El presente escrito fue publicado como una “addenda” al libro “ASPECTOS DEL VIVIR DE LOS CHILOTES. CASTRO 1960-1960” del académico de la Universidad Católica de Valparaíso, Dr. Rodolfo Urbina Burgos, obra publicada por Editorial Okeldan en enero de 2013. El libro incluye 33 fotografías de aquella época que fueron tomadas por Don Gilberto y extraídas ahora de la “Colección Provoste” que se conserva en el Museo de Sitio del Castillo de Niebla dependiente de la Dirección de Bibliotecas, Archivos y Museos (DIBAM) y publicadas gracias a la gentileza y a la autorización de su Director Sr. Ricardo Mendoza Rademacher.
Este breve escrito es a la vez un reconocimiento póstumo y un homenaje a la persona y a la silenciosa labor profesional del fotógrafo por su valioso trabajo que ha significado una importante contribución a la conservación del patrimonio cultural de Chiloé y de parte del sur de Chile.
Don Gilberto Provoste Angulo es el hombre que captó las imágenes de Castro que se publican en este libro, pero no son todas. La colección Provoste suma más de 5.000 imágenes que permiten observar hoy a personas, autoridades, paisajes, ceremonias diversas como bautizos, casamientos, la Primera Comunión de tantos niños; carabineros, bomberos, personal de hospitales, fiestas de la Primavera, comparsas, reinas con sus respectivas Cortes de Honor y pajes... en fin, celebraciones diversas, visitas ilustres como la de algún Presidente de la República o personas comunes y corrientes, lanchas veleras en el puerto, boteros y “chateros”(*) del bordemar chilote. Todo aquello entre los años 1930 y 1960, en ciudades de nuestro sur chileno, especialmente en Puerto Montt, Ancud, Chonchi, Puerto Aysén, pero mayoritariamente en Castro, ciudad donde se estableció y vivió durante más tiempo.
El arquitecto Gonzalo Cerda Brintrupp (Castro 1930-1960, Revista Arquitecturas del Sur Nº 12 universidad del Bio-Bio. Concepción 1988) y el periodista Bridges Rawles (en Provoste, edición de Mariana Mathews, Editorial El Kultrún y LOM Ediciones, 1997) informan que Provoste nació en Río Negro, Provincia de Osorno, el 17 de Abril de 1909. Se sabe que cuando joven trabajó en una pulpería a orillas del Lago Rupanco, luego fue vendedor de libros y llegó a Chiloé empujado por la depresión económica de los años 30 del siglo XX. En ese tiempo conoció en Osorno a don Luis Jiménez Pérez –de paso por esa ciudad- quien tenía un incipiente estudio fotográfico en Castro, y lo invitó a viajar a Chiloé para captar clientes. Provoste tenía 21 años en ese entonces cuando tímidamente tomó por primera vez una cámara fotográfica y accionó el obturador. Los gendarmes que retrató en esa ocasión quedaron perfectamente impresos en el negativo. Era el año 1930 y fue el inicio de un largo, serio, hermoso e importante trabajo que lo acompañaría durante el resto de su vida.
En Castro vivió en la pensión “La Amistad”, situada en la calle Lillo, y allí conoció a Corina Muñóz –sobrina de la dueña- quien sería finalmente su esposa, madre de sus hijos y compañera hasta el fin de sus días. Por otra parte Don Luis Jiménez se casó y -dedicado a otros negocios- dejó en manos del joven Gilberto Provoste sus cámaras fotográficas, aparatos diversos, lámparas, recipientes y reactivos de laboratorio, comprendiendo tal vez el talento, el ojo, la visión de conjunto y el arte que este joven demostraba en la composición de sus fotos, con el cual tal vez no podría competir.
Su primer estudio habría estado situado en la esquina de Lillo con Irarrázaval, frente al puerto de Castro y allí habría sufrido el voraz incendio de 1936. Posteriormente se habría instalado en la esquina de Blanco Encalada con San Martín, frente a la Plaza Arturo Prat, lugar en el que permaneció hasta 1941 para trasladarse posteriormente a Puerto Montt a raíz de la muerte de la madre de su esposa. Entonces volvió a su antiguo trabajo de vendedor viajero, visitando los puertos y ciudades del sur, pero siempre acompañado por sus queridas cámaras fotográficas y sin dejar de visitar su querido Castro, viajes que le permitieron captar imágenes de puertos, lanchas, veleros, chalupas, botes y barcos del cabotaje habitual, o buques de la Armada Nacional como también las imágenes de cada caleta, puerto o villorrio bordemarino de nuestro sur, captadas desde el mar que perviven en álbumes familiares y tarjetas postales hasta nuestros días.
Mariana Mathews es tal vez la investigadora que más y mejor conoció a don Gilberto, especialmente en los últimos años de su vida. Largas e interesantes conversaciones sostenidas en su casa de calle Anibal Pinto en Puerto Montt permitieron a Mariana descubrir el yo profundo del fotógrafo y conocer de primera fuente, nombres y circunstancias de los fotografiados; secretos técnicos de la fotografía, detalles profesionales, anécdotas en sus viajes, marcas y tipos de aquellas antiguas cámaras utilizadas. En fin, sus penas y alegrías, sus logros en una vida llena de trabajo, sus hijos y la alegría de sus nietos y sobre todo el apoyo que siempre tuvo de su querida esposa, a quien retrató en numerosas y variadas circunstancias y a la que siempre expresó su amor y su agradecimiento. Mariana dice: “Estábamos en ese diálogo cuando murió don Gilberto. Sentí la pérdida de un amigo pero también la angustia de no poder ver Castro, Ancud, Puerto Montt y las familias que las poblaron en los años 30.” (Encuentro con Provoste y su fotografía, en Provoste, Edición de Mariana Mathews 1997. Op. Cit. ).
“Más tarde -continúa Mariana Mathews- Nancy y Jorge, sus hijos, me contactaron por voluntad de don Gilberto para ayudarles a poner en orden este legado histórico”. El resultado fue la magnífica Colección Provoste “que contiene alrededor de 2.000 negativos en placas de vidrio y una cantidad mayor de negativos en celuloide, todo lo cual se numeró, clasificó y conservó en papel neutro y se guardó en estantes metálicos esmaltados al horno, que resguardan de daños ambientales dicha colección y facilitan su estudio”, tesoro de imágenes que se conserva en el Museo de Sitio del Castillo de Niebla, provincia de Valdivia.
Don Gilberto Provoste Angulo, el fotógrafo de Castro de la mitad del siglo XX dejó de existir en Puerto Montt en 1995 a la edad de 85 años, y nos legó con su trabajo las imágenes de aquellos pueblos del archipiélago y de sus gentes en un tiempo que ya no es, eternizando circunstancias extremadamente intensas –entre otras- como el incendio de 1936 en Castro o el terremoto-maremoto de 1960 en el sur de Chile.
Con el agradecimiento y profundo reconocimiento por su valioso aporte:
Medardo Urbina Burgos
Director Editorial Okeldan
(*) “Chateros”: era el nombre que se le otorgaba a los trabajadores que cargaban y maniobraban las llamadas “chatas”, burdas embarcaciones de madera que actuaban como bodegas flotantes que trasladaban las mercaderías entre los barcos de cabotaje y tierra firme en los puertos del sur en la primera mitad del siglo XX, antes de la construcción de muelles o molos de atraque.
