En la fotografía el fotógrafo norteamericano Milton Rogovin (izquierda) junto al Dr. Carlos Trujillo, catedrático de la Universidad de Villanova, Pensilvania(derecha);ambos autores del libro NADA QUEDA ATRÁS"
"Artículo escrito por el profesor Carlos Trujillo, Dr. en Literatura Hispanoamericana de la Universidad de Villanova USA, en respuesta a un artículo malicioso publicado por el diario El Llanquihue de Puerto Montt el Domingo 21 de agosto y firmado por un profesor llamado Juan Carlos Velásquez en el que sugiere -erróneamente- que Milton Rogovin "habría ganado dinero con la publicaciòn de la fotografía de Silvia Huentelicán en la portada del libro "NADA QUEDA ATRÁS". La respuesta a tal artículo ha sido enviada por el Dr. Trujillo al director del diario El Llanquihue, sin obtener respuesta alguna. Como tales sugerencias han sido consideradas tan erróneas como injustas para uno de los autores de la obra, como para el Museo de Arte Moderno de Chiloé, quien diseñó el libro y para la Editorial Okeldán (ex- Editorial Isla Grande), el Dr. Carlos Trujillo me ha solicitado hacer pública su bien fundamentada respuesta."
Medardo Urbina Burgos
¿Qué miran lo que miran esos ojos que miran?[1]
Algunas precisiones sobre el artículo “Silvia Huentelicán, la madonna olvidada” de Juan Carlos Velásquez.
Dr. Carlos Trujillo
Catedrático de Literatura Hispanoamericana
Villanova University, Estados Unidos
Con mucho interés he leído el artículo “Silvia Huentelicán, la madonna olvidada”, escrito por el profesor de historia Juan Carlos Velásquez y publicado en la página 23, del suplemento del domingo 21 de agosto de 2011, del diario El Llanquihue. Aplaudo el interés del profesor puertomontino por rescatar para los lectores de ese diario la imagen de una porteña que, al parecer, está viviendo días difíciles, así como la de un fotógrafo norteamericano que dedicó por completo el segundo medio siglo de su extensa vida a retratar a la gente más desposeída de todo el mundo, con el objeto de que dichas imágenes queden como documento para la sociedad del futuro e incluso para la de nuestro tiempo que no siempre tiene ojos para verlos. Reitero mi felicitación al profesor Velásquez por su interés en este tema como también por su temperamento compasivo.
Sin embargo, y deseando que sus lectores no se lleven una impresión equivocada de los hechos descritos ni del fotógrafo en cuestión, daré cuenta de algunos errores bastante graves si consideramos que el autor es un profesor de historia que debe manejar muy bien los métodos de investigación académica cuando se trata de describir con precisión y objetividad hechos y personajes.
No es necesario ser demasiado observador para notar, desde la primera línea del artículo, que el autor manipula la información para acentuar el estado de pobreza y/o desamparo que describirá para Silvia Huentelicán. Abre la nota con una referencia completamente fuera de lugar al matrimonio civil de Pablo Neruda con Matilde Urrutia: “El 28 de octubre de 1966 Pablo Neruda formaliza su relación con Matilde Urrutia, casándose por el civil en su casa de Isla Negra. El acontecimiento causa interés en los distintos medios de comunicación, principalmente en la prensa escrita.” Y luego, en el mismo párrafo, se lee lo siguiente: “Días más tarde, mientras disfruta de su luna de miel junto al mar, el poeta recibe una carta desde Estados Unidos. Su remitente es Milton Rogovin, fotógrafo norteamericano quien le pregunta al vate en qué lugar podría captar lo auténtico de Chile. La respuesta de Neruda fue inmediata. ¡En el archipiélago de Chiloé!” Por decir lo menos, el profesor Velásquez ha unido forzadamente y sólo para impresionar a sus lectores dos hechos que no tienen ningún punto de conexión.
Primer error: Si Neruda se casó el 28 de octubre y unos días más tarde recibió la carta de Rogovin, estaríamos hablando de comienzos de noviembre de 1966. Sin embargo, y basado en documentos que tengo a la mano, el poeta debe haber recibido esa carta mucho antes de esa fecha, si tomamos en cuenta que en carta del 3 de agosto de 1966, el connotado científico y amigo de Neruda, Alejandro Lipschutz[2] le informa a Rogovin que ha recibido su carta del 12 de julio, en la que responde a otra en la que el fotógrafo norteamericano le ha informado que le escribió a Pablo Neruda y que en el mismo sobre le envió una copia de la revista Aperture y varias fotos. De acuerdo a esta información la carta de Rogovin a Neruda fue enviada con anterioridad a la que envió a Lipschutz, por lo tanto si el 3 de agosto aún no le ha llegado, debería llegarle dentro de pocos días..
