De: Jose Antonio Garnham <Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.>
Date: vie., 2 de jul. de 2021 12:28
Subject: Lanchas chilotas
To: <Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.>
Estimado Dr. Urbina,
Don Claudio Pino Ocampo me envió un email con sus coordinadas y con el consejo de comunicarme con usted. Lo cual hago en este momento para decirle que con mucha sorpresa y gran agrado he entrado a la página web de la Editorial Okeldan y gozado leyendo los artículos, poemas, fragmentos y viendo las fotografías. Yo soy un gran admirador del mundo chilote aun cuando nací y viví en Valparaíso hasta los 24 años cuando me trasladé a Santiago siguiendo esa emigración provincial en busca de trabajo y mejores condiciones de vida en la capital. He visitado muchas veces Chiloé continental, la Isla Grande y el archipiélago de Calbuco atraído por la magia de sus aguas, embarcaciones, pueblos y especialmente su gente. Los recuerdos de las lanchas chilotas y su entorno geográfico y cultural me motivaron durante mi retiro intentar escribir un libro sobre ellas, (Lanchas Chilotas: Un Patrimonio Histórico y Cultural de Chile) lo cual lo hice y se publicó hace unos años atrás, con gran sorpresa mía, por la editorial Ricaaventura de Santiago cuyo dueño es don Guillermo Burgos, un doctor retirado como usted. Yo tengo una modesta página web (lanchaschilotas.com) donde publico artículos sobre temas marítimos de mi interés. Quizás el libro que me abrió el apetito por el mundo marítimo fue “Tierra de Océano” de don B. Subercaseaux cuando tenia 14 años. He seguido leyendo acerca de la zona a través de los años y conociendo capitanes, maestros de ribera, escritores, pintores, gentes de museos y bibliotecas, fotógrafos, políticos, educadores, investigadores, dueñas de casa, pescadores. Todos enamorados de esa tierra de ensueños.
No tengo mas que palabras de agradecimiento y admiración por la labor que están realizando de conservación del valioso patrimonio histórico y cultural del Gran Chiloé. Y por permitirme poder disfrutar de su website y algunas publicaciones. Cuando sea posible viajar a Chile nuevamente, sin el peligro de la pandemia, lo pasaré a visitar y con gran agrado compraré algunas de las publicaciones de su editorial.
José Antonio Garnham
Sarasota Florida.

Cómo olvidar el terremotodel sesenta? Los gringos dicen que el 11 de septiembre del año 2001 cambió el mundo. Yo, sin negar la magnitud de tal tragedia, diría que no es para tanto. Es verdad que cayeron las Torres Gemelas que como buenas gemelas llegaron al mundo casi juntas y asimismo se fueron. Sin querer dármelas de irónico, que lo soy y a veces en extremo, preferiría decir que esa fecha cambió un poquitito a este país. Sólo un poquitito y por un período demasiado breve. Los cambios mayores fueron los de unas cabezas desquiciadas que quieren seguir viendo a todo el resto del mundo como su enemigo. Y al mencionar otras desgracias ocurridas en la misma fecha hasta se olvidaron de nuestro 11 de septiembre de 1973 porque no les convenía, dada la innegable participación que tuvieron en la destrucción de nuestro sistema democrático. ¿Que había problemas? ¡Claro que los había! Pero no dudo que esa democracia habría encontrado una salida más apropiada en las elecciones siguientes, y de manera democrática.
Pero, ¿aparte de nosotros, quién más en el mundo se acuerda de nuestro terremoto del sesenta? Es verdad que los valdivianos han tratado de apropiarse de la tragedia, llamándolo el terremoto de Valdivia porque hasta las tragedias consiguen buenos compradores, patrocinadores y publicistas cuando son grandes y pasan a la historia oficial contada por los contadores de historias oficiales, es decir, los historiadores. En los últimos 45 años, ese terremoto ha pasado a formar parte no sólo de la conciencia colectiva de los habitantes de nuestra tierra sino que se ha vuelto parte de nuestra literatura y de nuestros temores. Y por lo mismo, también de nuestras leyendas y supersticiones.
Yo me atrevería a decir que el terremoto del sesenta cambió el mundo. Y no lo digo empujado por un chovinismo como el de los estadounidenses (aunque el nuestro no es menor) sino ‘como la pura y santa verdad’. Así como puedo afirmar que quienes lo vivieron se apresurarán a confirmar lo que digo. En un diario familiar, una parienta ha recordado el terremoto como si lo estuviera viviendo ahora mismo. Y no me cabe duda que otros miles de chilotes repartidos por el archipiélago recordarán ese terremoto con la misma emoción y con el alma en la mano. Por supuesto que cada chilote que vivió esa experiencia la recuerda con lujo de detalles. Sin embargo, lo que quiero apuntar es que no sólo lo recuerdan y lo cuentan quienes lo vivieron sino que también muchos que en ese entonces no estaban ni en planes de nacer. Y seguro que si les llega la hora de hablar del terremoto lo hacen hasta con más detalles, puesto que el terremoto del sesenta ha crecido sin parar en los últimos 45 años. “¡Así fue!”, asegurará un niñito de diez años en cualquiera de las islas, recreando y agigantando lo que escuchó a su abuelo o abuela alguna noche de invierno al lado del fogón. Yo, el autor de esta nota, también lo viví porque ya era grandecito en mayo de1960.
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Se encontraron en el claro
Acordado en el medio del bosque
Rozaron sus cabalgaduras
¿Traes el machete¿?
¡Sí hermano!
Yo traigo la carabina…cargada
Por si acaso…
La negrura del bosque
Y el silencio de la noche
Fueron tragándose a los dos jinetes
En silencio y con cautela
Alcanzaron una de las cabezas del puente.
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