- razón en que el hombre es más feliz en su plena identidad, en su autenticidad, en la armonía con su yo íntimo y con sus raíces. Por eso en el actual mundo de la globalización, se busca y se valora más lo propio y lo auténtico “se busca la identidad” ¿Qué somos? ¿Cómo nos identificamos? ¿En qué nos parecemos? ¿En qué nos diferenciamos?
Y en eso en Chile ¡”NO HAY IDENTIDAD”!, al menos yo no la encuentro. La cueca, que pretende ser una forma de nuestra identidad, es de origen peruano. El Mapudungu, que es el verdadero idioma de nuestra tierra chilena, “¡nos averguenza!”, lo desconocemos, no lo hablamos y tratamos a nuestros nativos como seres inferiores, pero sí hablamos algunas palabras en inglés: “Call Center”. “Mall”, “Merchandising”,”Marketing”, “Cofee-Break” y otras estupideces de ese tipo, sólo para darnos aires de grandeza y querer parecernos a los gringos. ¡Qué insulsos somos en este territorio llamado Chile! La excepción es CHILOÉ, o tal vez el sur de Chile. Digo Chiloé, porque hay un respeto por lo nativo: se conservan muchos términos del mapudungu en el lenguaje habitual del chilote, existe música propia, arquitectura en madera propia, costumbres culinarias, ricas y variadas, absolutamente propias; técnicas de agricultura, conservación y protección de la flora nativa y del entorno (están prohibidas las plantaciones de pinos y Eucalyptus) hay conciencia del valor de lo propio, etc. etc.
Y viviendo en lo propio, se tiene armonía con si mismo, con el interior y con el entorno, sin desconocer la cultura heredada de nuestros ancestros. Razón tiene Teillier: Chiloé puede mostrar identidad. Identidad que el resto de Chile no tiene. Y de eso hablan nuestros poetas y nuestros escritores insulares.
4- Sabido es que en procedimientos de recursos estilísticos no hay patrones homogéneos en la escritura poética. ¿Cómo cree usted que se aprecia la literatura proveniente del sur de Chile en la crítica especializada, en los lectores y poetas del centro y norte del país?
El connotado Oscar Lermanda sintetizó un día el quehacer literario nacional en pocas palabras: Norte de Chile, algo de prosa y algo de poesía…tal vez muy poco. Región Metropolitana: prosa y poesía, con cultores destacados. El sur de Chile es más poesía que prosa. Magallanes, historia, prosa y poca poesía. Y Chiloé ¡Es pura Poesía!
Sin duda Oscar Lermanda hacía alusión a la “manada” de poetas surgidos del grupo Aumen, del que ya hemos hecho mención, con Carlos Trujillo a la cabeza. Sin embargo hay algo de prosa –poética y de la otra- en las obras de Rubén Azócar, Francisco Coloane, Pedro Rubén Azócar, José Teiguel, que es brillante en ambas ramas de la Literatura; y una cierta corriente “histórico-literaria” surgida a mediados y fines del siglo XX en Chiloé con las obras sucesivas del historiador Dr. Rodolfo Urbina Burgos, que se inician con “La Vida Cotidiana de un pueblo de Chiloé, Castro 1930-1960”, que ha sido comentado por el Padre Gabriel Guarda como un modelo para el estudio de las ciudades chilenas; “ Castro, Castreños y Chilotes”, “Chiloé en los Tiempos del Fogón”;“La Encomienda en Chiloé”;”La Periferia Meridional Indiana: Chiloé en el Siglo XVII”, que –entre otros títulos del mismo autor- podrían parangonarse con la magnífica producción del magallánico, Premio Nacional de Historia, nacido en Punta Arenas, el Dr. Mateo Martinic, cuyos libros están referidos a Magallanes, Punta Arenas, la Patagonia Chilena, Aysén, sobre la base de fuentes históricas de gran valor y con una fineza literaria brillante, que hacen de su lectura una delicia.
Con lo anterior, quiero destacar cómo el sur de Chile no es sólo poesía, y de qué modo, cada vez más prolífico, se están editando obras de gran valor en otros campos del saber que están destinadas a descubrir y dar a conocer más profundamente el territorio austral.