Segundo error: Según el profesor puertomontino el fotógrafo le pregunta al poeta “en qué lugar podría captar lo auténtico de Chile.” Y la respuesta habría sido “¡En el archipiélago de Chiloé!” La verdad es que Milton Rogovin nunca fue a ningún lugar a captar lo auténtico ni lo típico de ningún país. Lo que él hizo fue ir por el mundo retratando el dolor humano para mostrarlo y denunciarlo al resto de la sociedad. Así que lo que le pidió a Neruda fue que le indicara el lugar de Chile donde podría encontrar a la gente más desposeída, más abandonada, más olvidada de toda. Y la respuesta en inglés del propio poeta fue: “Hay una isla grande llamada Chiloé, muy al sur, que yo pienso que es lo que usted busca. Se mantiene asombrosamente intacta, pobre, llena de interés humano.” (Isla Negra, 13-Nov-66) Por lo que vemos, Neruda no le menciona “el archipiélago de Chiloé” sino “una isla grande llamada Chiloé,” que no es un detalle menor.
Tercer error: “En el verano de 1967, el vate y su esposa están listos para realizar su paseo por el sur de Chile [… ]Cuando está todo dispuesto para emprender el periplo, aparece en su casa de Isla Negra el fotógrafo Milton Rogovin.” Y más adelante, “a mediados de febrero, mientras Puerto Montt celebra un nuevo aniversario de su fundación, Pablo Neruda y el grupo que lo acompaña, entre los cuales se cuenta Milton Rogovin, arriban a nuestra ciudad alojándose en el Hotel Vicente Pérez Rosales, como informaba el diario El Llanquihue en su edición del 17 de febrero.” Según el artículo, Neruda, Matilde y un grupo de acompañantes llegaron a Puerto Montt y se alojaron en el Hotel Vicente Pérez Rosales. Este dato es totalmente cierto, excepto que ninguno de los acompañantes de Neruda era Milton Rogovin, quien había llegado a Chiloé, sin más compañía que sus cámaras fotográficas, el lunes 30 de enero y ya se encontraba de vuelta en Santiago, el día miércoles 15 de febrero del mismo año.
Cuarto error, con evidente mala intención o muy mal informado: En su paso por Puerto Montt, en su regreso a Santiago, Rogovin pensaba quedarse en casa de un amigo del poeta, pero su casi total desconocimiento del castellano le jugó una mala pasada. Entendió mal el mensaje que le dejaron y terminó alojándose en un lugar que describe de la siguiente manera: “La habitación en la que dormí anoche tenía 6 camas, pero sólo 4 fueron ocupadas. Por lo que se ve, esta habitación no se ocupa demasiado, pero en esta época del año, algunos personajes como yo se encuentran ocupando este lugar, el Hotel Palermo. La habitación estaba limpia, las sábanas y la funda de la almohada limpísimas. Era una casa de madera y yo me quedé en una especie de subterráneo. Desde arriba llegaba el ruido de personas caminando, de alguien barriendo y una gran variedad de otros ruidos que parecían amplificarse por el piso de madera. Finalmente conseguí dormir pero fui despertado por los otros usuarios que llegaron un poco más tarde. A eso de las tres de la madrugada una rata pareció sentir hambre y empezó a roer la madera justo afuera de nuestra habitación, cuando quedó satisfecha el ruido se acabó y yo volví a dormirme otra vez.”[3] Un lugar, según podemos entender, bastante distinto al elegante hotel mencionado por el profesor Velásquez..
Y sigamos con las imprecisiones. El artículo del profesor Velásquez afirma: “El periplo de Neruda por Chiloé es breve. Luego de acompañar algunos días a Rogovin y presentarlo entre algunas amistades para que le ayudaran en su quehacer fotográfico, el vate retorna a Santiago con Matilde Urrutia y sus acompañantes. Solo en la isla, el fotógrafo norteamericano inicia su labor de capturar con su lente los paisajes y rostros del archipiélago mágico.” Para ser precisos, el plan de Rogovin no resultó como había planeado. El fotógrafo regresó de Quemchi a Ancud antes de lo previsto y Neruda no se apareció por Ancud mientras él estuvo allí. Pensó que podría encontrarlo en Puerto Montt y partió para allá, iniciando su regreso a Santiago, pero cuando llegó a la hoy día capital regional, se enteró que ese mismo día Neruda había viajado a Ancud. Se cruzaron en el trayecto sin siquiera sospecharlo y no volvieron a verse nunca más. Es decir, el poeta, Matilde y un par de amigos suyos viajaron a Chiloé al mismo tiempo que Milton Rogovin, el fotógrafo que fue a captar a los seres humanos más desposeídos de la isla –no así sus paisajes--, se dirigía a Puerto Montt, iniciando su regreso a Santiago. De modo que aquello de que “Semanas más tarde, el fotógrafo norteamericano deja Chiloé y regresa a Santiago. Antes de retornar a su país, visita a Neruda en su casa de Isla Negra. (Y) Trae consigo las fotografías captadas en Chiloé…” no es más que el producto de la enorme imaginación creadora del profesor Velásquez.
