“Acaba de fallecer en Chiloé uno de los más conocidos estudiosos y difusores de la cultura chilota ( fue una de las figuras más conocidas y difundidas por la televisión, en temas de la cultura Chilota): el escritor , poeta, profesor, investigador y prominente difusor de la Cultura del Archipiélago chilote, RENATO CÁRDENAS. Lamentamos su deceso tan temprano, en una edad en que los investigadores tienen mucho que entregar, decir, informar, enseñarnos. La causa fue un cáncer de esófago detectado tardíamente y sobre el cual nada más pudo hacer la Ciencia Médica. La obstrucción esofágica no le permitió ingerir ni siquiera el agua durante los últimos 6 meses de su larga agonía. Lamentamos su partida pero valoramos su gran aporte al conocimiento de Chiloé en variadísimos aspectos, evidenciados a través de sus numerosas publicaciones.
Hemos recibido hoy un semblanza de Renato Cárdenas, escrita por el Dr. Carlos Trujillo Ampuero, a quien agradecemos la deferencia y el valor de este texto, y agradecemos también la autorización para publicarlo en nuestra página de Editorial Okeldan.
Medardo Urbina Burgos.”
"Propusimos talleres con los estudiantes. Nosotros seríamos sus entrenadores. Yo traía la experiencia del grupo de la universidad en Valparaíso. Así nació el Aumen, El Eco de la Montaña. Nos interesaba, con Carlos Trujillo, el sonido lingüístico de Chiloé. Fue el primer abrazo con nuestra tierra. Con los jóvenes hacíamos poesía, con los viejos conversábamos y rescatábamos ese mundo arcaico que se desprendía vertiginosamente de Chiloé. Así nacieron dos libros: Apuntes para un Diccionario de Chiloé y Caguach, isla de la Devoción. La poesía corría por su propia vertiente en nuestras manos y las de nuestros estudiantes. En estas incursiones íbamos comprendiendo de manera más holística nuestro territorio, su cultura, y nuestros pasos se volvían impronta, dándole sentido a nuestras vidas.
Pasé a la etnografía sin saberlo, sin abandonar la literatura. Pero cada fragmento de territorio y cada hombre/mujer de aquí atesoraba piezas culturales más interesantes que las que yo podía ofrecer. Me fui volviendo así una suerte de amanuense de los campesinos chilotes. Contador de sus historias, de sus creencias, de las vivencias que este archipiélago y sus andanzas les entregaron. Devinieron publicaciones. Las primeras, las imprimíamos, encuadernábamos y vendíamos nosotros mismos. Hacíamos recitales de poesía, de música. Montábamos obras de teatro hechas por nosotros mismos.
Todo esto se construía mirando siempre de soslayo. La dictadura invadía todo espacio público y privado; husmeaba en nuestra intimidad. Lo no cotidiano era sospechoso. No éramos dueños de la ciudad ni de nuestras casas. Ése ha sido nuestro exilio interno.