Julio Verne
Francia: 1828-1905
En el mes de septiembre de 185…, llegué a Francfort. Mi paso por las principales ciudades de Alemania se había distinguido esplendorosamente por varias ascensiones aerostáticas; pero hasta aquel día ningún habitante de la confederación me había acompañado en mi barquilla, y las hermosas experiencias hechas en París por los señores Green, Eugene Godard y Poitevin no habían logrado decidir todavía a los serios alemanes a ensayar las rutas aéreas.
Sin embargo, apenas se hubo difundido en Francfort la noticia de mi próxima ascensión, tres notables solicitaron el favor de partir conmigo. Dos días después debíamos elevarnos desde la plaza de la Comedia. Me ocupé, por tanto, de preparar inmediatamente mi globo. Era de seda preparada con gutapercha, sustancia inatacable por los ácidos y por los gases, pues es de una impermeabilidad absoluta; su volumen -tres mil metros cúbicos- le permitía elevarse a las mayores alturas.
El día señalado para la ascensión era el de la gran feria de septiembre, que tanta gente lleva a Francfort. El gas de alumbrado, de calidad perfecta y de gran fuerza ascensional, me había sido proporcionado en condiciones excelentes, y hacia las once de la mañana el globo estaba lleno hasta sus tres cuartas partes. Esto era una precaución indispensable porque, a medida que uno se eleva, las capas atmosféricas disminuyen de densidad, y el fluido, encerrado bajo las cintas del aerostato, al adquirir mayor elasticidad podría hacer estallar sus paredes. Mis cálculos me habían proporcionado exactamente la cantidad de gas necesario para cargar con mis compañeros y conmigo.
Debíamos partir a las doce. Constituía un paisaje magnífico el espectáculo de aquella multitud impaciente que se apiñaba alrededor del recinto reservado, inundaba la plaza entera, se desbordaba por las calles circundantes y tapizaba las casas de la plaza desde la primera planta hasta los aguilones de pizarra. Los fuertes vientos de los días pasados habían amainado. Ningún soplo animaba la atmósfera. Con un tiempo semejante se podía descender en el lugar mismo del que se había partido.
Llevaba trescientas libras de lastre, repartidas en sacos; la barquilla, completamente redonda, de cuatro pies de diámetro por tres de profundidad, estaba cómodamente instalada: la red de cáñamo que la sostenía se extendía de forma simétrica sobre el hemisferio superior del aerostato; la brújula se hallaba en su sitio, el barómetro colgaba en el círculo que reunía los cordajes de sostén y el ancla aparecía cuidadosamente engalanada. Podíamos partir.
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¡Excelente! Una lección de buen cine, presentando un Chile real, con personajes reales y sentimientos reales. Fotografía y música impecables acompañan un relato cautivador.
Por JOBLAR
Miembro del Círculo de Críticos de Arte de Chile
¿Cuántas perspectivas de lectura tiene un film de tres horas con 15 minutos?
Disfrutando cada uno de ellos, se puede seguir un relato que combina pasado y presente sobre todo si los intérpretes constituyen duplas magistrales, como en este caso: Julio Jung / Mauricio Riveros, Sergio Hernández / Diego Pizarro, Arnaldo Berríos / Pablo Schwarz.
Porque los personajes están allí y no cabe duda que son ellos: el “pingüino” Pancho Veloso evolucionó probado por la vida; Miguel y Luciano siguieron siendo los mismos. No se nota la diferencia porque ellos no son los actores: son los personajes.
Yo también viví en Castro cuando niño, por razones de trabajo de mi padre, me fui hace 62 años y nunca he vuelto. Volver a ver en esta película esa naturaleza incontaminada, esas casas de madera, me sobrecogió: fue volver con el pensamiento a un mundo que quedó atrás. Mi salida no fue traumática como la de Pancho, pero sé que —si vuelvo— será una experiencia parecida a la de ese escritor que se reencuentra con su pasado.
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Mi primo, el comentarista de cine Don JOSÉ BLANCO JIMENEZ ( JOBLAR), nos ha enviado esta muy interesante colaboración referida al hombre. músico, compositor ENNIO MORRICONE, que escribió la música de una enorme cantidad de películas, de las que las más conocidas por el público general son las de Westerns Italianos, muy populares hace ya unas tres décadas películas que muchos de nosotros disfrutamos "a rabiar"" durante nuestra adolescencia y juventud. Disfrutamos tanto por la calidad de la fotografía, el carácter de los actores, los paisajes desérticos "del Oeste" la cantidad de "balazos" y sobre todo por la excelente música. Esta música era compuesta por el gran ENNIO MORRICONE. Las "películas del Oeste" elaboradas en HolLywood pasaron a la posteridad a causa de los nuevos e interesantes elementos pictóricos,cinematográficos y temáticos, además del humor y la música aportados por los "Westerns Italianos" que los convirtió en verdaderas obras de arte. Y no sólo eso, films como "LA MISIÓN" de tremenda y seria raíz histórica, filmadas en las Cataratas del Iguazú en Paraguay, tienen el magnífico aporte musical de Ennio Morricone.
El profesor José Blanco Jiménez ,quien reside en Santiago y firma sus artículos como "JOBLAR", vivió en Castro durante parte de su infancia y frecuentó desde pequeño el famoso Cine Rex de la ciudad. Nuestro querido investigador se encuentra reuniendo información para elaborar un estudio histórico del período en que el Cine Rex, de Castro era la principal atracción de entretenimiento en el -en ese entonces- pequeño pueblo chilote.
Agradecemos esta valiosa colaboración de JOBLAR para los seguidores de la página de OKELDAN.
Dr. Medardo Urbina Burgos
José Blanco Jiménez (JOBLAR)
Del Círculo de Críticos de Arte de Chile
Para saber de la biografía de Ennio Morricone (nacido el 10 de noviembre de 1928 y muerto el 06 de julio deo 2020), los invito a consultar las acostumbradas fuentes de información en Internet. Ni siquiera reproduciré su filmografía, incluso porque tiene más de 500 títulos entre películas, comentarios y series televisivas.
Me interesa, en cambio, referirme a su legado para la historia de la música y de la cinematografía.
En el cine mudo, la música era un acompañamiento necesario. Pianistas y orquestas recurrieron a “repertorios” con temas compuestos especialmente para cada tipo de película. En todo caso, surgieron también partituras para determinadas películas, como las compuestas por Camille Saint-Säens para L’assassinat du Duc de Guise, de André Calmettes (1908), por Joseph Carl Breil para The birth of a nation, de D. W. Griffith (1915), o por Arthur Honegger para Napoleon, de Abel Gance (1926).
De simple acompañamiento musical pasó a ser un elemento portante del lenguaje dramático, remarcando las diversas secuencias de misterio, de romance o de acción, por ejemplo. Ciertas melodías identifican a personajes incluso sin que éstos aparezcan en la pantalla (La pantera rosa, Tiburón, Psicosis, La guerra de las galaxias, El padrino).
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