5- Dice Clemente Riedemann, que “la experiencia del vivir es un acto de voluntad, y que la voluntad se mueve con inteligencia, con belleza y con amor, que por muchas ideas y percepciones que contenga la cabeza, si no se tiene la voluntad de escribir y comunicar, no podrían materializarse.”. ¿De qué manera desencadena usted su proceso imaginativo y creativo?
Mi obra actual es sin duda muy humilde. No puede compararse a la de autores connotados en el lluvioso sur, sin embargo lo nimio que he publicado se limita en la prosa, a la descripción de hechos, personajes, circunstancias y fenómenos reales, del que he tenido experiencia directa y a veces indirecta. En todos ellos deseo destacar al ser humano, desde el más brillante al más simple, poniéndolos en un mismo plano, con sus conflictos, sus historias de supervivencia, sus sufrimientos y circunstancias terribles pero reales que han debido vivir en los bosques vírgenes, en las islas o los canales, especialmente de Chiloé. Valoro en estos escritos la utilización de los nombres reales de las personas, las fechas y circunstancias, muchas veces las fotografías, los diarios de viaje o las cartas, que de este modo se rescatan y se les impide morir olvidados en la noche de los tiempos. Hombres y personajes simples y humildes, quedan así eternizados en las páginas de un libro, con sus sentires, sus dichos y la propia expresión vernácula, tal como se escucha, tal como lo dicen, incluyendo los errores (y a veces horrores) de los informantes. No para reírse de ellos, sino para rescatar el modo genuino de expresión del hombre común. El rescate, considero que es mi contribución.
Biografía
Chilote, nacido en Castro en 1948. Se tituló de Biólogo Marino y Médico Cirujano en la Universidad de Concepción. Fundó el Hogar Universitario Chilote y la Revista Chiloé del Centro Chilote de Concepción. Escribió –entre otros títulos- “La Huella del Abtao” (dos ediciones), “El hombre del capote blanco” “Tras los pasos de Darwin: a la cima del San Pedro”; “Por tierras de Pehuenches”. Fundó la Editorial Isla Grande( llamada ahora Editorial OKELDÁN), en la que ha publicado además:”Retratos Vacíos” de Igor López; “La Leyenda del Capitán” de Pedro Rubén Azócar, “Nada Queda Atrás” de Milton Rogovin y Carlos Trujillo; “Entre Barcos y Trenes” de Juan Pedro Miranda.
LA RADIO QUE SE ENCOGIÓ
“Y el malayo -dice Don Chanito - que estaba de franco, bajó del barco con una enorme radio ¡nuevecita¡ y escuchando su música se fue a sentar sobre unos castillos de madera que había en el puerto . Y fumando..., fumando, miraba la puesta del sol. El cielo rojizo de lontananza le hacía pensar en sus islas de Malasia, sin duda. Y en eso estaba absorto en sus pensamientos, cuando el Coliboro -uno que es medio leso, que es de Quellón - ese mesmito, tenía una radiecito así de “mañañiña” (pequeñita). La sintonizó en la misma radio que estaba escuchando el malayo y se fue despacito por detrás del castillo de madera y ¡zas¡ le fue poniendo despacito la radio chiquitita al lado de la grande mientras con la otra mano sacaba la radio grande despacito sin que el malayo se diera cuenta . El Coliboro bajó del castillo de madera con la linda radio grande y nuevecita, y se vino a mirar desde lejos al malayo junto con los otros chilotes, que desde allá, el malayo no escuchaba las risotadas -. Y allí observaban...muertos de la risa, esperando a ver qué pasaba. Aún el malayo abstraído miraba la puesta de sol, fumando y fumando, y pensando en su novia quizás en Malasia, o quizás dónde, y así pasó un buen rato. De pronto el malayo saltó. Dio un tremendo salto para el lado ¡Señor! y se quedó mirando su radiecito chico -ese que le dejó Coliboro- con unos ojos así de enormes porque el malayo no podía creer que su radio grande y nuevecito se había encogido tanto con el aire de la tarde. ¡ Ja ¡ ¡ Ja ¡ ¡ Ja ¡ Nunca pensó el pobre malayo que el aire chilote era “ tan encogedor de radios” ¡ Ja ¡ ¡Ja ¡ ¡Ja!”
