Comentario de Trujillo sobre el libro La Huella del Abtao

Medardo Urbina Burgos, Médico-Cirujano y Biólogo Marino titulado en la Universidad de Concepción, nacido en Castro, Isla de Chiloé, el año 1948, tiene mucho del espíritu de los poetas líricos a lo Jorge Teillier, puesto que a pesas de sus casi cuatro décadas lejos de la isla, íntimamente, sigue viviendo y pensando el mundo desde sus memorias de Chiloé, que el apartamiento y los años han ayudado a mitificar aún más. 


Tengo recuerdos de Medardo desde los tiempos del liceo, donde el me llevaba un par de años de ventaja. En la década del 70 o tal vez del 80 lo redescubrí dirigiendo la revista cultural Chiloé, que él mismo había creado y publicado en Concepción. No recuerdo exactamente cuántos números llegaron a mis manos, pero sí recuerdo que era una revista echa con gran amor por la cultura de Chiloé y que llamaba la atención por el profesionalismo con que estaba hecha.

Hace unos meses lo reencontré de nuevo. Esta vez gracias a un libro suyo editado recientemente, La Huella del Abato, segunda edición, Editorial Isla Grande, Concepción, Mayo de 2006. El libro me atrajo de inmediato por su factura, en lo que destaca la hermosa portada a todo color que muestra a un explorador internándose solitario en un típico bosque chilote en el que los renovales rodean casi por completo los altos esqueletos de árboles que se yerguen allí como penoso testimonio de olvidados incendios forestales.

Ojearlo fue ir encontrándome con sorpresa tras sorpresa en cada una de sus páginas, y antes de iniciar su lectura me dejé arrastrar por la observación del hermoso y abundante material gráfico que reúne el volumen. Fotografías de chilotes de campo y de ciudad, amigos del autor o personajes que fue descubriendo en su expedición o gracias a ella; fotografías e ilustraciones de los lugares recorridos, la fauna y flora encontrada, dibujos científicos de especies particulares de la flora chilota y mapas de la zona hechos por el propio autor.

El libro de 198 páginas esta compuesto por un prólogo, una dedicatoria, una introducción, cuarenta y cinco relatos de extensión irregular, y un epílogo. Y, de verdad, allí concluye el libro del escritor–explorador Urbina Burgos, pero su yo científico lo impulso a agregar una sección más, impresa en páginas de color gris, en la que nos entrega un texto titulado “Diario de Viaje: Chiloé.” En verdad, la traducción al español de un texto del Dr. Charles Patrick Doncaster, científico ingles que llegó a hacer estudios a la costa occidental de Chiloé, en 1984, y estuvo a punto de morir, tras sufrir un accidente mientras se encontraba explorando esa costa, rumbo a Cucao.

La simple y somera descripción del libro nos indica que se trata de una lectura necesaria para cualquier interesado en temas generales de Chiloé, y mucho más para aquellos con espíritu de explorador y alma de científico, que sueñan con viajar alguna vez por una zona del mundo que aún se encuentra bastante inexplorada y que para cualquier chileno se encuentra casi al alcance de la mano.

Sin embargo, los atractivos del libro superan con largueza el puro atractivo del tema, de la zona que describe y de los hechos que narra. Personalmente, diría que los principales atractivos del libro son: primero, una narración ágil y entretenida que guía al lector por las húmedas y barrosas sendas que el autor-narrador debió recorrer, ya bajo unos tímidos rayos de sol, ya bajo lluvias torrenciales que parecen empapar hasta las páginas del libro. Y, en segundo lugar, la novedad permanente del La Huella del Abtao, en cuyas páginas el lector esta permanentemente al acecho. Sabe que algo está por pasar, pero no sabe qué porque el narrador lo lleva adosado a él, sin darle la posibilidad de adelantarse ni mirar para el lado. Narrador y lector van paso a paso por el mismo rumbo, sin más tiempo que el necesario para mirar el camino que van abriendo, a menudo a machetazos.

Leí el libro con gran placer, así como se escucha una pieza musical o se ve una buena película. Disfruté de la lectura de comienzo a fin. Pero cuando llegó la hora del análisis, también me llegó la hora de las preguntas: ¿Qué es este libro?, ¿Una colección de relatos, un libro de viaje, una aproximación científica a una zona inexplorada de Chiloé, un libro de cuentos, un conjunto de anécdotas, una novela que mezcla rasgos del naturalismo con otros del realismo mágico, un testimonio-testamento del autor-narrador, un canto a su tierra? ¿Qué es? Y la respuesta no es simple puesto que hay algo de todo eso, e incluso el viaje que es uno – cruce de la Cordillera de Piuché, partiendo en las cercanías de Pid-Pid y llegando a la desembocadura del río Abtao, en el Pacífico – es, al mismo tiempo, tres: el primero, de 1963; el segundo, de 1971, y el último, del año 2001. Cada uno realizado con distintos acompañantes.

De ese modo, al leer el libro de comienzo a fin, el lector va volviéndose parte de un viaje novelesco en el que de pronto una peripecia especifica lleva al narrador a saltarse a otro viaje y a otro tiempo en que ocurrió algo parecido, y así comienzan a aparecer en el presente personajes e historias que corresponden a otros tiempos y van acomodándose como en una novela para entregar la imagen total de ese viaje exploratorio de la columna vertebral de la isla que es también viaje exploratorio de sí mismo, búsqueda de sí mismo, de las raíces de la vida en la isla y de sus propias raíces. En ese magnifico entrelazamiento de historias va cobrando vida una gran cantidad y variedad de personajes que de pronto se vuelven también narradores de historias secundarias.

Tal vez, en una próxima edición debería eliminarse algunas fotografías de las primeras páginas que nada tienen que ver con el tema del libro, así como uno o dos relatos que aparecen un poco forzados dentro del texto, pero felicito de verdad a Medardo Urbina Burgos por este libro que al modo de la literatura postmoderna privilegia la diversidad, así como lo local y lo específico, y a través de una serie de cuarenta y cinco fragmentos que bien pueden leerse individualmente y disfrutar de cada uno como un texto autónomo, da vida a una forma muy novedosa de relato de viajes o novela de viajes que celebra la vida, las experiencias y los personajes de un mundo vivo y presente, todavía al margen de globalizaciones y libremercados, y que tras la lectura se gana el aprecio del lector globalizado a quien le han hecho creer que el mundo es solamente aquel que llega a través de la tecnología digital y que nos hemos vuelto seres de una realidad virtual, ya cortado definitivamente el cordón que nos une a la naturaleza. Este libro-narración-canto de amor del narrador por el otro hace que de pronto el otro se vuelva y se descubra también a uno mismo.


Havertown, 17 de enero de 2007
Carlos Trujillo
Villanova University, EEUU.
 

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