Se encontraron en el claro
Acordado en el medio del bosque
Rozaron sus cabalgaduras
¿Traes el machete¿?
¡Sí hermano!
Yo traigo la carabina…cargada
Por si acaso…
La negrura del bosque
Y el silencio de la noche
Fueron tragándose a los dos jinetes
En silencio y con cautela
Alcanzaron una de las cabezas del puente.
Colgaba en el vacío y se balanceaba
Suavemente por la brisa
Que subía en el rumor del río
50 metros más abajo.
La noche no permitía ver
El suave resplandor de la corriente
Saltando y borboteando entre las rocas
Había que esperar…y se turnaron
De pronto una figura…
Del otro extremo del puente…
Se desmontó, tensó los cordeles…vacilante
Entró cauteloso llevando a tiro su cabalgadura.
Al fin lo tenían al frente.
Era el esperado…el Coronel que había asesinado.
El muerto era el hermano menor de los que esperaban
Sabían su movimiento. La moza que visitaba.
Y la hora en que regresaba por ese puente.
Fue en el tiempo de la revolución
En el tiempo de la Dictadura
Un tiempo de abusos y prepotencia.
Los hermanos no olvidaban.
El golpe de los cascos del caballo
Sobre los tablones de madera…la noche…
El silencio…y esa figura cautelosa que se acerca.
El hombre está en el medio del puente.
¡¡Corta las cuerdas…¡Ahora mismo hermano!
El brillo del machete
El siseo violento del acero
El golpe seco y preciso…un chasquido…
Un aullido que de pierde en el fondo del abismo
Y el silencio…
El río cordillerano siguió lanzando al aire
Esa risa cantarina que nunca cesa
El cuerpo del Coronel se perdió para siempre
En el torrente profundo de aquel río.
Los dos hermanos se abrazaron y montaron
Regresaron a su rancho con el ritmo
de los cascos de sus bestias.
La venganza tenía esa noche
el sabor dulzón y fuerte
De un trago de aguardiente
Poco antes de que comience
A clarear el alba sobre el valle…
Tras los cerros,
Antes del primer trino del zorzal
En el frescor y el silencio de la alborada.