¡A CENAR! ¡A CENAR!...¡TODO EL MUNDO A CENAR!
Yo me he puesto la gruesa chomba chilota y me acerco a Don Chanito que gobierna el timón cuando muere la tarde, siento la brisa fresca en mi rostro con miles de gotitas que salpican con el suave oleaje al golpear el negro casco de madera del chalupón. Las alborota el viento. Y mirando el ya rojizo cielomar chilote de esa tarde, me apresto a escuchar otra vieja historia de aventuras marinas de labios de este inolvidable capitán de lanchón chilote, quien hace así más grato y entretenido el regreso a Tendedor, en la Isla Talcán, la mayor de las islas del Archipiélago de los Desertores.
Bajocubierta, escucho las voces de las mujeres que ríen y parlotean con los jóvenes colectores de huevos, mientras preparan la cena y fríen en una enorme sartén de fierro, los biftecs de pechugas de pájaros marinos que demostrarán ser ¡deliciosos!, mezclados con los huevos colectados en la jornada. Los aromas intensos de tal “fritanga” ascienden insolentes por los dos orificios rectangulares presentes en la cubierta y estimulan mi apetito, a estas alturas un tanto atormentado. Y mientras el negro cuerpo del chalupón se desliza hacia el sur sobre el mar de suave oleaje, con las velas infladas por la brisa constante de la tarde, vuelvo la vista para ver empequeñeciéndose a la distancia, la negra silueta de La Piedra de Calto, llamada también Islote Nihuel -o por otros- “El Mesón del Diablo”. Se escucha –ahora sólo como un suave murmullo- el piar de miles de aves marinas cuyo recuerdo va siendo gradualmente engullido por el silencio apacible de la tarde. Y aquel aroma ácido de las excretas o el murmullo lejano de los pájaros, ya no nos alcanza, sólo -¿quizás?-como música de fondo para tantos recuerdos intensos vividos en este día… Estoy dichoso sintiendo la fresca brisa marina que nos envuelve y espero que ascienda fuerte y perentorio, el inminente y alegre grito de las mujeres:
-¡A cenar! ¡A cenar!... ¡Todo el mundo a cenar!
CADILLO
Te traje desde la montaña
entre mis medias y pantalones
venías picando suavemente mi piel
"de pavo" llegaste, sin pedir permiso
y atravesaste conmigo aquellos valles
esas verdes praderas de "La Piruquina"
vadeaste conmigo los ríos:
el Chilcón, el Puchabrán y el Abtao
¡Y ahí seguiste prendido a mis pantalones
¡Intruso y picador cadillo!
te uniste a mi y te llevé cumbre abajo
sin que pagaras el pasaje ¡fresco!
Y mientras camino y vadeo los ríos
con mi mochila cada vez más pesada
¡atino! que vas soltando en cada charco
un poquito de ti mismo
lanzas de repente tus semillas
desprendes a tus hijos, uno a uno
¡Los liberas! ¡Los desprendes!
¡Id por el río corriente abajo! ¡Id!
¡Saltando las rocas, jugando con los palos
persiguiendo peladillas y salmones
Llegareis a una playa solitaria
a un valle verde y hermoso
¡Y germinareis como mis hijos!
y así conocerán otros lugares,
otros senderos, otros parajes
lejos, allá donde el viento silva
lejos allá donde la nieve cae
lejos, donde el sol se pone,
lejos, lejos, donde revienta el mar
llevareis de mi la semilla y ...
germinareis uno a uno,
los extremos ocultos de cada flecha
que se ha clavado en el pelo de una oveja,
o en un zorro culpeo
o en una cabra del monte
o en mis pantalones, mis medias de lana chilotas
mis botas o cualquiera de mis ropas
donde te prendes,¡cadillo!
viajero incansable,
dispersador de simientes
¡sin pagar tu pasaje!
¡fresco!
pero hermoso reventón de espinas.
pequeño sol multicolor
viajero del monte y de los valles
impúdico pinchador ¡Picalotodo!
La huella del Abato en Chiloé/ documental basado en el libro homónimo de Medardo Urbina Burgos. Un rescate del patrimonio biológico.
Entrevista extraída del Blog "SALON DE ENTREVISTAS" de Rocío L'Amar