Por: Luis Mancilla Pérez
Profesor y escritor.
Fuerte San Antonio. Ancud 1963. Fotografía: José Caro Bahamonde. Memorias del siglo XX.cl
Yahvé creo la luz sin darse cuenta que también aparecería la sombra, y por eso en Chiloé las cosas siempre resultan algo confusas. La Voz de Castro, que era un periódico de cuatro páginas que aparecía los días viernes, en enero de 1925 comenzó a publicar una serie de artículos referidos al “centenario de la independencia de Chiloé”, extraño si sabemos que los independizados combatieron para no ser independientes. El primer artículo decía que “el 22 de enero de 1826, en Ancud, se juró solemnemente la libertad del archipiélago y la bandera chilena se enarboló por primera vez en el edificio de la Gobernación”. Además informaba que el gobierno había destinado cien mil pesos para las fiestas centenarias cuyo programa se confeccionaría en la capital, se dudaba si tal cantidad llegaría a la provincia. Se decía que esos dineros se invertirán en banquetes y otras festividades que se realizaran en Santiago.
En Ancud había una comisión pro Centenario, en Castro nadie se preocupaba de tales festejos, el periódico castreño decía “es llegado el momento de despertar del sueño con que miramos la fecha memorable del centenario; como chiloenos (no chilotes) olvidemos las pequeñeces”. No hay error “chiloenos” el otro gentilicio escrito entre paréntesis ya estaba contaminado de desprecio y discriminación.
El viernes siguiente se publica que durante el gobierno del renunciado presidente Arturo Alessandri Palma, con motivo del centenario, se destinaron dos y medio millones de pesos “para el fomento de la navegación, escuelas y obras públicas”. Se creía era otra burla del Gobierno igual como sucedió en 1918 cuando se prometió crear en Castro una Escuela Normal de Preceptores, después fue la escuela de Pilotines que jamás crearon, y el ferrocarril de Dalcahue a Mocopulli que no llegó nunca. Al gobierno no “le importaba que en Castro no existiera un colegio de educación secundaria, que las escuelas no tuvieran puertas ni ventanas, que los alumnos tuvieran que estar de pie en la sala de clase porque no había bancos; lo importante era celebrar con patriotismo y regocijo el primer centenario de la Independencia de Chiloé”.
El 15 de enero aún no se conoce el programa oficial, y La Voz de Castro afirma “el gobierno nos endulza la boca con un cajón de juegos artificiales que creemos vale 200 pesos. ¿Qué se hicieron los dos y medio millones?” Castro mostraba calles sucias y sin arreglo, las pozas de aguas servidas inundaban las veredas, en las calles era común encontrar animales sueltos. Por el atraso en que se vivía y como señal de protesta ante la indiferencia del Gobierno el redactor del periódico cree se debía colocar a la entrada del pueblo un gran cartel que diga: “El pueblo de Castro no recibe comisión oficial en esta ocasión”.
El día 22 de enero se publica el texto de la Capitulación de Chiloé, el Tratado de Tantauco firmado el 18 de enero en el puente sobre el río San Antonio, y que el día 22 en Ancud es ratificado por Freire y Quintanilla, y cien años después se conmemoraba en Castro con financiamiento municipal. Ese viernes en la plaza de armas hubo juegos populares, elevación de globos, retreta del club musical y “juegos artificiales”. El sábado 23 la ciudad amaneció embanderada, y a las nueve de la mañana se izó la bandera nacional en la Gobernación Departamental, asistieron los Scouts, la tropa de policía y carabineros, que después desfilaron por las calles de la ciudad. A las diez, en el kiosco de la plaza de armas se leyó el acta oficial de la Capitulación de Chiloé.
Mientras en el salón municipal, luego del discurso del Gobernador departamental, se coloca el retrato del general Freire; en la plaza se realiza un acto público con cantos, recitaciones, jura a la bandera, disertaciones históricas, todo a cargo de los profesores y alumnos de las escuelas, a quienes se reparte dulces, refrescos, cohetes y luces de bengala.
A las dos de la tarde las autoridades, colegios, scouts y tropa asisten a un solemne Te Deum en el templo franciscano. Termina la ceremonia religiosa y todos se van hasta la cancha Christie, una planicie ubicada donde hoy está la casa de retiro Estrella del Mar, allí se realiza una tarde deportiva. Se disputan partidos de linao, football, carreras, saltos y otras competencias atléticas. A las cinco de la tarde son las carreras de caballos, en calle Los Carrera. Al atardecer hubo desfile de disfraces y en la noche “juegos artificiales” en el malecón frente a calle Blanco.
La celebración siguió el día 24 con salvas, disparos de viejas escopetas y trabucos que a las siete de la mañana de ese domingo despertaron al pueblo. A las nueve comenzó el ejercicio general del Cuerpo de Bomberos y después todos se fueron a ver las regatas en la bahía y se premió a las embarcaciones mejor arregladas. Las autoridades también premian el frontis de la casa mejor adornada. A las dos de la tarde se realiza un gran paseo campestre a la chacra de don Teodoro Kamann. Esa noche los festejos terminan con más “juegos artificiales” y bailes populares en la plaza de armas.
Se acabaron las fiestas y todo siguió igual, “las escuelas sin vidrios y sin puertas, y los niños escuchando de pie las lecciones, los bancos llegaran en el próximo centenario”. El miércoles llega el almirante Braulio Bahamonde, hijo de esta tierra, viene al mando de los cinco barcos de la armada que estuvieron en Ancud para las fiestas del centenario. Se organiza un paseo campestre para toda la oficialidad, las autoridades y la sociedad castreña; lo financia el municipio. Más de trescientas personas disfrutan de asados al palo, vino, cerveza y chicha, todo amenizado por la banda del crucero O´Higgins; durante varias horas los oficiales bailan con las señoritas de la sociedad castreña; “un paseo esplendido y el servicio no dejó nada que desear”.