El sáb., 31 oct. 2020 a las 17:43, Medardo Urbina Burgos
Querido amigo Luis:
Me he hecho un asiduo seguidor de tus escritos del día Viernes en "El Insular". Y la razón es que estos relatos tan lindos, representan la esencia de Chiloé. Tienen los condimentos propios del Archipiélago, especialmente la magia de la imaginación más prolífica adherida tangencialmente a un paisaje de realidad física, geográfica y humana que sólo Chiloe puede ofrecer.En efecto, sólo los chilotes han agregado a ese tremendo paisaje de islas y canales, a ese destrozado mundo de las rocas, poblado por lobos marinos, peces, nutrias y Guaitequeros feroces, ..sólo los chilotes- decía yo- han agregado a seres inimaginables como traucos, baudas, invunches, pincoyas, butamachos, cagüëles, millalobos y caballos marinos, por mencionar sólo algunos de tales personajes, para configurar una temática riquísima en aventuras y condimentar las tardes en torno al fogón lleno de brasas que cuecen tortillas, guahemes, thropones,milcaos, chochocas, cazuelas chilotes, ahuman cholgas y peces de variada estirpe,y sin olvidar los sabrosos costillares de chancho, que se ahuman al aroma de las ramas de "pello-pello". Y esas conversaciones en ese ambiente intramuros, florece en ese ambiente. Uno cuenta una historia y otro responde con otra, Una ocurrió en Chanquín, otra en las Guaitecas, otra por Guafo y la de más allá en Punta Pirulil en el Pacífico. Y así transcurre la tarde y llega la noche y los ancianos comienzan ahora a contar sus aventuras juveniles, ocurridas hace ya 50 años por lo menos.Y ese es el Chiloé nuestro, el que conocemnos y el que amamos...el mismo que relata Luyis Mancilla en sus escritos. Los mismos relatos que tienen una parte de verdad y una de fantasía, tal como lo cuenta un chilote, tal como es la vida de un chilote.Por ejemplo -que se me vino a la memoria- estaba yo en un velorio en Achao y uno de los asistentes comenzó a contar la forma en que un día pescó una bandurria en un lance de su caña. Uno piensa este salvaje está mintiendo ¡Cómo va a pescar una bandurria con un lance de caña?!!!. Pero a otro también le había pasado y a mi también, dijo otro. Sucede que cuando uno pesca en las tardes en Chiloé, cuando el sol ya se ha puesto, las bandurrias suelen regresar a sus nidos volando bajito, a cierta altura sobre las aguas del río y entonces en un lance casi nocturno, se siente el tirón (¡Picó!...¡Picó!, grita el pescador) pero lo que viene al final de la lienza no es un salmón común. ¡Oh. sorpresa!, es un salmón aleteando!. (¡Puchas el salmón raro...viene dando aletazos!), Y cuando se alumbra con la linterna, se da uno cuenta que no es salmón sino una bandurria.Chiloé es así de impredecible y además, magníficamente misterioso. Esos relatos de Luis Mancilla son así, magnificamente misteriosos porque traducen fielmente el sentir y el ser de Chiloé. Esa mezcla de realidad y magia, la aventura mezclada con el mito.Mi solicitud querido Luis, es si podríamos tener autorización para publicar tus escritos en nuestra página web: de Okeldan. En el caso afirmativo, te quería sugerir ese otro título de tu escrito: el que está arriba: "La fingida muerte de Mirandare".. Tú me dirás... Yo acato tu decisión.Desde ya con o sin consentimiento, mis felicitaciones y mis agradecimientos por el agrado de leer tus envíos al diario.Recibe mi abrazo fraterno de este chilote lejano.Tu amigo Medardo.
Pasaron muchos años, nadie se acordaba de Otrura, ni de María Grande ni de Agustín Guerrero. Toda sombra de dolor y muerte estaba olvidada hasta que llegaron los años oscuros cuando obligados por el miedo todos aprendieron a respetar la autoridad militar para no ser encarcelados o enviados a algún lugar lejano. Se terminó esa dictadura y la gente se acostumbró a endeudar su alma para vivir de prestado y en los calurosos eneros poder comer corderos asados al palo, lechugas tiernas y sabrosas papas frescas; a vivir febreros de grosellas y manzanas madurando y que marzo fuera un mes de chicha dulce y abril amaneciera en murtas y álamos desnudando su altura en la delgadez de sus hojas amarillas cayendo a cubrir la tierra con sus ansias de renacer. Pero en abril del año aquel, el aire fue quedando sin lluvias y el mal olor de la muerte vino desde el mar, peces sin vida flotaron en las aguas quietas, la podredumbre de los cahueles varados en las playas nos encerró en las casas. El atardecer mal olía a mariscos muertos y los pájaros huyeron a esconderse en la espesura de los montes y no se atrevieron a volar, caminaban por la tierra buscando gusanos, y caminaban por las ramas buscando larvas. El mar y las playas fueron un lugar de muerte. No fue un apocalipsis repentino ya en diciembre del año anterior un maleficio de algas floreciendo fue matando los salmones que crecían encerrados en sus corrales, y la podredumbre de los salmones muertos fue envenenado el mar, y murieron los mariscos, los peces y los lobos marinos. A causa de esta catástrofe Ruperto Miranda “Mirandare” fue llenándose de deudas. No pudo pagar las cuotas del bote, ni el crédito del motor, ni la parafina de la lámpara petromax, no pudo reparar las redes. A cada santo debía una vela. Anduvo preguntando dónde cobrar el ingreso per cápita. Le dijeron que aquello no existía, y desesperado se construyó un cajón de ciprés y se declaró cadáver.
Cansado de su trasnochar de peregrino buscando caminos por un mar estéril sin encontrar los cardúmenes de sierras, rogando a diosito no importa si son jureles o algunas güelkas calumbrientas, me conformo con sardinas y algunos pejerreyes, y en la hondura de su desesperación salió a buscar los congrios y las mantarayas, el pejegallo, y cansado de solo encontrar bufidos de lobos, y alimentar patrancas que robaban las carnadas del fondeo, ahogado por las deudas decidió, mejor es estar muerto.