La verdadera historia
Fósil y Reproducción facial del Hombre de Piltdown
Un niño inquieto
El pequeño Martin vivía con su padre en las inmediaciones o suburbios del Londres. Su padre, que tenía una pequeña industria, solía aconsejarlo respecto de la importancia del estudio para lograr ser algo en la vida y además de la importancia de generar una capacidad de observación en la Naturaleza. Al cabo de la semana de trabajo, su padre lo invitaba a salir a dar paseos por la campiña y desde muy pequeño, Martin se fue aficionando a la Entomología. Su padre le confeccionó primero una red para cazar mariposas y otros insectos alados, y lo dotó de un frasco de boca ancha con una mota de algodón empapado con cianuro para que las mariposas murieran instantáneamente y no tuvieran tiempo de aletear después de ser introducidas en el frasco. Así, Martin aprendió, no se destruirían las delicadas escamas que cubren las alas de las mariposas y tampoco se perderían los colores.
Salir a la campiña cada fin de semana con su padre, fue una costumbre tan férrea que no importaba si había sol, o nublado, o lluvia o temporal, pero él y su padre salían al campo, a las playas, a los roqueríos, a los acantilados, en busca de “bichos” de la más variada naturaleza, a la orilla del mar, donde daban vuelta las rocas y buscaban y encontraban todo tipo de animalitos crustáceos, larvas, pececillos en la zona intermareal. Su padre solía llevar una mochila con diversos elementos: fósforos para encender una fogata y calentar agua para preparar un café, anzuelos y una lienza para la captura de algún pez; un puñal para abrir y preparar el pez para el almuerzo. Ya en una playa, el niño fue aprendiendo a encontrar un manojo de hierba seca para encender el fuego, a juntar trozos de madera que el mar siempre devuelve a la playa y a preparar una vara larga y firme donde clavar un trozo de salame o de carne o el mismo pez extendido para asar sobre las llamas. En fin…esa vida al aire libre Martin la fue aprendiendo desde pequeño y llegó a ser una forma de vida, una necesidad…estar en contacto con la Naturaleza y experimentar el infinito de los cielos, del horizonte … del aire marino, diáfano y puro…de la libertad.
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En sus memorias, el recordado y querido profesor Don Mario Uribe Velásquez relata un episodio referido al supuesto hallazgo de un entierro que la mitología local atribuía a un tesoro oculto y enterrado por los padres Jesuitas poco antes de ser expulsados de los territorios del Reino de España a fines del siglo XVIII (1767). Esta expulsión de los padres se habría efectuado en forma súbita de modo que los religiosos poco o nada pudieron hacer para preparar su salida. Sin embargo la creencia popular diseminó entre los chilotes la idea de que los expulsados habrían tenido tiempo de enterrar objetos personales de oro – cálices, monedas, dinero joyas, relojes, piedras preciosas, etc.- antes de ser subidos a los navíos que los llevarían de regreso a Italia.
Pero mucho antes, desde muy antigua fecha, poco después de la fundación de Castro (12 de febrero de 1567), la mínima población de la ciudad, formada casi sólo por soldados, unos pocos habitantes, y los clérigos, habría sido asaltada al menos en 2 ocasiones por los piratas. Primero por Baltazar de Cordes en el año 1600 y por luego por Enrique Brower en 1643 y ante aquellas circunstancias la tradición oral menciona que los religiosos habrían construido túneles que permitieran, en un momento dado, huir por aquellos pasadizos subterráneos sin ser detectados por el enemigo y además contar con un lugar donde guardar, enterrar, o dejar seguros los bienes de la Iglesia. La tradición oral habla de tales pasadizos subterráneos y los dispone en direcciones variables uno de los cuales –se decía- que partiendo desde la Iglesia San Francisco aparecía en las inmediaciones del Río Gamboa y otros mencionaban que existiría una salida en las cercanías del Puente de Tierra en el extremo Norte de la ciudad. Sin embargo nunca ha podido confirmarse estas habladurías de los parroquianos y sólo se trataría de historias que habrían servido para amenizar las tertulias en las largas y lluviosas noches invernales de los chilotes, no siempre carentes de alguna bebida “espirituosa”.
Sra. Adelina Burgos Gallegos
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"El siguiente texto fue revisado y corregido por el
Dr. Carlos Trujillo, aporte que agradecemos".
Oscar Peralta Aburto, más conocido como “Tole Peralta”, pintor, paisajista y retratista de la Generación del 40, fue brillante profesor universitario de la cátedra de Estética e Historia del Arte en la Universidad de Concepción y Director de la Sociedad de Arte de Concepción a partir de 1954, pero una de sus máximas obras lo constituye la Pinacoteca de la Universidad de Concepción que conserva la mayor colección existente sobre la Pintura Chilena en el mundo y es una de las máximas riquezas patrimoniales de la Universidad, aporte de Tole Peralta que siempre agradecerá tanto la Universidad como la ciudad de Concepción.
Tole Peralta nació en en Santiago el 1920, era hijo de dos médicos: el Dr. Oscar Peralta Cepeda y la Dra. Cristina Aburto Pepin. Estudió en Santiago en el Instituto Nacional Barros Arana. Al término de sus estudios secundarios ingresó a la carrera de Medicina en la Universidad de Chile, la cual abandonó para estudiar Arquitectura, llamado en ese tiempo por su sensibilidad por el arte. Posteriormente abandonó Arquitectura para estudiar Derecho y finalmente descubrió en la pintura el verdadero camino vocacional de su quehacer en la vida, por lo que ingresó a la Facultad de Arte de la Universidad de Chile actividad que desarrolló durante toda su existencia. Después de cumplir con los estudios protocolares viajó a Inglaterra donde desarrolló estudios con el Profesor Duguid en Londres y visitó los principales museos de Arte de Europa entre 1945 y 1954, impregnándose del espíritu artístico acumulado en Europa a través de siglos.
En 1954 regresó a Chile y se radicó en Concepción ciudad donde desarrolló todo su potencial profesional bajo el alero de la Universidad de Concepción contando con el apoyo del Dr. David Stitchkin, Rector de la Universidad de Concepción en ese tiempo.
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