A modo de conclusión, Milton Rogovin (1909-2011), norteamericano, hijo de inmigrantes judíos ucranianos, oculista de profesión y connotado fotógrafo documental, fue un ser humano extraordinario que una vez conseguido su título de oculista en la ciudad de Nueva York, decidió hacer su carrera profesional en la ciudad de Búfalo --en la que había un enorme nivel de pobreza—con el objeto de dedicarse a atender principalmente a los trabajadores de los sindicatos de la industria metalúrgica que ya se encontraba en una profunda crisis. Aunque perseguido y llevado a la corte durante la época del mcarthismo, a causa de sus ideas comunistas, nunca dejó de luchar por la defensa de los derechos de los más oprimidos sin importar cuál fuera el origen, la raza, la religión ni la nacionalidad de ellos. Al cumplir 50 años de edad, con sus tres hijos ya titulados o terminando sus respectivas carreras, le preguntó Anne, su compañera de toda la vida, si creía posible que ambos pudieran vivir solamente con el sueldo de maestra de ella. Anne, no sin cierto sobresalto, aceptó el desafío, para que Milton pudiera cumplir su sueño de ayudar de una manera aún más activa y directa a los seres más desposeídos de cualquier rincón del mundo. Fue entonces cuando Milton compró su primera cámara y comenzó a retratar los diferentes rostros de la humanidad en uno y otro hemisferio. Desde entonces, nunca más volvió a percibir un salario mensual y se vio obligado a desarrollar su excepcional trabajo fotográfico postulando a becas otorgadas por diversas instituciones. Gracias a ese apoyo nada fácil de conseguir, Rogovin pudo ver con mayor hondura y mayor compasión el rostro más doloroso de la humanidad y fotografiarlo con su lente compasivo, ya fuera dentro de su país como Asia, Europa, los otros países de América del Norte, y América del Sur, para --a través de ellos—exponer su fuerte denuncia social en exhibiciones que recorrieron y siguen recorriendo universidades y galerías de arte de todo el planeta.
Su trabajo fotográfico ganó una muy merecida fama en todo el mundo, pero el fotógrafo no ganó absolutamente ninguna recompensa material, algo que nunca buscó. El primer medio siglo de su vida lo dedicó a trabajar para los obreros de los sindicatos y los otros cincuenta se dio por entero a fotografiar a la gente más desamparada, y la mayoría de ellos se lo agradece. “Los ricos y famosos tienen sus propios fotógrafos”, le oí decir más de una vez en la casa donde vivió la mayor parte de su vida, la misma pequeña casa de un barrio de clase media, en la fría ciudad de Búfalo, estado de Nueva York, donde formó su familia, crecieron sus hijos, soñó y luchó por un mundo mejor, fue perseguido por sus ideas políticas y encontró la paz final rodeado por toda su familia, unas semanas después de haber cumplido 101 años. En Chiloé tomó cuatro mil fotos, dos o tres de las cuales nos ofrecen el hermoso y melancólico rostro de la joven Sylvia Huentelicán; cuatro mil conmovedoras fotografías que nos permitirán, por siempre, recrear lo que fue la vida de la gente más humilde de la isla a fines de los sesenta y, aunque sea nada más que por eso, creo que los chilotes y los chilenos en general debemos agradecer eternamente ese magnífico trabajo de registro fotográfico que necesitó que desde el otro extremo del mundo viniera un hombre de buena voluntad y de magnífico talento para poner a un sector de Chiloé en los ojos del mundo.
Y para concluir. Si bien el fotógrafo y el poeta compartieron algunos días en la casa de este último en Isla Negra, Rogovin no tomó ninguna fotografía de su admirado poeta y amigo, confirmando una vez su filosofía de vida que le llevó por el mundo con el único objeto de rescatar para la historia los rostros de los eternos olvidados.
Havertown, Pennsylvania, 23 de agosto de 2011
[1] “Esos ojos que miran”, Nada queda atrás de Milton Rogovin y Carlos Trujillo, Ediciones del Museo de Arte Moderno Chiloé, 2007, p.113.
[2] Carta en inglés de Alejandro Lipschutz, en hoja con membrete del “Instituto de Medicina Experimental” (inédita). Las traducciones de los textos en inglés son mías.
[3] Milton Rogovin, Diario de viaje, inédito (pp. 71-2)